~ 6 ~

303 46 97
                                    

El rizado vio a la persona que le había invitado a bailar. No podía creerlo: era el conde Louis. Su corazón comenzó a latir más rápido al ver cómo el castaño tenía colocado su brazo en posición de ser tomada para comenzar un baile.

— ¿Conmigo, señor?
— Si, con usted. ¿Algún problema?
— ¡No! Me extrañó, ya que no es habitual.

El ojiazul se limitó a reír dulcemente y, con un movimiento rápido, atrajo al menor hacia él, tomándole de la cintura con una mano y con la otra, la mano del contrario.

El niñero no podía creer que su jefe le hubiera propuesto bailar. Todo el mundo estaba a lo suyo, por lo que no tenían miles de ojos en ellos.

— Le he visto bailar con la mujer antes. Baila usted increíble, señor Harry.
— Me halaga, señor. Usted también baila impresionante.
— Le propuse bailar, porque noté ciertos movimientos que pertenecen al baile de las mujeres.
— ¿Si? No me di cuenta de eso.
— Miente muy mal, señor Harry, de nuevo arrugó su nariz.

Le dio una vuelta y siguieron bailando. El ojiverde no pudo evitar reír, cosa que contagió a su compañero, que reía dulce mientras se movía al ritmo de la música.

Para el rizado, el resto de invitados había desaparecido. Sentía que estaban el conde y él, solo ellos. La música sonaba y ellos giraban y bailaban entre la gente.

— Le veo mucho mejor que cuando se marchó su esposa, señor.
— Su compañía me hace olvidar lo malo.

Aquella respuesta provocó que los ojos del menor se iluminaran. Se sentía como una pluma, flotando en el aire. La actitud del conde le desconcertaba: ¿Acaso él sentía lo mismo que él, o solo eran simples halagos? Fuera lo que fuera, no le importaba en estos momentos. Estaba disfrutando del baile.

Terminó la melodía y, con ella, el baile

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Terminó la melodía y, con ella, el baile.
Todos dejaron de bailar, incluidos el conde y el niñero. El ojiazul le hizo una pequeña reverencia, que fue correspondida.

— Un placer bailar con usted, Harry.

Y se fue de allí, dejando a un chico sonrojado ante las palabras de su jefe.
Salió del vestíbulo para tomar aire. Puso la mano sobre su pecho y soltó un suspiro.

— Harry, Harry, calma. - se decía para sí mismo.

Y así transcurrió la fiesta, con mucho movimiento, risas, buenos momentos. Todos se marcharon. Los criados y camareros limpiaban. El ojiverde ayudaba a limpiar. Vio al castaño hablar con Bonnard.

— Fue una buena fiesta, señor.
— Si, si lo fue, Bonnard. Déjenme ayudarles con la limpieza.
— No hace falta, señor.
— Oh, ¡por supuesto que hace falta! Deme un paño húmedo. Limpiaré la mesa.
— Enseguida, señor.

El mayordomo se retiró y el rizado sonrió para sí mismo. Minutos después, le dio el paño al conde. Éste se puso a limpiar la mesa, como dijo.
Terminaron rato después. Ambos hombres se miraron.

— Gracias por ayudar a limpiar, señor Harry.
— Lo mismo digo, señor.
— ¿Le apetece subir a charlar o está cansado?
— Puedo acompañarle un rato más. Aún el sueño no me vence.
— Perfecto, le espero en mi habitación.

El ojiverde asintió y vio como el mayor subía. Un poco después subió él. Se puso algo más cómodo y se dirigió a la habitación del conde. Tocó con cuidado la puerta y una voz le hizo pasar. Entró y le vio sirviéndose una pequeña copa. Aún llevaba los pantalones y camisa del traje, pero ésta estaba medio abierta.
Le miró y sonrió.

— Veo que ya se puso cómodo.
— Si, la ropa elegante no es lo mío.
— Debería ponérsela más a menudo. Le hace lucir increíble.
— Gracias, señor.
— No se quede ahí parado. Siéntese aquí conmigo.

Obedeció y se sentó en la cama. El castaño bebió y frotó su nariz.

— Lo mejor de las fiestas es cuando se acaba. La gente me agrada, pero después de un tiempo, estoy deseando que se marchen.
— Me pasa lo mismo, señor.
— Oh, por Dios, Harry, llámeme por mi nombre.
— ¿Por su nombre?
— Claro. Llámeme Louis, con confianza.
— Bien, Louis.
— Mucho mejor.

El ojiazul rió flojo y bebió poquito más. Su compañero no había calculado cuántas copas había tomado aquella noche, pero estaba seguro de que estaba algo ebrio. Lo estaba.

— ¿Usted siente que ha desperdiciado su vida?
— ¿Cómo? No le comprendo, señor...Louis, Louis.
— Verá, Harry, le seré sincero. Mis padres me obligaron a casarme con Marilyn cuando la dejé embarazada a los diecisiete años. Yo tenía la misma edad. Si pudiera dar marcha atrás, hubiera ido más despacio o, quién sabe, tal vez Marilyn y yo no seguiríamos juntos, ¿me comprende?
— Vaya, no tenía ni idea, Louis, pero creo que le comprendo.
— Yo era un joven inexperto en la vida. Tan solo éramos unos idiotas, unos idiotas, pero ahora que tengo tres hijos maravillosos, no los cambio por nada...¿me comprende?
— Por supuesto, le comprendo. Tiene unos hijos muy buenos.
— ¿Qué hay de usted, Harry? ¿Nunca se ha enamorado?
— ¿Enamorado? Pues...

Sus manos estaban apoyadas en la cama. Estaban bastante cerca. El rizado hizo un amago de acercarla más, pero la apartó.

— Creo que si, de hecho, lo estoy.
— ¿Ah sí? Me consuela escuchar eso. Ella debe de ser muy afortunada de que un hombre como usted este enamorado.
— ¿Ella...? Si...tal vez.
— ¿Se encuentra bien?
— Creo que debería irme a dormir, señor.
— Espere, Harry.
— No, está bien. Usted debería dormir igual, si sigue bebiendo, le dolerá la cabeza por la mañana.
— Eso ahora no importa.
— Buenas noches, señor.

Se levantó, pero una mano le tomó del brazo. El rizado le miró. El mayor le atrajo hacia él y observó detenidamente su rostro.

— No quiero que se vaya...

Después de aquellas palabras que susurró, juntó sus labios con los del niñero, que no podía creer lo que estaba sucediendo.
A pesar del sabor amargo a alcohol que desprendían los labios de su jefe, se sentían bastante bien. Rompieron la distancia aún más, profundizando el beso.

El ardor de las mejillas y el poco champán que había bebido el ojiverde eran suficientes para sentir mucho calor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El ardor de las mejillas y el poco champán que había bebido el ojiverde eran suficientes para sentir mucho calor. Se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y se separó rápidamente, mirando con una mezcla de sorpresa, nervios y arrepentimiento, al mayor, que estaba ruborizado sin apartar la vista de él.

El ojiverde respiraba un poco agitado por el beso. Negó varias veces en señal de disculpa y se fue de aquella oscura habitación. Sin duda se sentía un asco por lo que acababa de hacer, a pesar de que el beso no lo inició él...

Dejo esto y me voy lentamente :3
No pongo mucho más aquí xq no hace falta, me pedisteis otro cap asi que, disfrutadlo.
Os quiero, bonito día :D

~ Una niñera para un corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora