Capítulo 7

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Katsumi

Mientras continuábamos absortos en la oleada de placer que sentían nuestros cuerpos. Supe de inmediato que la realización de aquel acto marcaría un antes y un después en la vida de ambos. No supe hasta qué punto eso me gustaba y me atemorizaba. Pero no podía detenerme ni detenerlo, y tampoco quería hacerlo.

Nuestros cuerpos parecían atraídos por una fuerza físico-química increíble que nunca había experimentado. Era tan desorbitante que el aire se escapaba de mis pulmones cada vez que sus manos tocaban mi piel desnuda. No tenía idea de cuánto había necesitado del contacto de un hombre como lo era él, hasta que finalmente ocurrió.

Fui desconectada del tiempo y del lugar en el que estábamos, cuando su boca se desplazó por mi cuello dando besos húmedos, y a su paso dejando pequeñas marcas como si deseara hacerme de su propiedad.

Él continuaba pegado a mí, tan cercano que nuestros alientos chocaban. Su mano izquierda subía y bajaba acariciando mi muslo derecho mientras continuaba sosteniéndolo. En el momento que bajé mi mano derecha de su nuca hacia su pecho con la intención de dejar su piel libre de de la tela de su ropa. Él hizo lo mismo encontrando la cremallera de mi blusa, que a duras penas cubría mis pechos y torso dejando un escote inferior que dejaba apreciar mi abdomen y caderas.

Con ansiedad desabotoné su camisa, con ayuda de mi otra mano la extendí hacia atrás, y me deleité con la vista de su bien contorneado torso frente a mis ojos. Él tiró de sí la prenda, cayendo ésta en la hierba. Y un segundo después, ya me encontraba en ropa interior a su vista, ya que la falda seguía en mi cintura.

No perdí el tiempo y comencé a recorrer con mi boca y mis manos su pecho siguiendo el camino hacia abajo. Bajé mi muslo de su cadera para concentrarme en consentirlo como lo merecía.

A medida que avanzaba, él acariciaba mi cabello mientras su mirada expectante se clavaba en cada acción que emprendía. Le gustaba, lo supe porque por segundos cerraba sus párpados para disfrutar la sensación. Aquello me motivó a ir más allá.

Cuando estuve frente a su erección, que ya suplicaba ser liberada de su encierro. La acaricié por encima de la tela y lo miré directo a sus ojos perlados desde abajo como pidiendo permiso. Él mismo con sus manos se bajó la cremallera de su pantalón, para luego dejarla salir. Dejándome observar todo su miembro erecto ante mis ojos dorados. Mordí mi labio inferior con fuerza.

Lo tomé en mis manos con seguridad y una chispa de emoción. Mi intención era que recordara este momento el resto de su vida porque ninguna otra mujer se lo haría como yo.

Humedecí mis labios y me acerqué más para empezar a dejar besos húmedos seguidos de lamidas alrededor de todo su sexo. Noté como extendía uno de sus brazos hacia la corteza del árbol para sostenerse, mientras su cabeza se mantenía baja observando la escena.

Sabía que lo estaba torturando, y eso me gustaba, no había nada más excitante que verlo sonrojado, con sus pupilas dilatadas, respirando entrecortado, deseoso de más, más de mí.

Luego de haber jugado con su miembro y que éste estuviera lo suficientemente erecto. Me levantó y en un movimiento rápido dejó libre mis senos, después de observarlos, los acarició y se apresuró a llevarse uno a la boca, mientras una de sus manos bajaba buscando mi intimidad. Con manos expertas acariciaba con suaves círculos sobre la tela de mis bragas mientras con sus labios besaba y succionaba mi pezón. Tan delicioso como se sentía, intuí la llegada del primer orgasmo. El cual solo se intensificó luego de que su mano se deslizó dentro de mis bragas negras. Y después de unos segundos de estimular esa zona, introducir sus dedos ágiles. Haciéndome explotar en un mar de fluidos que mojaron mis muslos internos, su mano y parte inferior de su antebrazo. Para concluir en espasmos que mi cuerpo no podía controlar, mis piernas se debilitaron y caí sobre la hierba. Pero sus brazos no me dejaron golpearme. Tampoco permitió que me recuperara del reciente orgasmo porque estando sobre la hierba, medio inconsciente como estaba, percibí que abrió mis piernas, mis bragas ya no estaban, ni supe en qué momento se deshizo de ellas y sin previo aviso se introdujo por completo en mi interior, haciéndome gemir por sorpresa.

Lost in Arrogance| Neji HyūgaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora