Capítulo 5: La mudanza.

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"A veces debemos cambiar la vida que teníamos planeada para poder vivir la vida que nos está destinada".

―Holly.



―¡Eres el mejor hermano del mundo!

Judith abrazó con fuerza a Nathan, estrangulándolo con su rebosante vitalidad.

―¡Déjame, Jude, por Dios, eres un fastidio!

Ella se separó y empezó a dar saltitos de alegría alrededor de su hermano.

―¡Es alucinante! ¡Me encanta! Es... ¡vaya! No sé cómo lo has conseguido, pero esta casa supera con creces mis expectativas.

―¿Si? Pues es diminuta...

―Es perfecta, Nat, te lo aseguro, es... es... ¡la hostia! —enfatizó señalándola con las manos.

―Bueno, no te encariñes demasiado, solo es provisional, hasta que encuentres algo mejor. Recuerda que a escasos metros vive el jefe y él no quiere verte ni sentir tu presencia.

―Pero está al tanto, ¿no? Es consciente de que nos ha dejado esta casa para instalarnos, ¿verdad?

―¡Por supuesto! ¿Por quién me tomas? ―La miró irritado―. Escuchó parte de nuestra conversación y ofreció esta casa porque jamás viene aquí, nadie la ha ocupado desde que compró la casa y me la ha prestado, así que por favor, y siento insistir en este punto, pero no la cagues. No hagas nada que pueda dejarme en evidencia, ¿de acuerdo? Este es vuestro espacio, pero el jardín y la residencia principal es suya.

―¡Claro, no habrá problema! Somos muy discretas, ya lo sabes. ―Le guiñó un ojo que a él no le inspiró la más mínima confianza―. Seremos como fantasmas.

―Ay, Dios, no soy católico, pero si de verdad estás ahí arriba haz que no la fastidien ―murmuró mirando al cielo.

Judith le dio un codazo y Nathan se quejó cómicamente.

―Podemos hacerlo, de verdad, así que no te preocupes.

Nathan le dedicó una sincera sonrisa.

―Por cierto, ¿cómo está...? ―No pudo pronunciar su nombre.

―Bien ―cortó Jude rápidamente―. Ahora está... ―Señaló hacia fuera―. En fin, ya sabes...

―Ya.

―Pero está mejor ―asintió convencida.

Nathan desvió la mirada.

―Me alegro. ―Suspiró y miró a su alrededor―. Pues si no necesitas nada más, dejo que te instales.

―Todo está bien. Gracias.

Cuando Nathan abandonó la habitación, volvió a sentir esa familiar presión en su abdomen, ese pellizco que indicaba que no estaba haciendo las cosas bien, que había apartado de su vida a una parte importante de ella. Lo había hecho por miedo, cobardía, desinformación... Daban igual los motivos que buscara en su mente; dejando a un lado todo eso, se sentía fatal.

Al llegar al imponente edificio acristalado donde se encontraban las oficinas de Global Systems, recibió una llamada de Jan y se apresuró a subir las escaleras para llegar a su despacho lo antes posible.

Jan, diez años sin tiWhere stories live. Discover now