1 || ¿Qué pasó con él? ||

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Las brillantes chispas de los alrededores chocaban entre sí, recordando una vez más, lo impecable que era la Royal One; donde los inadaptados tomaban clases día tras día.

Una alegría para los alumnos, pero no para su profesor.

Entre suspiros y una mirada que deseaba acabar con el sufrimiento de su impredecible vida, pasó lista, confirmando asistencias.

Sin embargo, su mente quejosa se detuvo, al no escuchar la respuesta de siempre. Levantando su vista, y volviendo a repetir.

—¿Asmodeus Alice...?

Puso su atención sobre el sitio del ausentado, vacío, sin más que dos compañeros con cara de abobados.

—Iruma.

El susodicho se encogió del susto, debido al atemorizante tono de voz.

—¡¿S-Sí, profesor Kalego?!

—Encárgate de llevar las tareas de hoy a Asmodeus.

Iruma se abstuvo de cuestionar la petición, simplemente aceptando entre penas. Pensó que Azz, su compañero ausentado, llegaría tarde... pero no fue así. Nunca había faltado a clases, hoy era la primera vez. Miró el asiento vacío, con una pizca de duda.

Su duda se vio interrumpida por una ruidosa sorpresa que saltó a esa silla.

—¡Irumachi! —saludó sonriente su amiga.

—Clara... —nombró apenado—... Ehm, ¿Azz no te dijo nada?

—¿Azz-Azz? —se detuvo a pensar por un segundo—, ¡Oh! Sí, sí. ¡Lo recuerdo! Él me dijo que no te dijera que iba a quedarse en su casita.

—Jeje...

No estaba sorprendido por las palabras de Clara, pero sí por el hecho de que Azz no le haya avisado a él... ¿Estará siendo muy entrometido? ¿O realmente habrá pasado algo?

Ese día, las voces recorrieron los pasillos de la escuela Babyls, pues la ausencia de uno de los demonios populares, era algo notorio. Quien se cruzaba con Iruma, estaría acostumbrado a verlo con su guardiancito, Asmodeus Alice. Sin embargo, la única presente era Clara Valac...

—Mm... Parece que todos extrañan a Azz —murmuraba el peliazul, formando una sonrisa desanimada.

—Oww. No es justo. ¡Sólo nosotros podemos extrañar a Azz-Azz! —gruñía con molestia Clara.

Pese a la falta de su querido compañero, Iruma pudo distraerse mayor parte del periodo escolar. Aunque jugar solo con Clara fue agitado, ella también estuvo gruñona después de todo.

Al salir de Babyls, el profesor Kalego le entregó la respectiva información para llegar a la casa de Asmodeus, algunas indicaciones y ciertas notas para él.

Iruma todavía no conocía bien el inframundo, era consciente de que ir sin compañía podría convertirlo en cena de algún monstruo demonio por ahí. Por eso, estando en su hogar, tomó la palabra para poder preguntarle a su abuelo... o eso planeaba.

—¿El abuelo no está? —preguntó inquieto.

—No, ha surgido un imprevisto y se fue hace poco —afirmó el demonio rojo inexpresivo.

—Vaya... ¿Qué está pasando? Todos parecen irse —se lamentaba en voz baja.

Los ojos felinos del demonio no se desviaron de Iruma.

—El director me dejó a cargo de su cuidado y atención. No dude en consultar sus dudas conmigo —dio a saber.

—G-Gracias, Opera-san —recuperó la voz—. De hecho... quería pedir un favor.

Las orejitas del demonio se alzaron, atento a las palabras del peliazul.

—E-Es decir, si no es mucha molestia... —se rascó la mejilla, dudoso, segundos antes de mirar al demonio—... Opera-san, ¿Podrías acompañarme a la casa de mi amigo?

Esa fue la pregunta, sincera y sutil. Ante esa petición, el demonio felino no tuvo interés en saber el significado de "amigo", más bien, su instinto lo emocionó hasta la idea de complacer al humano. Sus orejas se movieron dos veces, aunque siguió inexpresivo.

—Por supuesto.

Iruma logró conseguir un acompañante a la casa de Azz, y uno confiable. Dejó en manos de Opera las instrucciones que guiaban hacia el destino.

El inframundo se oscurecía con el pasar de los minutos, era aterrador pensarlo, pero si Opera estaba con él, no pasaría nada malo. Después de todo, el abuelo de Iruma era muy poderoso, y si el demonio felino siempre está a su lado... también debe ser fuerte, ¿Cierto?

La enorme casa de Asmodeus lo despertó de sus ilusiones. La neblina iba disipándose cada vez que se acercaba más, haciendo pesada la vista de aquel inmenso lugar. Iruma se sintió como una hormiga por un segundo.

El demonio rojo señaló un punto del papel en sus manos.

—Aquí estamos —volvió su vista al peliazul—. Estaré esperándolo, por favor haga lo que necesite.

Iruma sonrió nervioso.

—C-Claro. Muchas gracias, otra vez, Opera-san.

El susodicho agitó sus orejas, conmovido.

Quedó en una postura firme, observando atentamente al humano que entraba en la residencia de Asmodeus.

Pero, habiendo pasado el tiempo, el instinto de Opera despertó con ferocidad. Algo había pasado allí dentro. Algo le había pasado a Iruma. Pudo sentir el peligro.

Y fue entonces, cuando una velocidad descomunal tomó el control del demonio felino, dirigiéndose hasta Iruma.

fin del capítulo 1: gracias por leer.

Deseo Infernal | Asmodeus x IrumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora