37

904 66 5
                                    

En el hospital sólo dejaban pasar a una persona por paciente y mi hermano le cedió ese honor al francés, por lo que Koke vino a visitarme la primera mañana que volvimos a casa de Antoine. Me había preparado para volver a casa, estar con él era lo único que apaciguaba el dolor intenso que sentía dentro, porque él era el único que sentía lo mismo. Solo él me comprendía en esos momentos. No quería alejarme, no quería perderlo también.

—¿Cómo estás, hermanita?—Koke se inclinó sobre el sofá para darme un abrazo, yo me aferré a su cuello y agradecí su presencia.

—Recomponiéndome—murmuré—. ¿Cómo está Leo? Creo que lo dejé asustado la última vez.

—No dejaba de preguntar por ti y por qué sangrabas. Te ha hecho un dibujo.

Sacó un papel doblado de sus vaqueros y me lo tendió. Lo abrí con una sonrisa en los labios, y observé el garabato de colores que Leo había pintado para mí.

—Gracias—susurré.

—Voy a preparar café—Antoine apretó mi pierna con su mano y se puso de pie—. Os dejo solos un rato.

Al pasar por mi lado se inclinó y me dio un beso suave en los labios, después abandonó el salón y me dejó con mi hermano. Koke se sentó donde antes estaba Antoine y me dedicó una sonrisa dulce.

—Ahora puedes ser sincera. ¿Cómo estás?

—No estamos bien. Ninguno de los dos—sacudí la cabeza—. Pero saldremos de esta. Espero. Siento que él es el único que sabe por lo que estoy pasando porque también ha perdido a su hijo. Estaba tan ilusionado con ese bebé...

—Ven aquí—Koke me rodeó con sus brazos y yo me acurruqué entre ellos—. Sé que duele, pero vais a recomponeros. Tenéis que pasar el duelo y... Bueno, más adelante podéis volver a intentarlo. No se va a acabar vuestra relación por esto. Antoine te ama, y tú lo amas a él, eso es lo más importante. Esto sólo os hará más fuertes.

~

Cuando mi hermano se fue, Antoine y yo nos quedamos tumbados en nuestra cama. Él me rodeó con sus brazos y yo me dejé abrazar, sintiéndome segura entre ellos. Mis dedos trazaban figuras en su espalda, los suyos en mi cadera.

—En algún momento tenemos que hablar de lo que pasó antes de que te fueses a casa de tu hermano—susurró en un tono calmado, me escondí más en su pecho.

—Lo sé.

—Quiero que confiemos ciegamente en el otro, mon amour. No podemos salir adelante si no lo hacemos.

—Lo sé, y lo siento. No entiendo... No entiendo por qué pensé que ibas a firmar ese contrato sin decírmelo. Teresa me ha recordado que tengo que verbalizar mis miedos contigo. Que no vamos a funcionar de otro modo. Y creo que eso me ha pasado. He sentido miedo al abandono. He recordado el dolor que sentí cuando te fuiste a Barcelona y he pensado que tal vez me tocaría vivirlo otra vez. Y en vez de preguntarte... Te he acusado de ello, y sé que ha estado mal, pero he tomado conclusiones erróneas y me arrepiento muchísimo de ello.

—Nunca te haría pasar por eso de nuevo. Nunca. Solo quiero estar contigo aquí, en Madrid, formar nuestra propia familia y vivir felices hasta que seamos viejos. Quiero estar contigo, chérie, necesito que te grabes eso en la mente. Je t'aime. Y nunca voy a dejar de hacerlo.

No respondí de inmediato. Aspiré su olor, pegando mi cuerpo más al suyo, y abrazándolo con fuerza, como si me asustase que de repente se desvaneciese.

—Te quiero, Antoine. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

—Me gusta oírte decir eso. Espero que estés preparada, porque esto va a ser un hasta que la muerte nos separe.

~

La boda volvió a situarse en la fecha original gracias a que nuestra wedding planner no había cancelado las reservas por si acaso. Sin darme cuenta me encontré sumida en un cúmulo de preparativos que hacían más llevadero el paso de los días. La prueba del vestido fue todo un éxito, con Bea, Noemí y mi madre como acompañantes, todas dieron el visto bueno al vestido que me enamoro desde el primer momento. Me moría de ganas de que Antoine me viese con él puesto. Me moría de ganas de darle el sí quiero. De formalizar el para toda la vida que nos habíamos prometido.

La luna de miel era un misterio para mí. Antoine se había tomado muy a pecho la misión de que fuese un secreto y no soltaba prenda pese a lo mucho que yo preguntaba. Se estaba divirtiendo con ello.

Conforme se acercaba nuestro gran día, las dudas de disipaban. Antoine se había mantenido a mi lado durante todo el proceso de recuperación psicológica que había necesitado, había sujetado mi mano en todo momento. Y yo no tenía más que palabras de agradecimiento para él. Ambos retomamos la rutina, él siguió entrenando, yo volví a las redes y ayudé a visualizar la salud mental a través de mi canal de YouTube.

Con el apoyo incondicional de Antoine decidí crear un podcast para hablar del tema, que empecé publicando en YouTube pero que pronto subí también a Spotify. Mi primer invitado fue él, y hablamos sin tabúes de la salud mental en el mundo del fútbol, de la presión, de cómo se sienten los fallos que condenan a tu equipo a una derrota. Y por primera vez en meses hablamos de manera pública de su marcha a Barcelona, del robo en casa de Koke, de la pérdida de nuestro bebé y lo que todo eso supuso a nuestra salud mental.

Muchos medios se hicieron eco de nuestras palabras. Las reproducciones se acumulaban con cifras vertiginosas y mucha gente me escribía para colaborar en el podcast. Había encontrado algo que realmente me gustaba y que estaba ayudando a muchísima gente a ver que no estaban solos y que pedir ayuda no era algo malo.

—Estoy muy orgulloso de ti, lo sabes, ¿verdad?—Antoine me tenía rodeada con sus brazos, estábamos sentados en un columpio del hotel donde nos alojábamos para la boda, a falta de doce horas para convertirnos en marido y mujer.

—Yo lo estoy todavía más de ti, principito—sonreí y apreté su muslo con la mano, él besó mi sien.

—Soy muy feliz de que nos hayamos encontrado por segunda vez—susurró—. Aunque fui un idiota por dejarte escapar la primera.

—En realidad fui yo la que te dejó escapar a ti—murmuré y lo miré a los ojos—. Pero creo que es mejor que no volvamos a hurgar en el pasado. Si algo hemos aprendido es que tenemos que mirar hacia delante y seguir creciendo juntos.

—Tienes razón—me levantó el mentón para darme un beso dulce—. Es mejor que te vayas a la habitación, da mala suerte que el novio vea a la novia antes de la boda.

Sonreí de lado.

—¿Vuelves a ser supersticioso, Griezmann?

—Soy precavido, viendo nuestro historial, cualquier cosa que pueda salir mal, va a salir mal.

Solté una pequeña risa y lo besé en los labios de nuevo. Saboreando nuestra última noche de solteros. Estaba deseando pasar el resto de mi vida a su lado.

La Promesa [Antoine Griezmann]Where stories live. Discover now