Capítulo 5

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Y en ese momento, sus labios se unieron.

Empezó con un roce suave y calmado. Con cada beso, se conocían, perdían el miedo. Querían otro más y otro.

Los brazos de Natsu viajaron a su cintura, acariciando lentamente su espalda, pidiendo permiso. Lucy lo estrechó junto a su cuerpo, aceptando sus caricias.

Poco a poco, sus pasos los fueron llevando hasta el camarote cerrado con llave. Al separarse, Lucy cogió la llave de entre sus pechos mientras el capitán seguía sus movimientos, completamente embelesado. 

Ella se giró para abrir la puerta con manos decididas. Natsu no perdió la oportunidad de abrazarla por la espalda. Un suspiro sorprendido de la rubia hizo que él se separase de ella. 

No quería incomodarla y mucho menos hacer algo que no quisiera. Pero Lucy sabía lo que quería. Con la puerta del camarote abierta, se enfrentó a Natsu para tomar su rostro entre las manos y besarlo con pasión.

Aquel gesto decidido de Lucy no dejaba lugar a dudas. Y Natsu olvidó las posibles dudas que ella pudiera tener y la llevó, paso a paso al lecho que esperaba dos nuevos amantes.

A puerta cerrada, esa noche de estrellas escucharía los suspiros secretos susurrados entre besos y caricias llenas de pasión y ternura.





La estancia quedó cálidamente iluminada por el tenue resplandor de las velas que Natsu se levantó a encender para la ocasión. Los tesoros dorados y las piedras preciosas brillaban a la luz de su fuego. El capitán no tardó en regresar entre las sábanas al abrazo de la mujer que lo esperaba. Una vez juntos, ambos suspiraron satisfechos. Entonces, sin más preámbulo, Natsu preguntó:

- ¿Te apetece escuchar una historia? - Lucy asintió con la cabeza.

En respuesta, Natsu se aclaró la voz y comenzó a relatar con voz suave:

>> Érase una vez una familia muy rica. Pertenecían a la nobleza y no había nada que ellos quisieran que no tuvieran. Un día, quisieron tener un varón que heredase sus riquezas, y engendraron un niño. 

Estaban encantados con él y lo colmaron de todo cuanto quiso. Aunque aquel niño no pedía mucho. Solo lo que necesitaba, ya que no era especialmente caprichoso. Aún así, sus padres le dieron de todo y más. 

A medida que fue creciendo, lo iban instruyendo en los modales de la corte. El pequeño intentaba asimilar las formales posturas y los finos modales en la mesa. Se esforzaba en memorizar para qué servía cada cubierto. Aprendía de ilustres maestros el arte de conversar con fundamento. De su padre, aprendió a cazae y la estrategia que conllevaba jugar una partida de ajedrez. El niño quería agradar a sus padres, pero nada de lo que hacía le gustaba realmente.

Hasta que un día, su padre lo llevó consigo a presenciar el desembarco de un duque muy importante. El niño quedó fascinado por aquel imponente invento. 

Al llegar a casa, se enfrascó en la lectura de aquello que vió en el puerto y se hacía llamar barco. Descubrió que había de muchas clases y tamaños. Se pasó leyendo días leyendo sobre ellos. También sobre las personas que iban en él. Ellos hacían que el barco funcionase. Quiso saberlo todo. Había encontrado algo que realmente le apasionaba.

Por desgracia, descubrió que sus tareas como hijo de un noble no consistían en pasar el día entero en la biblioteca. Él tenía que centrarse en los modales y las normas de la corte. Sus padres querían presentarlo a la sociedad lo antes posible y era necesario que él supiera comportarse. El chico seguía aprendiendo las costumbres y la etiqueta hasta que un día hubo una gran reunión en casa. 

Él puso en práctica todo lo aprendido. Sus padres lo elogiaron por su perfecto comportamiento. Muy contentos, les hicieron saber a su hijo que los invitados habían quedado gratamente sorprendidos. Pero fueron unos nobles en concreto los que quisieron que el joven se prometiera con su hija, de igual edad. Y sus padres aceptaron, encantados.

Natsu se fue a la cama con la horrible sensación de que aquel iba a ser su futuro: algo que no había elegido. Esa noche, había comprobado que poner en práctica las enseñanzas de sus padres solo serviría para llevarlo a un destino que él no quería. Él, siendo sólo un niño quería jugar, pasarlo bien, aprender de barcos y soñar algún día con subir a alguno. Pero su familia no quería eso para él.

Aún siendo un niño bueno y educado, lo que más ansiaba era ser libre y comprendió que jamás lo sería entre aquellos muros.

Esa misma noche, cogió sus ropas más sencillas, las echó en una bolsa y se fue.

Era un chico valiente, rebelde e inteligente. Se las supo apañar para llegar al puerto en plena noche. Siendo ágil y escurridizo, se movía entre la gente sin llamar la atención. Tras quedarse mirando los barcos amarrados en el puerto, eligió el que más llamó su atención: un gran buque cuya bandera tenía un símbolo alado.

En plena noche, ningún miembro de la tripulación de ese barco se dió cuenta al zapar que había un miembro más. Un niño pequeño de poco más de diez años, se escondía entre las provisiones de alimentos. Él se creía listo, pero el capitán lo era aún más. Y viendo aquel pequeño polizón en su barco, hizo lo que no se esperaba de él: lo acogió como un miembro más de su tripulación.

Con paciencia y dedicación, el niño se fue convirtiendo en hombre aprendiendo las enseñanzas de su capitán. Un día, decidió darle su sombrero y con él, el liderazgo del barco. El capitán había sido llamado al sueño eterno. Desde entonces, el nuevo capitán se hizo con las riendas del barco, sin olvidar las enseñanzas del que fue su maestro.

- Y fin

Lucy aplaudió entusiasma, asimilando y sacando conclusiones.

- Así que eras hijo de la nobleza y tu solito has llegado hasta donde estás ahora - Natsu hinchó el pecho en señal de orgullo.

- No está nada mal para lo que empezó siendo un niño mimado.

El Corsario del CieloWhere stories live. Discover now