CAPÍTULO 7

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SEGUNDO DÍA

Mientras iba hacia el comedor esa mañana, decidió quedarse a desayunar ya que había conseguido evitar encontrarse con el rubio durante el trayecto—pensando que quizá la buscaría en el mismo lugar que ayer y así podría comenzar el día tranquila.

Algo que no duró mucho, ya que poco tiempo después se vio interrumpida cuando la figura de alguien —a quien rápidamente reconoció por el rabillo del ojo—, se sentó a su lado. Ninguno se dignó tan siquiera a mirar al otro.

—¿Ya se te ha pasado el enfado? —dijo finalmente Sabine.

—Nunca dije que estuviera enfadado.

—Además de molesto, ¿eres bipolar?

—Tenemos una apuesta, la cual pienso ganar. Pero no por eso vayas a creer que me gustas o me caes bien—respondió secamente—. No te equivoques, Saire.

Sabine se llevó la mano al pecho, fingiendo dolor.

—Oh, has herido mis sentimientos.

—Sigue jugando y verás lo que sucede —advirtió. Se inclinó hacia ella—. Pero eh, ya sabes dónde sí podemos jugar...

Sabine se apartó al instante en desagrado.

—Sigue soñando, Battista.

Se levantó y partió del comedor. Intentó perderse por los pasillos, darle esquinazo y creyendo que la dejaría en paz, pero pronto descubriría que fue tras ella.

—Eh —exclamó Dacre, tomándola de la muñeca para detenerla y Sabine giró sobre sus pies. Ella, una vez más, rodó los ojos antes de volver a mirar al rubio.

—¿Qué quieres, Battista? —preguntó de mala gana.

—Hacerte compañía.

Comenzó a andar de nuevo. Él la siguió.

—¿Sabes? Tus trastornos de personalidad son como trallazos. Pasas así... —Chasqueó los dedos—. De ser antipático a ser simpático.

—¿Y cuál de los dos prefieres? —inquirió, rodeándola con el brazo por los hombros.

Sabine lo apartó rápidamente.

—Ni se te ocurra tocarme de nuevo —amenazó. Su ceño se arrugaba, ya exhausta del rubio desde tan temprano.

Él soltó una pequeña risa al verla así.

—Oh, vamos, Saire. Suéltate de una vez. Sabes que quieres hacerlo. —Se acercó a ella despacio, ladeando ligeramente su cabeza.

Sabine suspiró.

—Sí... Reconozco que... —dijo, acercándose también—. Desde aquél día en Defensa noté algo... —Él asintió a modo de pregunta, a lo que ella respondió del mismo modo con una pícara sonrisa; viendo que Dacre seguía acercándose más y más a ella. Sintiendo su respiración junto a la suya, no lo dudó. Llevó su mano hacia su entrepierna y apretó con fuerza—. Noté lo imbécil y repugnante que eres.

Lo soltó, dispuesta a escapar esta vez.

Retorciéndose de dolor, Dacre observó a Sabine alejarse. Pero sonreía. La maldijo, la maldijo para sus adentros y a su vez convirtiéndose aquél juego que ambos parecían tener en algo emocionante—provocando en él todavía más ganas por ganar dicha apuesta.


***


Apenas hubieron clases ese día. Si algo bueno tenía estar en último año era que dos días a la semana tan sólo tenían tres horas de clase, y el resto horas libres para aprovechar y prepararse para los exámenes de acceso. Como ella no tenía ninguna asignatura extra ese curso, pasó la tarde en la biblioteca estudiando —creyendo que alguien como él nunca pisaría un lugar así.

Tras una tarde idílica decidió volver a su cuarto. Atravesó el salón del ala Este y sus ojos, sin pretenderlo, encontraron los de Dacre. Algo de lo que se arrepintió al instante, ya que comenzó a andar más deprisa para llegar cuanto antes a su dormitorio.

Fue a cerrar la puerta nada más entrar, pero una mano se interpuso. Se abrió de nuevo y apareció él con una sonrisa ladeada; llena de intenciones.

—Oh, Dios. ¿Otra vez tú?

—Eh, yo sé que me has echado de menos —comentó mientras entraba en su cuarto y observaba este—. ¿Cuándo pensabas invitarme?

—Déjame pensar, eh... ¿Nunca?

Ignorándola completamente, Dacre continuó andando por su dormitorio; investigando. Alcanzó la cómoda, abrió el primer cajón y sus ojos se ensancharon al ver lo que encontró.

—Toma ya. —Sacó la ropa interior de esta, alzándola—. Me encantará arrancarte uno de estos, Saire. Póntelos mañana.

—Dacre, para. Dacre... —dijo yendo hasta él y de un tirón le sacó la ropa interior de las manos—. ¿A qué has venido? —Sacudió las manos, notando la molestia emanar.

—Ya te lo dije, a hacerte compañía. —Se encogió de hombros y la miró divertido.

—Más que compañía, me causas molestia, Battista. Maldito el día en que acepté hacer una estúpida apuesta contigo. —Rodó los ojos en un resoplo—. Menos mal que ya casi han pasado dos días y pronto podré librarme de ti.

—No te mientas a ti misma —aseguró, acercándose a ella y lentamente acortando el espacio entre ellos—. Porque antes de que finalicen los siete días vas a estar gritando mi nombre... y de placer.

—Sí, cuando seas atropellado por un tren.

En un impulso, molesto, empujó a Sabine por los hombros haciéndola retroceder hasta chocar con la pared. Sabine sonrió con malicia, atrapada. Si algo había descubierto era que sacar de quicio a Dacre Di Battista resultaba extrañamente excitante dado lo fácil que era.

—No te atrevas a hablarme así otra vez —gruñó. Sabine podía sentir el aliento de Dacre contra ella de lo cerca que estaban el uno del otro—. Realmente consigues ponerme de los nervios.

—¿Y qué hará Dacre Di Battista al respecto? —preguntó divertida. No temía en absoluto a Dacre.

—Podría callarte... —Bajó la mirada hacia sus labios un instante antes de volver a sus ojos—, pero me gustará más verte suplicar que lo haga —terminó de susurrar, apareciendo al instante una malévola sonrisa en su rostro. Mantuvieron la mirada, como si tratasen de leer al otro, hasta que Dacre la liberó y se dispuso a irse—. Nos vemos mañana, Saire.

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⏰ Last updated: May 01 ⏰

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