CORAZONES ROTOS Y FRASCOS CON BESOS

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Parte 2

—¡Aquí estoy! Vine temprano de la escuela para verte.— Mi abu levantó un dedo y me tocó la punta de mi nariz.

—Esa es mi niña

Como respuesta, sonreí de oreja a oreja.
—Solo quería que me visitaras un ratito. Siempre te siento mejor cuando la luz de mi vida se sienta a mi lado y me cuenta algo.

Volví a sonreir porque yo era la luz de su vida, la niña de sus ojos. Siempre me decía esas cosas. Abu me confesó en secreto que eso significaba que yo era su favorita, pero también me advirtió que el secreto tenía que guardarmelo para mí misma para que mis primos y mis hermanitas no se pusieran tristes. Era muestro secreto.

De repente, unas manos me tomaron de la cintura y mi papá me levantó para que me sentara en la cama junto a abu. Ella me tomó de la mano y me apretó los dedos, pero lo único que note era lo fria que estaba la suya. Respiraba profundamente, pero sonaba raro, como si algo crujiera en su pecho...

—Abu, estás bien? —pregunté y me incliné para darle un beso en la mejilla. Normalmente olía a tabaco por todos los cigarros que se fumaba, pero ese día no olía a humo en absoluto.

Abu sonrió.

—Estoy cansada, chiquilla. Y... —Volvió a respirar y cerró los ojos un momento. Cuando los volvió a abrir, cambió de posición en la cama y dijo: —Y voy a estar lejos un tiempo.—

Frunci el ceño.

—¿A dónde vas, abu? ¿Puedo ir contigo?-Siempre nos ibamos juntas a la aventura.

Ella sonrió, pero negó con la cabeza.
—No, chiquilla. Tú no me puedes acompañar al lugar a donde voy. Todavía no. Pero algún dia, dentro de muchos años, nos volveremos a ver.

Detrás de mí, mi mamá sollozaba, pero yo sólo miraba fijamente a mi abu, confundida.

—Pero a dónde vas, abu? No entiendo. —A casa, amor—respondió— Me voy a casa.

—Pero estás en casa—repliqué.
—No.—Abu nego con la cabeza—, Esta no es nuestra verdadera casa, chiquilla. Esta vida... pues es una gran aventura mientras estamos en ella. Una aventura que tenemos que disfrutar y amar con todo nuestro corazón antes de emprender la mayor aventura de todas.

Abrí los ojos con emoción, pero después me sentí triste. Muy triste. El labio inferior me empezó a temblar.

—Pero somos mejores amigas, abu. Siempre vamos juntas a nuestras aventuras, no te puedes ir sin mí.

Las lágrimas empezaron a caer de mis ojos y a rodar por mis mejillas. Mi abu alzó la mano que tenía libre para limpiármelas. Estaba igual de fría que la mano que yo le estaba sosteniendo.

—Es verdad que siempre vamos a las aventuras juntas, chiquilla, pero esta vez no.

—No te da miedo ir sola?—pregunté, pero mi abu sólo suspiro.

—No, chiquilla, no siento ningún miedo. Nada me da miedo.

—Pero no quiero que te vayas—rogué, empezaba a dolerme la garganta.

Abu dejó su mano en mi mejilla.
—Todavia vas a verme en tus sueños. No es una despedida.

Parpadeé y después volví a hacerlo.
—¿Como cuándo tú ves a abuelito? Siempre dices que te visita en sueños. Habla contigo y te besa la mano.
—Exactamente así —afirmó. Me limpié las lágrimas. Abu apretó mi mano y miró a mi mamá, que estaba detrás de mí.

Cuando volvió a verme, dijo: —Tengo una nueva aventura para ti para cuando yo no esté aquí.—

Me quedé quieta.

A thousand Kisses Where stories live. Discover now