🔍 • 4. Raro • 🔎

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Evelyn

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Evelyn

-44 días.

Esto es difícil.

Lo que estaba tratando de hacer, no terminaba de convencerme.

Al menos, no del todo.

Es que, ¿cómo se me ocurre venir e intentar dibujar sentada en una azotea de un edificio abandonado?

Estaba demás decir que llevaba así desde hace años, ¿pero tenía miedo de ello? No, para nada. Ese tipo de cosas no me asustaban. Sí no me asustaba la muerte misma, ¿cómo podría asustarme la idea de estar en una edificación vieja y en la que ocurrieron cosas turbias con anterioridad?

Bueno, si lo colocaba de esa manera, me ponía a pensar... pero seguía sin generarme un poco de miedo.

Como dicen: «Siempre hay que tenerle más miedo a los vivos, no a los muertos».

Y ya creía que sí.

—¡Carajo, no me sale! —murmuré.

Boceteaba en mi cuaderno lo que podía ver desde aquí. Para ser honesta, a ésta hora no había mucho que pudiera hacer. Era de mañana, muy de mañana, y resulta que me daba risa cómo había terminado aquí: temprano leía un poco, me dije que bastaría adelantar unos cuantos capítulos del libro con dos horas de tiempo, pero no. Se hicieron las cuatro y se me ocurrió que era una buena idea salir a caminar un poco. Estuve deambulando alrededor de una hora y como vi la puerta trasera de éste edificio medio abierta, terminé aquí; dibujando el amanecer que poco a poco se creaba en el cielo, dejando atrás las bellas estrellas y una inmensa luna brillante.

Sabía que no era buena para dibujar los paisajes, tampoco para edificios y casas, pero intentaba hacerlo. Intentaba demostrarme a mí misma que si podía, por lo menos trataba de hacerlo lo más parecido posible; lo más parecido que podía mi visión captar.

—Esto lo hago por ti, mejor amiga. Lo hago por ti. —Admiré mi hoja. Fruncí el ceño, detallando mis trazados.

Suspiré, irguiéndome.

Ya era hora de irme.

Tomé mi cuaderno, mis lápices de dibujo y los metí en mi pequeño bolso en los que los traje. Me lo coloqué en el hombro y empecé a bajar por las escaleras laterales. Sí, para llegar a la azotea, el edificio tenía unas escaleras por fuera que sólo llegaban hasta aquí. Al acabar el último escalón de metal, cerré de mi abrigo y emprendí el camino a mi edificio. Ésta mañana hacía frío, más que los otros días.

Los cambios climáticos son un poco raros, ¿verdad? Aún viviendo toda mi vida en ésta ciudad, no me acostumbraba al clima.

Creo que eso tenía un nombre.

Más tarde lo averiguaré.

Una ventisca me dió de lleno en todo el rostro al desviarme en una esquina. Necesito llegar a mi departamento cuanto antes, ¡está haciendo un frío de los mil demonios y siento que hasta los vellitos de mi entrepierna se congelarán!

SOBREVIVIENTES [El código: REZM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora