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Después de los acontecimientos del día anterior Sana se encontraba en el supermercado comprando algunas cosas que en su casa hacían falta, escondía las heridas de su rostro que su esposo le había causado, bajo un cubrebocas y un par de gafas oscuras.

Con pocos ánimos la coreana se dirigió a la caja para pagar por lo que se llevaría y finalmente salió para regresar a casa y preparar algo de comida para su esposo si es que no quería enojarlo cuando este llegara del trabajo, había aprovechado su salida para comprar los ingredientes necesarios para cocinar la comida favorita de WooShik con el propósito de que este no siguiera molesto con ella por haberle fallado nuevamente al no haber podido darle un hijo.

Caminaba tranquilamente a casa pasando por un parque cercano a esta cuando accidentalmente alguien la derribó mientras corria tirando al piso junto con ella todos los ingredientes que había comprado para la comida de su esposo.

—¡Oh dios mío, lo siento tanto! — La persona con la que se había estrellado se disculpó agachándose para ayudar a Sana a levantarse.

—Está bien— Sana le restó importancia mientras miraba las verduras que le servirían para aquel almuerzo tiradas en el piso.

—No lo está, tiré tu comida— La extraña chica de ropa deportiva aseguraba mirando las cosas en el piso.

—En serio no tienes que preocuparte, los accidentes pasan— Sana insistió dándose media vuelta con la intención de volver al supermercado y comprar de nuevo los ingredientes.

—Por favor, déjame comprarte de nuevo lo que te tiré— La contraria insistió comenzando a seguir a Sana.

—Bueno— Sana asintió sin ánimos, gracias al estado tan deplorable en el que se encontraba la coreana, no tenía ganas de discutir para hacerle entender a la contraria que no estaba enojada.

Ambas caminaron hasta llegar al supermercado con Sana guiando a la extraña hasta el lugar en donde se encontraban los ingredientes que necesitaba y en silencio los tomó.

—Déjame ayudarte— La contraria se ofreció al ver a Sana intentar alcanzar una bolsa de fideos de un estante.

Y Sana hizo una pequeña reverencia para agradecer sin el menor animo por hablar.

La contraria lo entendía, pues creía que estaba enojada con ella por haberla tirado y con ella su comida mientras corría para ejercitarse.

—Tzuyu— Se presentó la chica con ropa deportiva —Me llamo Chou Tzuyu y lamento lo que pasó.

Sana asintió.

—¿Cuál es tu nombre? — Tzuyu preguntó al ver la forma tan desinteresada en la que la menor se portaba.

—Sana.

Tzuyu asintió ante aquella cortante respuesta.

—¿Tienes apellido?— Insistió siguiéndola por los pasillos de comida.

La menor asintió.

—Bueno ¿Y cuál es?

—Minatozaki— Volvió a responder cortante, no era para menos, ella seguía triste por lo que había sucedido con su esposo.

—Lamento lo que pasó, no fué mi intención lastimarte o tirar tu comida, soy nueva por aquí, estaba haciendo ejercicio y...

—Ya dije que está bien—Sana la interrumpió yendo a la caja para pagar por sus cosas.

Y Tzuyu bajó la cabeza, ella aún se sentía culpable creyendo que el mal humor en la contraria era su culpa.

–¿Efectivo o tarjeta? — La cajera preguntó cuando terminó de pasar por la caja las cosas de Sana.

—Efectivo...

—Tarjeta— Tzuyu respondió al mismo tiempo que Sana —Tarjeta— Tzuyu insistió dando su tarjeta a la cajera —Te dije que yo lo pagaría— Le recordó a Sana notando como esta asentía sin ánimos.

Y cuando la cajera terminó de cobrar Sana salió del supermercado sin decir nada más, no tenía ánimos de nada, su cuerpo dolía además de su corazón, el maltrato que recibía la había dejado así y ella no podía hacer nada para olvidarlo tan fácil.

—Déjame ayudarte con eso— Tzuyu tomó las bolsas de supermercado de los brazos de Sana.

Para la menor era algo irritante la presencia de aquella chica de acento taiwanés, sin embargo no tenía los ánimos suficientes para discutir hasta que la contraria se fuera. Así que solamente continuó caminando a casa con Tzuyu tras ella llevando sus compras.

Al llegar a casa Sana abrió su puerta entrando hasta la cocina, por lo cual la extranjera la siguió y dejó las compras en la mesa.

Tzuyu quería disculparse de nuevo, pero sabía que eso posiblemente enojaría más a la contraria quien la ignoraba mientras preparaba sus instrumentos de cocina.

—Ahm, creo que ya debo irme— Tzuyu rompió el incómodo silencio.

Y Sana solamente asintió comenzando a preparar el almuerzo.

La contraria resignada salió de esa casa sintiéndose algo mal por la forma en la que fue tratada, en parte sabía que era su culpa por no mirar su camino y tirar las cosas de Sana, pero no se esperaba un trato tan frío después de eso, casi acababa de mudarse ahí y no quería tener problemas con alguna vecina, pero por alguna razón el caos la perseguía.

Al llegar a casa, la taiwanesa continuó pensando en aquello, a decir verdad fue demasiado extraño el comportamiento de la chica para ella, demasiado grosera a decir verdad.

—¿Por qué me trató así? Es decir, entiendo su enojo, le tiré sus cosas, pero se las compré de nuevo y ni siquiera agradeció, tss que amargada que es— Tzuyu habló para sí misma buscando algo en la nevera para comer.

Sana por su parte, desde que Tzuyu salió de su casa, se quitó los lentes y cubrebocas, ya no había nadie de quien esconder las lesiones de su rostro, entonces sintiéndose algo segura al estar sola continuó cocinando el almuerzo para su esposo, ignorando la culpa por haber maltratado a aquella amable chica.

Y un par de minutos más la puerta de su casa fue abierta nuevamente.

Sana tuvo miedo, ella conocía bien de quien provenía ese portazo, solamente pedía a todas las deidades existentes y por existir que aquel hombre que había llegado tuviese piedad de ella.

Con las manos temblorosas tomó un plato y sirvió un poco del caldo con fideos que había hecho cuidadosamente para su esposo. Esperaba que después de eso el hombre la perdonara o que al menos fuese un poco menos violento con ella y sin más lo llevó a la mesa en donde este se encontraba esperando.

El mayor probó de los fideos bajo la atenta y asustada mirada de su esposa y con violencia tiró los palillos sobre su plato.

—¡¿Qué carajos es esto?!— Preguntó gritando.

—Tu comida favorita— Sana susurró bajando la cabeza.

—¡¿Qué parte no entiendes de que debes cortar los fideos antes de servírmelos?! ¡Te lo he dicho innumerables veces!— El hombre tiró el plato al piso rompiéndolo en el acto y sin más se fue a su habitación.

Sana comenzó a llorar y se agachó al piso para recoger los trozos del plato roto y limpiar la sopa que su esposo había tirado.

—Lo siento— Sana susurró llorando a pesar de que su esposo ya se había ido.    

𝐄𝐬𝐭é𝐫𝐢𝐥 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮Where stories live. Discover now