Epílogo

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Pensar en qué una mañana pudiera despertar y Kuea ya no estuviera a su lado, había dejado de ser una preocupación luego de ese crucial día.
Algunos años después, en la mañana de Navidad, Lian despertaba junto al hombre que amaba. Para su buena dicha, gracias a la decisión que tomó y a la promesa que si cumplió, ahora era él quien estaba junto a ese Kuea que había triunfado en la música, tal como soñaba cuando solo era un adolescente.
Verlo dormir tan plácidamente, luego del concierto a beneficio que había ofrecido el día anterior, era toda una bendición.
El tiempo había transcurrido, y aunque algunas cosas escaparon de sus manos, al menos pudo compartir esas últimas Navidades junto a su familia. Estaba agradecido de que su padre pudo llegar a conocer también a su nieto antes de partir.
Aquel pequeño niño revoltoso que había llegado a sus vidas para alegrarlas aún más. Podía escucharlo en la sala, intentando adivinar qué era cada regalo que había bajo el árbol.
Con cautela fue incorporándose de la cama, para no despertar a su amado esposo. Deslizó un tierno beso en la frente de Kuea, y éste por el cansancio ni siquiera se percató de ello.
Lian se levantó de la cama con una amplia sonrisa en su labios, feliz de estar aún a su lado y saber que, una vez que atravesará ese pasillo, se encontraría con el otro motivo de su alegría. Desde la parte superior de la casa, podía observar al niño feliz con uno de los regalos que tenía en manos, si bien no lo había abierto casi podía adivinar lo que era.
Amaba esa inocencia que aún conservaba, y esperaba que la mantuviera por al menos un tiempo más.
Como su gran cómplice bajó las escaleras hacia su encuentro.
—¡Juro que no abrí ninguno! —fue lo primero que dijo el niño.
—Lo sé, porque dijimos que los abriríamos los tres juntos, como de costumbre.
—Así es, pero… —desvió su mirada hacia el piso superior—. ¿Papi se va a demorar mucho más en levantarse?
—Podríamos dejarlo descansar un poquito más —le sugirió Lian, haciendo una señal de diminuto con su dedo índice y pulgar—, mientras nosotros preparamos el desayuno. ¿Qué te parece?
El niño hizo una mueca, pensándolo y terminó por acceder a esa sugerencia.
—Pero no creo que se ofenda si abrimos uno solo, pequeñito —le propuso el mayor.
Con la intención de consentirlo un poco en lo que creía que sería una espera de al menos una hora, hasta que Kuea despertara. Le entregó uno de los regalos, y lo dejó entretenerse con el mismo, mientras él preparaba el desayuno para los tres.
De aquella extraña noche pocos recuerdos quedaban, aunque estaba agradecido a lo que todavía pensaba había sido una jugarreta de su imaginación. Sin embargo, algunas dudas quedaban de aquel suceso fuera de este plano terrenal.
Dudas que aunque quisiera no resolvería, pero aquellos tres que lo observaban estaban satisfechos por el trabajo bien hecho. Habían conseguido cumplir con el deseo de tres personas, y ahora podían observar los frutos de aquel sueño que cada uno de ellos tres tenían.
De un Kuea que anhelaba pasar sus días junto a Lian y construir un hogar con él. De un Lian que deseaba hacer feliz a su amado Kuea cada uno de sus días. Y de un niño que, sin conocerlos, había soñado con tener una familia tan unida y afectuosa, como sus actuales padres le había podido proporcionar.

AU Cutie Pie: Especial Navidad 2022Where stories live. Discover now