𝓑𝓸𝓵𝓪 𝓪𝔃𝓾𝓵

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Estoy alucinando

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Estoy alucinando.

Estoy seguro por la falta de alimentos en la mañana.

Ahora que lo pienso, esa voz no la había escuchado nunca en la realidad, solo en sueños.

Solía pensar que eran bobos esos pensamientos, un ser que sólo aparece al entrar en el trance del sueño al dormir, ...y que por breves momentos te hace feliz.

Pero al despertar se va y eres otra vez un desdichado.

No quise hacer caso, espere a que el tren cierre sus puertas y avance para llegar luego a mi laboratorio, muy escondido de todos ellos, sociedad. 

Coloque mi clave, en el panel casi empolvado en las teclas que ya no usaba, ni a menudo.

Entre y continúe el prototipo dejando la comida a un lado sin antes haberle dado un bocado al pan untado con plátano y una ligera esencia a coco, un asco de cosa artificial, pero es lo único que queda.

Las computadoras ya no señalan el lugar donde hace rato captaron esa cosa. Todo estaba en calma.

Y fue así hasta que...

Escuche sonidos, pasos caminar por el taller, mis orejas eran tan insoportables en situaciones por la agudeza al oir, no hice caso. A veces solía imaginar que tenía compañía y dejaba que esas cosas o seres que aparecían, supuestamente, merodeen por mi taller sin molestar, simple.

Tan concentrado que no sentí la rafaga de viento venir a mi y girar mi asiento. Peligro, reaccione a pensar, al alzar mi llave.

Admito que primero me asuste, pensaba que eran los robots de nuestro soberano que por algún descuido encontraron mi hogar, pero era solo una bola azul de dos patas.

– Grr...

Tenía mi llave inglesa en mis manos, lista para atacar si hablaba una incoherencia.

– Tails, soy yo... tu mejor amigo. – reconocí su voz como la que me llamaba "Tails" de hace rato.

– ¿Cómo me llamaste? – era una evidente burla. Amenace irguiendo mi postura y al apretar un botón en mi cinturón deje ver mis demás extensiones mecánicas.

No lo quería, odiaba que me llamaran así, desbloqueaba recuerdos horrorosos y deprimentes de mi pasado, cuando era tan tonto y debil.

– O-oh, ¿Tails?

– ¡Aahh! – impulse mi cuerpo para atacar, las extremidades ayudan con mi ataque, pero lo esquivaste haciéndome caer y quedar en ridículo colgado a los extremos del techo.

– Maldito, quédate quieto – sisee, al estar colgado en el techo – ¿Qué es lo que quieres? ¿¡Quien te envió!?

No lo toleraba, no sentía simpatía por nadie, NADIE, y que entre a mi hogar aun teniendo contraseña mi puerta, ya era DEMASIADO sospechoso y peligroso.

𝓠𝓾𝓲𝓮𝓻𝓸 𝓺𝓾𝓮 𝔂𝓪 𝓮𝓼𝓽𝓮𝓶𝓸𝓼 𝓳𝓾𝓷𝓽𝓸𝓼Where stories live. Discover now