prologue

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KARMA, prólogo.
❝pregúntame por qué tantos se han
desvanecido, pero yo sigo
aquí.❞

❞

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El sonido del repiqueteo de los dedos en la mesa colocaba nerviosa a Elizabeth.

Conseguir el número de teléfono de Julián Álvarez no fue tan difícil cómo ella pensó que sería al inicio de su espiral de desesperación; cuando las dos rayitas se volvieron visibles en la prueba de embarazo que sostuvo el día anterior. Después de que los pensamientos lógicos de Elizabeth retomaron su curso habitual, el "amigo de un amigo" entró en acción y su tía Nadia le consiguió la forma de comunicarse con la promesa más reciente del Manchester City.

«Bueno» pensó Elizabeth con una risita. «Al menos papá no estaría decepcionado conmigo por esto. Siempre dijo que Manchester era azul».

La diversión sarcástica del pensamiento debió haberse reflejado en la expresión de Elizabeth, porque Julián detuvo el movimiento de su mano en la mesa y la miró de frente, con esos grandes y brillantes ojos marrones que lo hacían dar la impresión de ser un ciervo a la luz de las farolas, atrapado sin quererlo entre un mar de atención.

Elizabeth no pudo evitarlo, sonrió. Julián Álvarez era guapo; había sido guapo aquella vez en el bar y había sido guapo cuando Peter los llevó a su piso por lo ebrios que estaban los dos. Todo acerca de Julián fue increíble, esa madrugada veraniega que parecía tan lejana ahora; pero Elizabeth tuvo que arruinarlo (como siempre) y aquí estaba ella, desesperada por remendar un poquito del peor error que cometió en su vida.

—Sé qué fue muy raro que te llamara ayer —dijo Elizabeth, recordando lo raro que debió ser para él recibir una llamada de una chica a la que nunca le dio su número en primer lugar—. Lo lamento por eso, yo solo... Necesitaba hablar contigo.

—Nah, no te preocupés. —Julián le sonrió, como un mentiroso. Se veía bastante incómodo—. ¿Cómo... cómo fue todo? ¿Si te pidió disculpas tu amiga?

Elizabeth abrió la boca, la cerró y volvió a abrirla, sólo para quedarse sin nada coherente que decir. ¿Cómo es que él recordaba eso? Para Elizabeth fue un borrón su enojo con Jude, un borrón que desató en Julián al ser el único en el Bijou que estaba cerca y entendía español. Luego de que un borracho Julián se ofreciera a hacerle mate a las 4:30 de la madrugada, a ella se le olvidó incluso su propio nombre, mucho más porqué estaba enojada en primer lugar.

«Mierda. Es lindo incluso para esto». Las cosas serían más fáciles si Julián fuera el jugador de fútbol promedio, el que podía tener a cualquier chica que quisiera en su cama y no parpadearía al dejarlas solas una vez que llegara la mañana.

—No, no lo hizo —murmuró. Estaba tan envuelta en su ataque de pánico por el positivo que aferrarse a la presencia consoladora de Jude parecía una buena idea—. Pero lo hemos arreglado. De hecho, tiene que ver con mi razón para llamarte.

Julián frunció el ceño.

—¿Está todo bien? ¿Puedo ayudarte en algo?

«Deja de ser lindo» rogó Elizabeth, sintiendo retumbar el cofre de emociones entre las cavidades de su pecho, con la única intención de abrirse y dejar libre a la angustia que ella guardaba en el corazón. «No me estás haciendo esto más fácil».

—¿Recuerdas esa noche? En el bar —fue lo que dijo. Julián parpadeó, aun confundido, pero asintió de todos modos—. Te llevé a tu piso, destruiste media cocina para prepararme algo de comer. Y dormimos juntos.

Las mejillas de Julián se colocaron rojas. El repiqueteo de los dedos sobre la mesa volvió, y por la vibración constante debajo de ella, Elizabeth supo que Julián estaba moviendo las piernas de lado a lado, igual que lo hizo en el bar.

Había escuchado, del amigo de un amigo, que Julián Álvarez era tímido. Y con lo poco que Elizabeth había interactuado con él; se convenció de que aquella evaluación del carácter de Julián no estaba del todo equivocada. Claro, dale unas cervezas y se olvidará hasta del nombre; pero era tímido sin estímulos de por medio.

—Sí, recuerdo eso —murmuró Julián. Se veía más nervioso que antes—. Me olvidé de pedirte el número.

Elizabeth quiso reír. Quiso llorar. Quiso envolverse en las sábanas y desaparecer de la faz de la tierra por lo que le quedara de existencia al universo. Eso fue lo mismo que ella pensó cuando despertó al día siguiente, ya en su propio piso y en su propia cama, con la mano en el celular para marcar un número que no conocía y decirle a Julián que le debía diez libras, porque el Liverpool ganó contra Newcastle por la Premier League.

—Y usaste condón —dijo Elizabeth, ya sintiendo las lágrimas formarse en sus ojos. Julián volvió a parpadear, la alarma de repente se coló a esa mirada de ciervo a la luz—. Y yo tomé la puta pastilla del día después. No se supone que debía decir positivo.

—¿Q-qué?

Elizabeth inhaló hondo. El peor error de su vida salió de la única ocasión que la había hecho sentir viva en mucho tiempo. ¿Cómo podía arrepentirse ella de eso, cuando los labios de Julián y los toques suaves de sus manos fueron lo que incendiaron la chispa del deseo de Elizabeth? A pesar de que pasó años creyendo que estaba rota y sin reparos; Julián Álvarez le demostró lo contrario en una simple madrugada.

Y luego ella se atrevió a creer que podía ser feliz.

Las consecuencias de la incredulidad de Elizabeth crecían en su vientre, como un parásito venenoso que le arrebataba la viveza de los colores a la prosa de un libro; sembrando detrás suyo la monotonía cruel y sin sentido de una narración hueca, trazos de letras que se revolvían, se retorcían, hasta no dejar nada más que soledad.

Al final su padre tenía razón. Elizabeth Bellington sólo servía para arruinar la vida de las personas.

—Estoy embarazada.



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KARMA ━━ julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora