Lazos De Fuego {Zuko y tu}

Un aliado puede ser una bendición

Mis ojos se abrieron, agitados, observando todo mi alrededor y con la intención poco después de levantarme. Ahí fue cuando caí nuevamente contra el suelo, mirando hacia atrás con preocupación y dándome cuenta de que me encontraba encadenada por las manos al suelo a causa de unas fuertes y frías cadenas de metal. ¿Cuánto tiempo llevaría inconsciente? Lo último que recuerdo se me hace muy lejano, de cuando el ex almirante me pegó con fuerza en la cara. Aún podía notar como me dolía y escocía la parte de la mejilla, la cual puedo poner la mano en el fuego cuando pienso que se encontraba roja, lo normal. 

Las tripas comenzaron nuevamente a crujirme, mas esto empeoró, ya que esa molestia llegaba al extremo. Notaba un gran vacío en esa parte de mi cuerpo, como si alguien me estuviera comiendo por dentro, consiguiendo que un escalofrío recorriera cada centímetro de mi cuerpo. ¿Dónde me encontraba? Aquel lugar, a pesar de no estar en perfectas condiciones, estaba mucho más limpio y ordenado que mi dejada celda, a mayores de su tamaño mucho más reducido. Moví la cabeza de un lado al otro, mirando a través de la ventanita que poseía en la parte alta la puerta, intentando observar levemente lo que se encontraba en el exterior. ¿Habíamos logrado llegar a tierra firme finalmente? Podría ser, ya que tal vez llevaba varios días sin consciencia. Después de muchos intentos, logré captar uno de los guardias que custodiaban mi celda, por si intentaba escaparme de nuevo. ¿Habrían vuelto nuevamente a la Tribu del Agua del Sur? A decir verdad, yo solo había retrasado el ataque, aunque, solo espero que al menos les diera tiempo para escapar. Algo tenía que haber conseguido, ¿no? Suspiré, agotada y deseando que me ofrecieran comida cuanto antes. Apoyé con desdén mi cabeza en la pared, inspirando hondo para poder así controlar mi nerviosismo. Tenía miedo, necesitaba admitirlo, ya que con engañarme no iba a conseguir nada. Volví a observar nuevamente mis manos, percatándome que en ambas muñecas se encontraban con moratones, obligándome a descansar las manos para no empeorar la salud de estas. 

Ya no tenía pastas ni comida, incluso en este punto puede que ni siquiera me quiera dar agua, quiera que pudra junto con la celda. Tal vez sea lo mejor, acabar aquí el sufrimiento. 

¿Cómo se lo tomaría mi familia? Ni siquiera lo sabrán, será como si continuara desaparecida. ¿Qué estarían haciendo en estos momento, mientras yo me encontraba presa? Incluso me hacía gracia decir aquello, como si me tratara de una asesina o algo así, lo que era totalmente falso. Las posibilidades de salir de aquí con vida eran cada vez más bajas, cosa que me apenada, nunca pensé acabar así. Lo primero que me imaginé al ver que me encontraba en el Universo Avatar fue diversión y felicidad, mas ahora al comprender que todo era falso, lo que se escondía detrás de todo esto... Solo espero que mi familia y amigos estén bien y hayan aceptado mi ida, que nunca volveré, ya que no puedo verificar lo contrario, ya no puedo prometer nada. La puerta se abrió, observando a uno de los guardias, el cual parecía atónito al verme despierta nuevamente, o tal vez sería por la horrible cara que poseía. Este, cerró la puerta tras de sí, quedándonos solos dentro de la reducida sala. ¿A qué vendría ahora su presencia? Seguramente me arrastraría nuevamente junto con Zhao, el cual se moriría de ganas de verme en estas condiciones. 

- No me pienso mover de aquí. - pronuncié, con odio. Y como para no tenerlo, el rencor iba a ser inmortal, juraba acabar con aquel hombre. 

- No te voy a llevar, solo quiero hablar. - dijo con tranquilidad, acercándose lentamente hacia mí. 

- Un paso más y acabo contigo. - amenacé, intentando mantenerme de pie, cosa que no conseguí, teniendo que volver a sentarme en el incómodo suelo. - Estaré encadenada, pero eso no me hace indefensa. 

Se notaba como el terror aparecía a través de sus azulados ojos, ojos que me recordaban al basto mar, ojos que me hipnotizaban por su profundidad. ¿De qué me sonaban?