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Cuando Sana abre la puerta, Mina está del otro lado con una expresión difícil de describir. ¿Enfadada, preocupada o tal vez confundida? Quizá es una mezcla de todo eso y más.

—Tenemos que hablar —declara Mina con tono firme.

Sana solo asiente y la deja pasar. Es probablemente la primera vez que Mina pisa su habitación, ya que solía ser Sana quien bajaba a la habitación de su novia para pasar el rato. Sus citas generalmente eran en los lugares que Sana quería que conociera, pero nunca la invitó a su habitación. Era un lugar tan podrido como su propio corazón, con demasiados recuerdos turbios que podrían haber mancillado la imagen de su novia.

Mina se acomoda la falda y se sienta en el borde de la cama mientras Sana decide sentarse en el escritorio a una distancia prudente. Si Mina lo nota o no, decide no demostrarlo con un rostro plano, casi frío, que hunde un poco más el corazón de Sana ya magullado por el autodesprecio.

—¿Por qué me has estado evitando? —pregunta Mina sin tapujos.

—¿Qué? Yo no... —Sana deja caer la sonrisa que intentaba forzar y su tono divertido se torna amargo cuando Mina entrecierra los ojos con frialdad—. No era mi intención, lo siento. Solo he estado... No me he sentido muy bien estos días, así que he preferido quedarme aquí...

—Evitándome —interrumpe Mina.

Sana la mira a los ojos, por primera vez sin un brillo alegre y encantador para ella, y suspira.

—No es eso, simplemente...

—Podrías haberme llamado, pero no lo has hecho. En lugar de pedirle ayuda a tu novia, has preferido encerrarte aquí todo el fin de semana.

—Mina.

—No. —Ella se pone en pie, deteniendo el intento pobre de Sana de sonar razonable—. Ni siquiera tenías que pedirme nada, ¿sabes? Soy perfectamente capaz de entender que alguien quiera un momento a solas. ¿Pero tú ni siquiera has sido capaz de enviarme al menos un mensaje para decírmelo?

—Es que...

—Ni siquiera respondías mis llamadas —continúa, y Sana nota enseguida que la voz de Mina se está debilitando, como si pudiera romperse en cualquier momento—. Te agradecería que fueras honesta conmigo ahora y me dijeras qué demonios te pasa.

La máscara de Mina también pierde fuerza. Por Dios, ella no es alguien fría. No es nada de esto. Simplemente está intentando esconder todas sus emociones embotelladas para no llorar como una niña delante de Sana. Y cuando Sana se da cuenta, se maldice porque uno de sus mayores temores se está haciendo realidad. Su mierda emocional está salpicando a otros de manera injusta.

—¿Quieres que lo dejemos? —pregunta Mina, y su voz tiembla sin que pueda evitarlo.

Sana intenta no saltar fuera del escritorio con evidente pánico.

—¿Qué? ¿Por qué piensas eso?

Mina deja escapar una risa seca.

—Tú dirás... Me has estado evitando, e incluso ahora siento que no quieres estar cerca de mí.

Por supuesto que ella se daría cuenta de la brecha. Mina es demasiado inteligente y a Sana le gustaría tener esa inteligencia emocional para no seguir estropeándose a sí misma, ni a todo lo que la rodea. Suspirando, se levanta de la silla y toma asiento al lado de Mina en la cama.

De cerca duele aún más ver a través de su transparencia. Mina parece tragar compulsivamente como si tuviera un nudo en la garganta mientras sus párpados y largas pestañas luchan por retener las lágrimas.

Back to you ➳ SaHyo Where stories live. Discover now