IV: Secretos

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— Elena, Elena, diavlo, despierta.

Un golpe en el rostro, me hace reaccionar, tengo un cosquilleo en la parte trasera de la cabeza que me arde por el dolor que me impide abrir los ojos, tengo la sensación de estar entumecida, incluso aunque puedo sentir por completo, las emociones que me asfixian.

Únicamente quiero quedarme aquí, no despertar.

— Siempre llamando la atención.

Recibo un golpe más fuerte, que el rostro me arde.

¿Es el día de golpearme o qué?

Odio a los hombres.

— Maldita sea, llamaré a la puta ambulancia.

Antes de que pueda moverse de mi lado, mi mano envuelve su muñeca con fuerza, necesito aferrarme a algo, lo dejaré todo en el suelo. Simplemente, necesito un momento. Consigo sentarme con todo el cuerpo adolorido, sobre todo la mejilla - ¿Me has golpeado, dos veces?

— Pensaba que eras la bella durmiente, perdona, culpa mia — responde tan irritante como siempre — Te ha hecho a reaccionar, así que de nada, Barbie.

Lo intentó patear, pero me detiene la pierna. Pero, consigo, golpearlo con el otro pie sacándole una queja.

— Te salvó y me golpeas, sabes, bebe el champán si quieres, pero no te bebas el perfume.

Me dan ganas de matarlo.

— El segundo golpe, era innecesario — siseó — Y lo sabes.

Sonríe.

— Deseaba hacerlo.

Ignoro a ese hijo de perra, digno de su maldita madre, no quiero ni saber si cayó de pequeño, o su bautizo funcionó a la inversa.

Busco las palabras en los espejos, pero no hay nada. Eso consigue quitarme un peso de encima, aunque también me ha sentir como una loca, fue tan real, aún me duele el cuello, aún lo huelo.

Espera, aún lo huelo, en mí, los ojos se me llenan de lágrimas, pero no las derramó.

Parecía que quería matarme.

— Vete al infierno — con tus estúpidos padres — Que sea la última vez que me tocas, y lárgate de una vez, del baño de mujeres, pervertido.

Consigo ponerme de pie un poco desorientada tada con la mejilla adolorida.

— ¿Qué ocurrió aquí?

— Nada.

Asiente, entonces, saca de su bolsillo un papel que reconozco.

— La palabra cobarde es interesante — se burla.

Salto de mi posición.

— ¡Dame ese maldito papel, imbécil!

Leo, niega divertido — No, esto no funciona, así, dime que ha pasado, y hazme el favor de no mentirme, no soy mi padre. No creo todo lo que sale de tu maldita boca.

¿Eso cree? Bajo la cabeza avergonzada.

— Mezclé sin querer una pastilla con el alcohol, y me caí porque no desayuné bien.

Bien, podría ser eso en realidad cualquier otro día.

— Tampoco soy tu hermana — niega malhumorado lanzando el papel a los pies — Puedes decírmelo a mí si prefieres o se lo explicas a tu esposo.

No puedo evitar reírme.

— Le diré que me has abofeteado.

— Nada que él mismo no haga ¿No? — se burla — No me importa lo que hagas perra alcohólica, pero Cristiano estaba preocupado, y tú vienes a emborracharte al baño, es bajo hasta para ti.

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