PODÍAS SENTIR SUS OJOS CLAVADOS en ti mientras se reían entre dientes detrás de tu escritorio, lo que te hizo poner los ojos en blanco. Mattheo y los otros idiotas de Slytherin te han estado jodiendo constantemente las últimas semanas, siendo Mattheo el que más lo hacía.
Podías sentirlo detrás de ti mientras se acercaba a tu oído:—Déjame enseñarte lo que te estás perdiendo, nena—. No le diste la satisfacción de reaccionar, sino que volviste a mirar tus notas.—Pronto te rendirás ante mí—. Prácticamente podías oírle sonreír mientras te susurraba al oído.
Cuando la clase terminó, te levantaste y saliste del aula hacia el pasillo, con ganas de volver a tu habitación y seguir estudiando, pero sentiste que un brazo se deslizaba alrededor de tu cintura, acercándote mientras te dirigía hacia otro pasillo.—Déjame en paz, Riddle—. Dijiste, con clara molestia en tu voz.
—¿Por qué te resistes tanto, _____, sé que me deseas?—, dijo con los brazos enjaulándote, con la espalda contra la pared.
—No te deseo; eres molesto de cojones y estoy deseando que pases a tu próximo objetivo desafortunado y me dejes en paz—. Afirmaste sin comprender, agachándote ahora bajo sus brazos y volviendo al pasillo para dirigirte a tu habitación.
Cuando por fin llegaste, te pusiste la pijama y te acercaste el libro para repasar tus apuntes.
Después de un rato tu mente empezó a divagar sobre el molesto chico de ojos marrones, siempre parecía pensar que podía conseguir lo que quisiera, incluyendo chicas que siempre parecían aceptar su atención aunque luego nunca se interesara por ellas, su confianza era demasiado alta, y alguien necesitaba bajársela y demostrarle que no siempre consigue lo que quiere.
Y una idea surgió en tu cabeza cuando tus ojos se posaron en el cajón superior de tu cómoda, y decidiste enseñarle que no debía volver a joder contigo.
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Te deslizaste hasta su dormitorio vacío y te apoyaste detrás de la puerta, sabiendo que no tardaría en entrar.
Tus ojos recorrieron la oscura habitación que sólo estaba ligeramente iluminada por la luna que brillaba a través de la ventana. Su cama no estaba hecha, y tenía algo de ropa sucia tirada en un rincón, pero era adecuado para quien ocupaba la habitación.
Una sonrisa de satisfacción apareció en ti cuando el pomo de la puerta se movió antes de abrirse. Miraste a Mattheo cuando entró en la habitación, caminando hacia su cama y dejando caer su mochila.—Lumos—, murmuró mientras encendía la vela de la mesilla de noche.
