015 | FUEGO

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015:
FUEGO

—¡Arisu! 

Tatta y su amigo, del que ni si quiera sabía el nombre, gritaban por el pasillo que recorrían, abriendo todas las habitaciones que encontraban. Kyoko también les acompañaba para minimizar el trabajo de búsqueda. No gritaba, eso era cierto, porque en realidad veía una pérdida de tiempo. Si lo hubieran encerrado tan solo en uno de los cuartos el chico ya estaría fuera. No les iba a contestar. Daba por hecho que lo tuvieran en mordaza, o vete tú a saber. 

Dos de los paramilitares aparecieron en el extremo del corredor al que se acercaban. La joven frenó en seco, recién salida de la habitación quinientos cuatro. Murmuró un "mierda" por lo bajo, viendo como los dos subían las pistolas en su dirección. ¿No se suponía que entre paramilitares y ejecutivos no debían abrir fuego? Pero qué esperar de ese tipo de gente. 

Fue el amigo de Tatta el que se lanzó para defenderla, soltándole un primer puñetazo a uno de los hombres. El de la gorra también acudió al rescate, y Kyo aprovechó el momento para robar la pistola que se quedó tirada sobre la moqueta del suelo. Al levantarse de nuevo, se escuchó un disparo. Agachó la vista a su arma, preocupada de haber sido ella, pese a ni si quiera haber tenido el dedo en el gatillo. Observó el seguro puesto y quedó más confundida que antes. Entonces sus ojos buscaron al detonante, y lo encontraron. 

Saiko. 

La joven pasó su atención de la mujer al cuerpo sin vida del que acababa de ser disparado delante de los dos que hacían equipo. De una forma muy rápida la miró de nuevo, y retiró el seguro para dispararle. Pero no lo hizo. ¿Debía el bien gobernar por encima de lo correcto esa vez? De ella no tendría que depender elegir arrebatar una vida humana o no. Antes de darse cuenta, Tatta ya se había lanzado hacia la otra, e incluso sobre su cadera, seguía repartiéndole varios puñetazos. Acababa de matar a su amigo. Era lo mínimo. Preguntó por el paradero de Arisu, y le dio la planta.

Entre todo el alboroto fue capaz de reaccionar, y justo cuando el chico se levantaba para dejarlo estar, Saiko trató de agarrar su pistola y dispararle también a él. Sonó un disparo, y al cabo de unos instantes un sonido fuerte golpeando el suelo. Tatta se giró para ver lo que había pasado y abrió los ojos viendo a la paramilitar muerta. Buscó la atención de Kyoko, encontrándola aún apuntando a la persona en el piso. Despacio, se acercó a ella. 

—Ven —pronunció el joven. Estiró las manos con tranquilidad, hasta quitarle el arma de los dedos—, dame eso. 

—Iba a dispararte —intentó justificarse. ¿Acaso un acto como tal se podía excusar? Tatta asintió mientras intentaba con todas sus fuerzas mantener la calma para no alterarla a ella. 

—Sí, lo sé. No pasa nada —habló. Era consciente del pequeño shock en el que había entrado su compañera, por lo que colocó las manos en su rostro y le obligó a apartar la mirada y centrarla únicamente en él—. Lo has hecho bien, ¿vale? Vámonos de aquí. 

Cogió su mano izquierda y tiró de ella para correr a la cuarta planta. Mientras, en la azotea de La Playa, se daba una de las situaciones más tensas de la noche. Chishiya salía al exterior, en busca de Niragi, quien se había entretenido en disparar con uno de los fusiles a cualquier presa que corriera por el patio. 

—¿No te has cansado ya de intimidar a los débiles? —preguntó el de pelo gris. Escuchar su voz ya hizo que el contrario se sintiera irritado. 

Siempre tenía que estar en medio, daba igual dónde fuera, ese tono de superioridad y esa mirada condescendiente le perseguían. Cayó un gruñido de sus labios, antes de encararle desde la distancia. Ni si quiera cambiaba la pose. Manos en los bolsillos. Lo vio acercarse tranquilo hacia su zona. 

hangover ; chishiya shuntaroWhere stories live. Discover now