Epígrafe

29 2 4
                                    

Vamos a salir de esta, como salimos de todas.

De: Mi.

Para: Mi.

—¡Mas alto, Bella!

Sigo las instrucciones de Madame Leticia al pie de la letra, y en mi siguiente salto tomo más impulso sintiendo que vuelo al saltar y logro mi aterrizaje tal y como lo espero y vuelvo a ponerme de puntas.

Mi espalda se mantiene arqueada, y mantengo mis pies en punta haciendo movimientos ligeros con mis brazos y manos, espero unos segundos más, y cuando siento las manos de Elliot tomar mi cintura es cuando giro mi costado y le observo antes de que sus brazos comiencen a hacerme girar.

—¡Brazos arriba!—sigo instrucciones y con lentitud subo mis brazos.

Va desacelerando los giros y conforme lo hace yo bajo mis brazos con la misma lentitud.

—Y... Pose final.

Nos posicionamos en un perfecto attitude como lo hemos estado ensayando durante meses, y nuestros compañeros alrededor estallan en aplausos. O al menos la mayoría.

—¡Eso es todo!—estalla Madame Leticia, dando una palmada al aire.

Nuestros compañeros comienzan a salir, con sus maletines ya listos, nuestra presentación siempre es la última en ensayarse. Después de todo, será el momento exacto en el que nosotros robaremos el escenario al mis compañeros acabar la su coreografía.

Me doy la vuelta y salto sobre Elliot, riendo mientras me hace girar.

La tensión de mi cuerpo disminuye al instante, y es que mi felicidad tiene nombre y fecha marcados en grande, en pósteres que han comenzado a ser repartidos por la ciudad, y panfletos que son repartidos en parques a familias. En redes sociales llegando a manos de miles de personas de todo el país, y la venta de entradas en una pagina, cada vez son menos las entradas que quedan. Al igual que los días de espera.

Un recital.

Y la última presentación y la más importante lleva mi nombre por protagonista.

Madame Leticia da varias palmadas al aire que nos hacen detenernos, bajo de un salto aun con la felicidad y energía recorriendo por mi cuerpo.

Mis músculos duelen gracias a las horas de ensayo, pero una vez Madame Leticia hace sonar su "¡Eso es todo!" significa que todos los detalles han sido corregidos, y solo necesitamos continuar practicándolos y aprenderlos de memoria para el gran día.

—Iros a casa, descansen y mañana los quiero aquí a primera hora del día—nos dice a ambos, sonriendo.

Madame Leticia es una mujer agradable.

Su pequeña hija de dos años juega en una piscina de pelotas colocada para distraerla en una esquina del salón, suelta una risa cuando ve a su madre yendo hacia ella.

Me agrada mi "profesora" si es que así se le puede llamar, es una mujer joven que sabe cómo hacernos dar lo mejor de nosotros en el baile, pero separa el "pasatiempo" del "obligación."

Nos enseñó a disfrutar del ballet y no a sentirnos presionados por si un paso no nos sale a la primera.

Claro, en estas fechas también ha tenido sus momentos de exigencia, quiere que lo hagamos perfecto en el recital, pero también que nos divirtamos haciendo lo que más nos gusta.

—Gracias—nos despedimos de ella cuando toma su bolso y pañalera, comienza a salir del salón.

Cuando la puerta suena al ella salir, doy saltos de alegría.

—Detente, conejo—me para posando sus manos en mis hombros—. ¿Qué hay de tus padres?

Mi sonrisa se borra inmediatamente.

Suspiro y comienzo a jugar inconscientemente con mis dedos.

—Vendrá mi abuela...—susurro.

Suspira hastiado, y me envuelve en un abrazo.

—Detesto a tu padre, es decir, le agradezco porque tu saliste de sus huevos... pero... ¡Oye!—chilla y me suelta cuando piso su pie intencionalmente.

—No me das una buena imagen mental hablando de mi saliendo del aparato reproductor de mi padre—bufo, intentando reprimir una risa.

—Se dice pene, Bella—se inclina hasta mi altura—. Repite conmigo, pe-ne.

Rio y niego con mi cabeza.

—Esa es la forma vulgar de llamarlo—vuelvo a negar.

—Y también la más utilizada, anda, vámonos.

Tomo mi bolso y salgo junto a él.

Un pensamiento recorre una y otra vez por mi cabeza, mi padre no tardará en ver los anuncios y panfletos, mucho menos las redes sociales... donde mi nombre aparece en una pequeña letra al final. Pero aparece, y no es mi nombre lo que me preocupa, existen millones de Isabellas en el mundo. Me preocupa que mi apellido aparece allí, el apellido de mi padre, el que me ha pedido mil y un veces que respete y que no cometa una locura si habrá gente allí que lo reconocerá.

Isabella Saltzman Von Daurella.

Jackson Saltzman Von Daurella.

Mi padre.

El hombre que detesta que su nombre y apellidos se vean manchados en cualquier momento y circunstancia.

Una mierda para alguien que le encanta jugar en el barro, ¿eh?.

Caída libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora