El arte de chupar sangre.

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La última nana salió del cuarto, apagando la luz en su salida.

Sobre la gran cama de sábanas azules y amarillas yacía acostado en posición fetal y ya dormido, el pequeño Príncipe Gumball. Era un querubín de 7 años.

Tumbado sobre la cama, el cabello rosado se le arremolinaba sobre la frente y unos mechones caían verticalmente, vencidos por la gravedad. Estaba tapado hasta el vientre por las sábanas, en la casi total oscuridad que sólo era combatida por una pequeña lámpara de cerámica color beige que estaba en un pequeño buró al lado izquierdo de la cama, donde también estaba posada su pequeña y reluciente corona.

Era una temporada fresca, por lo que las ventanas del cuarto estaban completamente abiertas. Algo no muy típico y seguro en un castillo lleno de gente paranoica, pero con la llegada de los nuevos guardias todos se sentían más seguros, y esas cosas estaban permitidas.

Pero a unos kilómetros de la inocencia de la noche, un hombre, padre de familia y también vampiro sorbe sangre, está enseñándole a su pequeño hijo el bello arte de chupar sangre.
Los dos vampiros estaban flotando, sin avanzar, en el bosque de Menta, a unos dos kilómetros del castillo. El padre le explicaba a su hijo, de nombre Marshall Lee, las mejores técnicas para sorber el líquido rojo. Pronto el hombre le daría a su hijo un ejemplo ocupando algún animal como víctima.
Pese a las grandes insistencias del menor sobre no enseñarle esto, el padre de negaba con el argumento de que como vampiro varón que era, debía llevarlo a cabo.

-P-pero papá...- argumentaba Marshall Lee -No tengo ganas de hacer esto. ¿No puedo simplemente ser un vampiro que se alimenta del color rojo, como lo era mamá?.

-Marshall, hijo, eso es equívoco. Un vampiro, más si es hombre, debe mostrarse amenazante y fuerte por la antigua tradición de chupar sangre. Aquellos que optaron por el color rojo son los estúpidos que no pudieron con esto. Los que no lo soportaron. Y eso va en contra de la tradición.- explicó el padre, pasando un brazo por los hombros de su hijo -A parte, esa cosa nos desvirtúa como vampiros. Nos hace perder valor. Los vampiros nos caracterizamos por lo amenazante, y esa actitud de niña nos quita ese valor.

Tras muchos intentos fallidos de evitar llevar a cabo esa asquerosa -como Marshall le llamaba- tradición, tuvo que ceder. O más bien lo obligaron.

Luego de unos cuarenta minutos de explicación, técnicas y demás, el padre le preguntó al menor si se sentía listo. Marshall, por no quedarle mal, asintió. Su padre sonrió orgulloso.

Era la primera vez que Marshall Lee estaba por hacer tremenda práctica, así que, a manera de "inagurarlo" o "estrenarlo", su padre decidió que lo mejor era irse por una víctima grande, luego sería muy fácil lo demás. Así que mandó a su pequeño de 8 años a tomar como víctima a cualquier miembro del palacio, únicamente especificándole que no fueran ni el rey ni la reina. Los demás estaban vulnerables.
No le preocupó mucho el que el menor pudiera ser encarcelado o el reino se revelara contra la raza vampira, no, sólo quería ver a su único hijo convertido en hombre.

-¿Listo, Marshall?- le preguntó palmeando el hombro del niño.

Estaban cerca del castillo, habían volado mínimo un kilómetro y medio en silencio, con Marshall admirando desde el aire los corderos de gomita que pastaban.

-S-sí. Eso creo- respondió nervioso. Él sí conocía los riesgos de entrar al castillo sin invitación. De hacer allanamiento.

-No. No lo creas. Estáte seguro, hijo.

-Bien. Estoy seguro- 'que no estoy listo' pensó.

-Así me gusta. Recuerda, sé silencioso, toma tu tiempo pero no demasiado, ataca rápido y sal aún más rápido. Si la víctima te ve, muérdela y vete- le recordó -No vayas al cuarto del rey y la reina. Tú puedes, hombrecito.

Marcas de amor ✧ GumshallWhere stories live. Discover now