II

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Holaaa. Antes de seguir quisiera explicar que los siguientes capítulos se encontrarán en completo desorden, sin lógica o relación alguna, aunque todos formarán parte de la novela cuando esté ya terminada. Los subo pues eso me ayuda a tener más orden y no perder las ideas que surgen en mi cabeza (pueden tomarlos como pequeños spoilers). 

Si algún fragmento te gusta o te parece interesante deja un comentario con tu teoría de lo que crees está pasando. No olvides votar!!!

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Vi a Darius entrar a uno de los cuartos que siempre estaban custodiados, lo seguí segura de que me dejaría entrar.

─ Este cuarto está restringido – me detuvo el guardia cuando alcancé la puerta.

─ Oh, lo siento – me disculpé con el guardia, alzando la voz lo suficiente como para asegurar que Darius me escucharía. – Yo... sigo olvidando cuales están permitidas y cuáles no.

─ ¿Cuál es el problema? – le preguntó Darius al guardia tras abrir una de las puertas por las que se asomaba un mueble circular al centro de la habitación.

─ Es mi culpa – actué avergonzada. – Te vi del otro lado del pasillo y quería preguntarte acerca de la reunión de esta tarde, esa que te preocupaba. Pero no noté que era una habitación privada.

El mostrar preocupación por él era siempre la salida fácil, pero al mismo tiempo la más efectiva.

Darius me sonrió y tomó mi mano entre la suya antes de girarse hacia el guardia. – Ella tiene permitida la entrada a todas mis aulas privadas, asegúrate de que todos estén enterados.

─ Sí su Alteza.

Ambos guardias hicieron una reverencia al tiempo que nosotros entramos a la habitación. Me dí cuenta de que el mueble que había notado antes era en realidad un mapa con relieve de todo el occidente, desde el gran océano hasta las montañas Wayward.

─ Bienvenida a mi escondite.

Me giré hacia Darius, estaba recargado en el marco de la pequeña ventana del lado derecho de la habitación con dos vasos llenos a la mitad con lo que parecía vino. Tomé uno de los vasos y lo imité quedando de frente a él.

─ Te ves preocupado – alcé mi mano lo suficiente para tomar la suya. – ¿Está todo bien?

Se giró hacía la ventana sin soltar mi mano y miró cómo el sol bajaba sin contestar.

─ Está bien, no tienes que contarme – con mi pulgar comencé a dibujar pequeños círculos en su muñeca – entiendo que hay cosas que te prohíben decir.

Su mirada se trasladó de inmediato a la mía.

─ Alguien está atacando a la guardia del Norte.

─ ¿Ladrones? – pregunte a pesar de que estoy tenía claramente el sello de Madre.

─ No, no se llevan nada. Pero hasta el momento han matado a 30 de nuestros hombres.

─ ¿Y cómo están tan seguros de que son los mismos? – Llevaba ya tres meses sin noticias de mis hermanos, cualquier plan que estuvieran llevando a cabo yo no estaba incluida.

─ Dejan la misma marca en el cuello de cada hombre – me soltó y se alejó deteniéndose frente al mapa – una daga de dos puntas.

Unos años después de que se forjara la hermandad, los líderes decidieron tener dos símbolos, una mano con garras para todos los asuntos internos e identificación, y una daga de dos puntas para todo aquello que involucrara a personas fuera de la hermandad. Ahora lo estaban utilizando para infringir miedo, pero pronto se convertiría en un símbolo de rebeldía y resistencia contra el gobierno de Vandraan.

─ Nadie ha reclamado las muertes, ni han llegado peticiones al castillo. No tenemos idea de que es lo que esos malditos quieren.

Me puse a su lado con tranquilidad. Sus nudillos eran blancos, y me sorprendía que el vaso de vino no se hubiera roto ya por la presión. Acaricié su mano y le quité el vaso antes de que este finalmente cediera y manchara mi vestido.

─ ¿Cómo están las personas del Norte?

Se sorprendió ante mi preocupación por los campesinos. Pude ver cómo ocultaba una sonrisa al ver que había alguien más que pensaba igual que él.

─ Asustadas. Solo nos han llegado unos cuantos reportes de cómo están las personas de los pueblos. Pero los pocos miembros de la guardia que sobrevivieron han logrado mantener el control y evitar que la noticia se propague más allá del río de cristal .

Rodee la mesa hasta llegar a la zona que representaba el norte.

─ Cuando aún era una niña, tuve un maestro que me contaba acerca de sus grandes aventuras enfrentándose a todo tipo de monstruos y bestias. Mencionó este río tantas veces que perdí la cuenta – toqué la fría madera pintada de azul claro. – Solía decir que de todos aquellos lugares que había pisado, ninguno se le comparaba en belleza.

Darius me observaba del otro lado del círculo, su sonrisa ya no contenía ni una sola gota del enojo que había tenido.

─ ¿Alguna vez has comprobado sus palabras?

Negué despacio, encogí mis hombros y bajé la cabeza ligeramente.

─ Antes de ordenarme venir aquí mi padre me tenía prohibido salir del castillo, temía que alguno de sus enemigos regresará buscando venganza. Así que, nunca creí realmente posible conocer los lugares de sus historias.

El galante príncipe se acercó en seguida ante la damisela indefensa y desamparada.

─ Yo te llevaré a todos esos lugares y más. Tienes mi palabra.

Le sonreí agradecida.

Charlamos, reímos e intercambiamos toques accidentales hasta que uno de los sirvientes nos avisó que pronto se serviría la cena.

Darius me escoltó hasta mi habitación, su mirada se detuvo en mis labios por unos segundos antes de dar un paso atrás y hacer una reverencia como despedida.

Solté un suspiro cuando por fin me encontré sola, y dejé escapar una pequeña sonrisa de satisfacción.

Así es como se manipula a un príncipe.

Vandran's KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora