Alfa

351 30 16
                                    

Despertó.

No entendía que pasaba, su cuerpo se sentía pesado y su cabeza estaba nublada por un incesante mareo que no parecía natural, pero aún así sabía que algo no estaba bien. No sabía qué, pero algo no estaba bien.

Espero. Primero un minuto, y luego fueron dos, hasta que llegados los diez minutos el peso de su cuerpo se aligero y su mente nublada pudo pensar correctamente otra vez. Se sentó notando no solamente que se encontraba al aire libre sobre césped bastante maltratado, también estaba desnuda. Rápidamente se cubrió como pudo usando sus brazos y piernas esperando que nadie llegara a verla, pero no había nadie que la viera.

En ese lugar sólo estaban ella, la naturaleza, y el extraño conjunto de armadura a sólo unos pocos metros. Entonces se dio cuenta de otra cosa, en el borde de su visión una cola de pelo plateado se asomaba valientemente. Pensó que podría tratarse de algún animal que se acercó durante su descuido pero por más que esperaba, no llegaba ningún ataque.

Se dio media vuelta, creyendo que su atacante querría verla consumida por el miedo, pero ahí no había nada. Miró hacia abajo y se encontró que esta cola de pelo platinado en realidad salía de su cintura. Se movió como pudo, arrastrándose hasta chocar con la dura corteza de uno de los tantos árboles que la rodeaban, lastimando su espalda expuesta y desatando la melena de plata que ahora era su cabello. No entendía que pasaba, no entendía que hacía en ese lugar, pero sabía que no debía estar ahí.

Se sostuvo la cabeza cuando un intenso dolor la atacó trayendo consigo una serie de recuerdos que por alguna razón parecía haber olvidado. Su vida entera estaba volviendo a ella, pero no parecía estar completa, pues al pensar en su nombre sólo apareció una palabra: Tammy.

Pasados unos momentos el dolor finalmente cesó, dejándola pensar claramente otra vez. No sabía cómo o porqué estaba aquí, pero sabía que no debía de hacerlo, este no era el lugar donde debía estar. Pasando la mano sobre su cabeza, temerosa de todo lo que podría pasar de ahora en adelante, sintió un par de orejas. Afiladas, felpudas y bastante grandes, muy similares a las orejas de un gato.

Tammy decidió no pensar no pensar en ello, ya tenía demasiado en la cabeza para agregarle eso.

Se quedó ahí, recostada sobre el tronco del árbol contra el que había chocado simplemente dejando el tiempo pasar, sin saber qué más hacer. Pronto, una brisa de aire frío le recordó que no tenía nada con lo que cubrirse, viendo ahora la cercana armadura con bastante interés.

Escrudriñando encontró ropa interior extrañamente de su talla junto a una muy grande túnica que parecía servir como protección ante el frío metal de la pechera. Además de eso tenía protectores para brazos y piernas y si alguien preguntase jamás le contaría que se confundió y se las puso al revés. Eso era algo que había decidido llevarse a la tumba.

Estando vestida se encontró con que aún quedaba una gran mochila de apariencia extraña. En lugar de estar hecha de la clásica tela que se pone pesada al mojarse, esta en realidad estaba hecha de metal, pero lo más sorprendente fue la ligereza de esta cuando intentó cargarla. Era igual que cargar con una bolsa de supermercado vacía, casi no tenía peso.

Además de todo, en la parte superior tenía un ligero undimiento, como si estuviera hecho para cargar algo ahí.

Sin una respuesta aparente a la vista, Tammy reviso el contenido solo para llevarse la enorme sorpresa de que en el interior estaba llena de armas y municiones. Muchas desconocidas, pero otras como la escopeta que tenía en mano se le hacían bastante familiares. No porque tuviera recuerdos de ella, sino que parecía que tenía cierta relación con ella, como si hubiesen pasado por mucho juntas.

Las aventuras de la gata y el perroWhere stories live. Discover now