7- Una Rosa Azul

108 27 2
                                    

Era inevitable que los latidos de su pecho no lo guiaran para aquel temido lugar, sin importarle el peligro que corría, su obstinado corazón le demandaba volver cada noche.
Las primeras veces creyó que el motivo era la belleza de aquellas delicadas y peculiares rosas rojas hasta que por motivos que él llamaba destino, comprendió que lo que en verdad dejaba cautivo a su corazón era aquel pálido príncipe que le era indiferente cada que él cruzaba las altas paredes que encerraban el castillo.
Aquella noche cálida de primavera había salido ligero, tan solo pasaron unos cuantos días desde su llegada al reino y su impresión sobre aquel lugar no disminuía ni un poco, revisando entre su cosas había encontrado la rosa azul que cortó en su camino, estaba un poco marchita por la falta de agua pero seguía siendo hermosa. Sus pensamientos se posaron en el príncipe del reino y que al ver una flor que no fuese del tipo que acostumbraba observar con amargura cada momento de sus días, tal vez le agradaría de alguna forma si se la entregaba.
Caminaba escabullido entre los árboles que rodeaban la parte trasera de los muros, tratando de hallar el hueco por el cual ingresó esas veces, con la rosa en una mano y tratando de mover los escombros con la otra, logró ingresar con sigilo.

Allí estaba, en su balcón contemplando el fugaz cielo nocturno. Su aguda visión percató que de aquellas mejillas corrían lágrimas y esos oscuros orbes se encontraban sin brillo aunque la luminosidad de la luna diera contra ellos. Se quedó observando aquellas delicadas facciones cargadas de pena, de alguna extraña manera su corazón se contraía como si sintiese el pesar de aquel joven.

La mirada del príncipe bajó, denotando su obvio malestar. Su corazón de cenizas comenzó a arder cuando vio a aquel caballero parado bajo suyo, en el jardín, sosteniendo en sus manos una rosa, una rosa azul.

Y una chispa saltó de él, pasándose cual electricidad al corazón del otro, encendiendo algo que pensaron se había extinto hacía ya tiempo. Y sonrieron, el uno al otro, como si fuesen de toda la vida.

Aquella noche cálida de primavera, un caballero le entregó a un príncipe una rosa azul.
Aquella noche con la luna de testigo, por primera vez ese príncipe bajó y arrancó una rosa roja, sin odio ni rencor, y se la entregó a aquel caballero.
Aquella noche, a perspectiva de ambos, la luna brilló más que cualquier momento de su existencia, solo para alumbrar las siluetas de ambos entre la densa oscuridad.

Y sintieron como algo en su mundo cambiaba.
Ya no era tan malo.

The Truth Untold - HyunHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora