Capítulo 8: Punto límite.

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"A la larga, odiamos a lo que usualmente tememos."

(William Shakespeare)


...


Se notaba un ambiente bastante tranquilo, solo se escuchaba el sonido normal y habitual que una ciudad tiene cuando el cielo se oscurece, autos en funcionamiento de aquí a allá, alguna que otra maquinaria terminando de trabajar, disparos detonados seguidos de gritos de dolor y terror en la lejanía, y la inconfundible brisa del viento helado de la madrugada el cual se encargaría de hacer tiritar hasta caer muerto a cualquiera que no estuviese preparado para él, y justo esto era lo que estaba pasando nuestro querido chico perro favorito.

Sus colmillos chasqueaban mientras trataba de darse calor abrazándose a sí mismo, pero apenas una sudadera algo delgada era lo que separaba que su cuerpo desnudo fuese tocado por el frío. Se sentía horrible, se estaba congelando vivo, pues a comparación de su primera noche en el infierno, el frío era mucho más agresivo. El chico no quería moverse y aunque sabía perfectamente que si lo hacía podría generar un poco de calor, no quería hacer ruido, pues pese a que el ambiente estuviese en calma, no sabía si en cualquier momento podía aparecer otro grupo de mafiosos para comenzar a disparar a todo lo que se moviese, además, ¿acaso unos cuantos movimientos o ejercicios podrían hacerle frente a un frío comparable al del noveno círculo del infierno? Decidió acurrucarse usando la pared del edificio y el contendor como espacio seguro, el sueño comenzaba a apoderarse de su cabeza y el dormirse no era para nada una opción viable, si alguien lo encontraba quien sabe lo que podrían hacerle o peor, podían no hacerle nada y solo llevarse las cajas de cerveza, pero simplemente el cansancio era mucho más fuerte, sumado a la falta de una alimentación completa y el frío glacial, eran la mezcla perfecta para desfallecer y dejar que todo acabase.

«Maldita sea, no puedo... caer... no otra vez... no... así...»

Trataba inútilmente de mantenerse despierto, siguió tratando de mantenerse caliente, pero todo era en vano, su nariz de canino usualmente húmeda estaba tan helada que dolía, sus garras estaban entumecidas, (T/N) estaba en las últimas, sus ojos pesaban, su respiración perdía fuerza, en su mente ya no había esperanza, solo debía dejarse llevar. En sus últimos pensamientos solo se lamentaba por no poder volver a ver a todas las personas que quería, por ser débil...

por no cumplir su misión.


...


En los barrios bajos de ciudad IMP se veía un edificio de aspecto descuidado, el cual se iluminaba brevemente debido a las detonaciones de las armas de fuego, afuera de este había un auto negro estacionado y cerca de él se podía ver a un sabueso infernal el cual portaba un subfusil similar a la FN P90, se encontraba revisando los alrededores cerciorándose de que no hubiese nadie que tratase de escapar de aquel viejo inmueble, al notar que nadie salió y que los disparos habían cesado, sacó una cajetilla de cigarros de la cual tomó dos y comenzó a fumarlos mientras regresaba al auto, al llegar a la puerta de entrada vio que de esta venía saliendo su compañero, cuyo rostro era tapado por la capucha de su sudadera.

—Tardaste mucho más de lo que dijiste. — habló el sabueso en tono serio.

—No me estés jodiendo viejo, se me complicó y sabes que no fue en serio. — dijo en tono fastidiado.

"Corazones Sanados" -Un Fanfic de Helluva Boss-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora