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La semana terminaba lluviosa.

Intercambió libros entre su casillero y su mochila y se dirigió hacia la salida. La mayoría de los estudiantes se quejó de cómo la lluvia estropeó sus planes de fin de semana, pero eso no le importaba a Jennie. Tenía montones de tareas que hacer e ideas que preparar para el consejo escolar y la recaudación de fondos.

Apenas tuvo tiempo de pensar en si misma cuando llegando al vestíbulo de la escuela se encontró con ese humano.

Hizo su mayor esfuerzo por ignorarlo pero alguien como Rosé era difícil de ignorar. En especial cuando te encontrabas con la inusual imagen de ella recostada en el suelo y sólo su cabeza recargada en ese enorme bolso de gimnasio mientras miraba su celular casualmente.

Cualquier otro día la rubia la hubiera ignorado y se hubiera ido a casa, pero el panorama lucía extraño. Ya era tarde y si bien recordaba, los equipos deportivos no tenían práctica los viernes después de clase. Así que no había motivo para que la rubia se encontrara aún ahí.

-Es de mala educación mirar a las personas-

Y con eso cualquier duda o curiosidad se evaporó.

-Espera, ¿te irás?-

-¿Por qué? ¿También crees que vivo en la escuela?-

Rosé hizo una mueca que borró rápidamente. -Espero que ese paraguas se haga mierda.-

Se tiró de nuevo contra su bolso y Jennie se dirigió hacia la salida sólo para detenerse. Debió continuar e irse a casa, cenar y desetresarse con algún estúpido drama para después comenzar con sus deberes escolares.

Pero se detuvo y no pudo detener las palabras que salieron solas de su boca.

-¿Por qué sigues aquí?-

-Esperando, obviamente.-

-¿A tu madre?-

La miró como si Jennie hubiera dicho que el cielo era purpura. -A que deje de llover. ¡Hola! No soy masoquista como para querer provocarme un estúpido resfriado, prefiero esperar.-

Eran más palabras de las que se esperaba pero era una respuesta.

Miro a través de las ventanas. Se supone que la tormenta duraría hasta el anochecer así que si Rosé esperaba a que se detuviera se quedaría por horas. Y nadie, ni siquiera los irreverentes como Rosé se merecían estar más horas de las establecidas en la escuela.

Maldita sea su necesidad de una conciencia limpia. -¿En donde vives?-

La rubia respondió sin dejar de mirar la pantalla de su celular. Esperaba que la respuesta fuera algún lugar muy lejos de su camino. Esperaba que fuera alguna de esas partes lujosas de la ciudad para así poder hacer una broma acerca de llamarle a su mayordomo para que fuese por ella. Esperaba cualquier cosa pero para su sorpresa estaban bastante cerca y con eso vino la maldita empatía que tenía por naturaleza.

-¿Quieres ir juntas a la parada?-

Rosé finalmente la miró. -¿Qué?-

-Me queda de camino y tengo un paraguas.-

La mirada de esperanza en su rostro cambió a duda. -¿Es alguna especie de broma?-

-¿Por qué estaría bromeando?-

-¿Y por qué lo harías?-

-¿Y por qué tien - apretó los dientes para calmarse y funcionó por un momento hasta que vió esa fastidiosa típica sonrisa de mierda de Rosé. -Olvidalo.-

Abrió la puerta para irse y dejar sola a la otra chica.

-¡ESPERA!- Nunca, en todo el tiempo que la había conocido, la había visto moverse tan rápido. Ni siquiera durante sus partidos con la pelota a punto de tocar el suelo. -Iré.- Se puso su bolso al hombro y guardó el teléfono en su bolsillo. -Pero nada de burlas.- Advirtió mientras salía por delante de ella.

El guardián secreto《Chaennie》Where stories live. Discover now