03. momentos después

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Julián es el que maneja el auto, pero se siente desconcertado.

Natalia, Enzo y él están en camino a GEBA. Ya pasaron brevemente por la casa de la chica para que ésta se cambie, y una vez que ella salió con el short y la remera del club puestas, junto con un comentario disimulado de Enzo hacia Julián (dios, el shor' ese me mata), empezaron camino hacia la sede. 

Natalia y Enzo están bastante distraídos, cantándole a El Bombón de Las Palmeras a todo volumen. Pero Julián solo puede revivir el beso una y otra vez en su mente, y sabe que Natalia se dio cuenta, porque por algún motivo, siempre que él piensa en echarle un vistazo por el espejo retrovisor, ella ya está mirándolo. Sus ojos lo penetran y no se atreve a abrir la boca, siente que le va a temblar la voz y se va a delatar a sí mismo, por lo que elige quedarse callado, a pesar de las constantes insistencias de Enzo por que se sume al coro.

El viaje desde la casa de Julián hasta el club no es muy largo, eso de diez minutos, por lo que llegan en un abrir y cerrar de ojos. Natalia baja del auto a la delantera, con el bolso colgado del hombro y el pelo recogido ondeando con cada paso; al lado de ella, Enzo le charla amigablemente, siguiéndola por los muchos pasillos de la sede; por último, Julián se encuentra varios pasos más atrás, con las manos en los bolsillos, mirándola específicamente a ella.

Se le hace raro, como un beso puede significar tanto para alguien y tan poco para alguien más. Ella lo besó y él se siente como si se hubiera comido una manada de mariposas, porque el estómago todavía le revolotea y aún siente los labios de Natalia meciéndose sobre los suyos. Recordar aquello lo hace estremecerse y quiere poder actuar tan normal como ella ahora, pero para ser sincero, viéndola pretender como que no pasó nada lo jode, y bastante.

–Julián, pelotudo, dejá de hacerte el emo y vení.

Julián levanta la vista. Enzo camina de espaldas, mirándolo a él, haciéndole una seña para que se sume a ellos. El cordobés se muerde el interior del cachete y saca las manos del bolsillo, echándose un pique para acabar al lado de su amigo. La mira a Natalia de reojo. 

–Llegamos re temprano –dice ella, mirando la hora en su celular, ajena a la mirada de Julián sobre ella–. Faltan casi dos horas.

–Bueno, de paso nos enseñás a mí y a Juli a jugar con la bocha esa.

–Si son dos toscos. Seguro terminan rompiendo algo.

Julián no puede evitar reírse levemente por la nariz, lo cual alivia el peso en su espalda. La mira a Natalia, que camina altanera, y se muerde el labio inferior. Odia admitirlo, pero esa chica le atrae.

Llegan al gimnasio. Hay pocas personas ahí, las tribunas vacías, pero la red ya está instalada en el medio de la cancha y el canasto de pelotas reside en una esquina del gran espacio, dándoles un rato para boludear sin que nadie los molesta. Natalia deja su bolso en la banca y se da vuelta para encontrarlos a Enzo y a Julián cagándose a empujones para ver quién llega primero al canasto de pelotas.

–Parecen dos tarados –les dice, negando con la cabeza.

–¡Fue Enzo!

–¡Fue Julián!

–Me importa poco –Natalia se encoge de hombros y agarra una de las pelotas del canasto, apretándola y rebotándola–. Dale, vengan que les enseño. Y el primero que patea algo no juega más, eh.

Se paran de un lado de la cancha y Natalia les enseña como poner las manos, lanzándoles la pelota para ver qué aprendieron, pero Julián le pega con el puño y la pelota termina dándole en la nariz a Enzo, por lo que ella sacude la cabeza y suspira.

CHERRY FLAVORED | julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora