Frente al espejo, abre su boca, mostrando así, sus característicos colmillos de demonio.
Con la punta de su dedo, se atreve a dar dos toquecitos en ellos.
—¿C-Cómo se supone que podré hacerlo sin dañarlo...? —murmuró, para su pena.
—¿Hacer qué cosa, Alice-sama? —cuestiona el mayordomo, revelando su reflejo, justo atrás de Asmodeus.
—¡D-David! —volteó con rapidez—... ¿¡Cuántas veces te dije que toques la puerta!?
—Mis disculpas, estaba abierta...
—¡Tócala igual!
Sume su frente en la vergüenza, antes de tomar aire y recuperar su postura.
—D-David... tú... ¿Estás casado?
El mayordomo queda boquiabierto.
—A-Alice-sama... Yo estoy muy viejo para usted, además, me temo que su madre...
—¡No me refería a eso, David! —gritó avergonzado—... S-Sabes qué. Mejor le preguntaré a alguien que sí sepa del tema...
Pronto, se retiró de la sala; buscando entonces, a su muy experta madre. Sin embargo, tal cuestión, le llenaría de expectativas y emoción a ella.
—¡Oh! ¡Jamás creí que llegaría este día, con mi pequeño Alice-chan! —dijo con una gigantesca sonrisa.
—Ugh, si conociera otra persona que tuviese tanta experiencia, no habría hecho esto... —susurra Asmodeus, en un llanto.
—Así que, deseas aprender a dar un beso... —hizo boca de pato—... sin que los colmillos molesten.
—Sí —asintió él.
—Mmm. La verdad nunca he pensado en eso, lo hacíamos naturalmente...
—No me des detalles —interrumpió con un frío tono.
—¡Aunque! teniendo en cuenta que, el otro demonio también tiene colmillos, ambos deben posicionarse de forma perfecta, y romántica... —empezó a fantasear.
Sin embargo, aquella frase despertó cierta incertidumbre en Asmodeus. Y pensó; cierto, Iruma también tendrá colmillos... pero, por alguna razón, siente que nunca los ha visto.
A partir de esa duda, en el horario escolar, Asmodeus ha tratado de prestar especial atención a la boca de Iruma, y, quizás, provocando que otros lo notasen.
Y entre aquellos demonios que lo notaron, se destacó Shax Lied.
—Oigan, estoy loco o... Asmodeus ha estado muy... eh... ¿Observador?
—¡Correcto! ¡También estoy loco! —habló Sabnock—, normal que haya estado observando de cerca, a mi mejor rival. ¡Digno de un rey demonio!
—Seh, pero no creo que fuese de la misma forma que tú, Sabnock.
—¿¡Qué dices!? —gruñó—... ¿¡Entonces lo mira como un enemigo!?
—¿Ah? ¡No! ¡Eso tampoco! —negó Lied—. Fíjate bien, ¿No te parece evidente, la intención de esa mirada?
Ambos pusieron ojo sobre Asmodeus, quien, en una mesa alejada, observa con mucha atención a Iruma.
—Hm... Sí, sí. Ajá. Lo entiendo perfectamente —asintió varias veces el gigantón.
—¿Eh? ¿L-Lo entiendes? No me digas que tú...
—Yo también he mirado con esa intensidad mi plato favorito del menú. ¡Sirve para entrenar la vista! Como siempre, esos dos son excelentes rivales...
Lied suspira, y vuelve su vista a Iruma. Se pregunta si al menos, él entendería las intenciones de Asmodeus.
—Ja, mejor dejémoslos ser —murmura.
Mientras que, con toda la razón, Iruma tenía cierta sensación extraña. Un hormigueo constante que, le recordaba, aquellos ojos demoniacos puestos en él, y solo él.
—E-Ehm... ¿Azz? —corresponde su mirada, sonriendo con incomodidad—. ¿Sucede algo malo?
Ante la expresión del humano, Asmodeus se levanta precipitadamente.
—¡No puede ser! —grita, acercándose más al rostro de Iruma—. ¡Era cierto!
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Sí, sí. ¿De qué hablas, Azz-Azz? —se unió Clara.
—¡I-Iruma está enfermo! —señaló—. ¡Rápido, llama un médico!
—¿¡E-Enfermo!? —retrocedió el nombrado.
Clara no tardó en usar un silbato, para, escandalosamente, traer a un profesor.
Llevaron al pobre humano confuso, a la sala de enfermería demoníaca. Allí, esperaba el profesor Balam Shichiro.
Al ver la llegada de Iruma, supo lo que le esperaba. Conociendo ya el secreto de que se trataba de un humano, se encargó de que la enfermería quedase vacía, y los amigos esperaran afuera.
—Otra vez... —dijo el profesor.
—Sí, jeje... otra vez.
—Dijeron que estabas enfermo porque no tenías colmillos...
Iruma suspiró.
—Lo sé... ¿Qué se supone que haga? ¿Aquí venden colmillos postizos?
—No es necesario —soltó una carcajada—, solo diles que todavía están creciendo.
—¿De verdad funcionará? —titubeó Iruma.
—Eso espero.
Aunque no hayan sido las palabras más confiables, era cierto que los amigos de Iruma creerían cualquier tontería dicha por él. ¿Qué más podían esperar?
Horas después, mientras salían de la escuela, el pobre humano fue detenido nuevamente. Asmodeus aprovechó la oportunidad, pues Clara se había pegado a Sabnock, hace rato. Este momento era perfecto para los dos.
—I-Iruma... —dijo, llamando su atención.
—¿Sí, Azz? —lo mira.
—¡Como tu leal seguidor, deseo acompañarte un poco más hasta tu casa! —dio un ligero golpe en su propio pecho.
—Está bien —aceptó con una sonrisa—, entonces... déjame enviarle un mensaje al abuelo y Opera... —concluyó, sacando su teléfono.
Ambos seguían de pie, mientras los demás demonios regresaban a sus casas, emprendiendo vuelo. Poco a poco, había más silencio, dándole espacio al nerviosismo de Asmodeus.
—¡Listo! —exclamó Iruma—, vamos.
De tantas veces que caminaron juntos, solo ésta, se convirtió en una sensación pesada para sus interiores. Y ninguno estaba seguro, de cómo actuar.
Cada latido, intensificaba el deseo del demonio.
Pues todo parecía indicar, que por fin, era el momento de dar el paso.
Todo parecía a su favor, podría lograrlo.
En algún silencioso instante, las manos de Asmodeus, se estiraron levemente. Como si el subconsciente estuviese preparándolo, de pies a cabeza.
—Espera, Iruma.
El susodicho detuvo su paso, volteando así, dirección al demonio cabizbaja.
—¿Azz...? ¿Qué pasa?
Y entonces, el instinto de supervivencia de Iruma, comenzó a salir. Tragó saliva, volviendo a preguntar.
—¿Estás bien...? No creo que debamos quedarnos aquí parados, puede ser peligr...
Fue incapaz de terminar su frase.
Su boca fue cubierta por otra.
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Deseo Infernal | Asmodeus x Iruma
FanfictionCuando el deseo surge, los demonios van a extremos para satisfacer tal surgimiento. Alguien tan leal como Asmodeus, no se atrevería a ceder ante tales tentaciones. Pero, si se trata de un humano como Iruma... provocará que el deseo se multiplique...