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JungKook era hijo de soldados de la reina, habían servido en múltiples ocasiones y fueron llevados a la muerte en una de sus últimas batallas, donde el resto de sus compañeros de guerra vencieron con gran orgullo. La reina prometió cuidar y velar por la vida de los hijos de todos aquellos que dieron la vida defendiendo su reinado, así que, aunque fuesen presentados como Omegas, ellos podían elegir si permanecer en el castillo o vivir en las faldas de los senderos, donde se asienta el enorme pueblo.

El pequeño pelinegro había sido alguien curioso para la joven reina desde que lo vio correteando detrás de sus hijos como si fuesen amigos, tenía entendido que los cachorros de los criados se quedaban en las casuchas a las afueras del castillo y ver a un cachorrito con ropas sucias y cara llena de barro le hizo pensar que tal vez esa no era la forma correcta de criarlos.

Así que se construyeron habitaciones extras en el castillo, fue la más grande reforma que había tenido.

JungKook y TaeHyung eran muy cercanos cuando el más pequeño se trasladó al castillo, salían juntos a estudiar y regresaban jugando para luego pasar el resto del día vagando por las instalaciones de la enorme fortaleza. Y a la reina no le pareció mal.

Pero ahora, tres meses después de la presentación de su hijo menor como Omega, JungKook lo hacía también del mismo modo.

Encerrado en una habitación y aislado de todos yacía el pelinegro escondido entre las mantas blancas, se sentía la peor persona del mundo allí abajo. Alguien vulnerable y débil, cualquier Alfa del castillo podía romper el candado que le mantenía seguro y tomarlo a la fuerza, no habría nadie que pudiera defenderle.

Era común que las presentaciones de Alfas y Omegas ocurrieran continuamente entre los empleados, así que estaban acostumbrados a que la voz corriera entre todos hasta hacerla llegar a los príncipes e incluso a la reina, quienes no podían hacer nada para mejorar sus estados de celo. Se pedía siempre que les dieran su espacio y que las relaciones forzadas serían causa de expulsión del castillo, pero aún así ocurrían sin que nadie se diera cuenta.

JungKook temblaba arropando su cuerpo, trataba de esconder el rico aroma que su dermis desprendía y todos sus esfuerzos por mantenerse cuerdo se estaban yendo al garete, sobretodo por que su mente le dejaba estragos de TaeHyung en su misma situación. El bonito chico que suspiraba con deseo y se derretía entre sus brazos, ese que tuvo que bañar en una bañera enorme y perfumada de su esencia natural.

Jeon recordaba su olor como si sus sábanas lo tuviesen impregnado, podría ser simplemente producto de su desespero.

Su habitación no era comparable a la del príncipe más pequeño, pero no era lo peor del mundo. Contaba con lo necesario y él solía ser muy ordenado con sus cosas, hasta que ese día llegó.

Recuerda sentirse mal desde el amanecer, por su frente se pintaban gotitas brillantes de sudor y sentía cada trozo de su piel arder ante el contacto de la tela de su cama. Tuvo que tomar un baño de agua fría a las tantas de la madrugada, aún no salía del todo el sol y tiernas estrellas le contemplaban a lo lejos, la luna caprichosa no se quiso dejar ver.

Aún así tenía que servir en el castillo, saliendo de su ensoñación para prepararse. Tenía que vestir con ropas sencillas que todo lacayo portaba, así que una camisa blanca de lino y pantalones negros era lo que conformaba su uniforme, a aquellas prendas se le añadían pequeños detalles como el cinturón ciñéndose a su cintura y un pañuelo negro funcionando como corbata en su cuello. No había diferencias entre alfas y Omegas así que todos lucían iguales antes los miembros de la familia real.

El olor era lo que activaba los instintos de cada uno.

El joven pelinegro servía al mayor y al menor de los príncipes, mantenía una relación difícil con el Alfa mayor y debía tener mucho cuidado con él casi siempre. Era un tipo desvergonzado que alardeaba de su futura postura en la realeza, como si el reinado de su madre estuviera a punto de llegar a su fin para coronarle a él.

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⏰ Last updated: Mar 06 ⏰

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