Contando ovejas

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A veces las noches podían ser demasiado largas cuando uno espera. Imaginando un revaño enorme de pequeñas ovejas saltando una valla de madera en algún prado en quién sabe dónde, tratando de contar cuántas son; quizá cincuenta o cien, o tal vez se repitan en espiral hasta que, en algún punto, se pierdan con la luz de un nuevo día, todo por sufrir de un insomnio voraz.

Akaashi siempre contaba ovejas, casi todas las noches, imaginado que partían hacia las nubes que cubrían el cielo y jugaba con ese sentimiento de nostalgia y melancolía que lo abordaba, pensaba con incertidumbre que, quizá, mañana no iban a volver, y él podría volver a dormir.

Pero él sabía que no sería así.

Su insomnio, que lo perseguía todo el tiempo, era producto de estar buscándolo a él , el chico loco que bailaba en cada esquina por la que caminaba e iba silbando melodías extrañas que imaginaba cada día. No lo veía hace un tiempo y lo extrañaba con locura. Él era alguien difícil de olvidar y de superar, y haberse enamorado de él era todavía peor. Akaashi podía recordarlo con facilidad, todo de él, todo su ser.

Bokuto solía decir que si algo malo pasaba podía pegar de formas muy intensas a las personas, y a veces podía herir hasta dejarte muy mal, pero que el corazón seguía su propia melodía como un refugio ante ese dolor.

Eso le hacía pensar por lo que el joven pasaba, qué tan dolorosa podría ser su vida para que lo llevase a inventar canciones todos los días. Nunca se entero de ello, le carcomia su mente toda las noche el pensar en la remota posibilidad de haberlo ayudado antes de que se marchara sin aviso.

En aquellas noches, e incluso durante el día, Keiji solía recordarlo, tal vez como método para siempre tenerlo consigo pese a su ausencia, o tal vez para obligarse a no olvidarlo. Aún tenía muchas cosas para decirle como para dejarlas de lado.

Recordaba como contaba que no era bueno con los asuntos de la suerte, y que por ello siempre bebía un poco de más, quizás así tendría la fortuna de que su plazo con el fin de todo se vuelva menos. A Keiji no le gustaba el alcohol, pero lo entendía, por eso siempre acompañaba a Bokuto con una que otra copa mientras el chico le hablaba con la botella bajo el brazo, para asegurarse que esta siempre estaba allí.

A veces su estado de ebriedad era tal que le hacía confesar cosas que a Akaashi lo tenían pensando toda la noche, como la vez en la que dijo que se sentía solo, muy solo. Sentía la ausencia de algo dentro suyo, como si algo le faltara y no hubiera nacido completo como otras personas y él llegaba a la idea que era porque nadie nunca lo quiso bien, ni una persona se acercó a él para consolarlo o siquiera entenderlo ni un poco. Akaashi le dio la razón, a veces él se sentía como si en realidad no fuera nadie en este mundo, como si solo siguiera a alguien más y fuera una sencilla silueta sin rostro buscando la satisfacción ajena.

Se acuerda que esa vez no pudo dormir bien por tres días.

Conocer a Bokuto fue como un viaje de ida a un pasaje espiritual que lo hacía trabajar su mente día y noche. Era increíble como ese chico, que parecía no ser tan bueno en cuestiones académicas, era tan sabio en los asuntos de la vida. Y eso era triste para él, porque pensar en las palizas que le dio la vida para que la vea de esa forma, para no esperar a que la muerte toque su puerta le rompía el alma.

No quería que nada le pase, quería estar con él todo el tiempo, porque se enamoró de él desde la primera vez que lo vió. Era agotador eso, pues sabía que Koutaro no está, ni estaría listo, para estar en una relación romántica, primero debía sanar todas las heridas que le dejó la vida y Akaashi quiere acompañarlo, buscarle ayuda y esperarlo. Lo ama tanto que no soporta verlo mal.

Pero por más que lo intentó, y hasta se lo comentó, Bokuto no quería ayuda. Él siempre estaba empedernido en tratar sus problemas él mismo y a su modo. Es por eso que Koutaro ya no estaba donde solía, en un banco destartalado de una plaza que era mejor en el olvido, donde siempre inventar historias absurdas sobre nada en absoluta que dejaba inconclusas, terminando siempre con la misma frase.

"—Terminala tú por mí y cuéntame qué se te ocurre."

Akaashi deseaba verlo una última vez y así contarle que le halló un final perfecto a todas ellas, pero por más que lo esperó en la esquina de siempre, en el banco de siempre, todos los días del mes, él nunca volvió al mismo lugar.

Recuerda que una vez encontró a la hermana más grande del albino. Se veía cansada, con bolsas oscuras colgando bajo sus ojos, como si hace años que no durmiera bien. Su piel era tan pálida como una hoja de papel y sus ojos, iguales de ámbar que los de su hermano, estaban opacos y enrojecidos. Él sabe que es la apariencia de alguien desolado, alguien que estaba sufriendo mucho por una persona que amaba con todo el corazón. Lo sabe porque vio esa misma apariencia todos los días desde que Bokuto desapareció en su propio espejo.

Charlaron un pequeño rato, no había mucho de que hablar tampoco, pero siempre que la encontraba, en el mismo trayecto en donde él aguardaba a su amigo, a la misma hora, Keiji le preguntaba cómo estaba Bokuto. Su hermana contó que Koutaro se estaba hundiendo en sí mismo otra vez, como si su alma corriera lejos de su cuerpo y sus problemas en una huida salvaje, causada por la pérdida de fe en sí mismo y en que algo podría cambiar dentro suyo. Ella decía que era un bajón, algo que le pasaba más a menudo de lo que Akaashi imaginaba, pero él no lo pensaba así necesariamente.

Él se removia en su cama todas las noches negando las palabras de la chica, creyendo en lo que él pensaba. Él se decía que Bokuto sólo tenía sed de lo que vivir significaba y que pronto volverían a encontrarse. Volverían a brindar un trago por el miedo que sentían los dos por la soledad que los abundó gran parte de su vida, y después otro trago por el pavor a la sobriedad, pues Bokuto sentía que así enfrentar las cosas era más difícil y doloroso. Así era más sencillo esquivar la tempestuosa realidad en la que vivían y recibir a la noche con un grito lleno de locura esparciendose por cada poro de su cuerpo.

Akaashi lo veía gritar y aullar aquellas madrugadas, y cuando estaba satisfecho, se giraba hacia él y decía otra de sus frases tan sabias para alguien tan joven. Él creía que, tal vez en otra vida, Bokuto haya podido ser poeta o escritor, pues era tan bueno con las palabras que hacían que la química de Keiji se alterará en su cerebro con gusto.

Él decía: "—Si permaneces tan cuerdo, todo te hará mal."

Y vaya que tenía razón. Desde entonces, Keiji empezó a ver la vida un poco más absurda y se sintió mejor, se sentía tan bien como si fuese una medicina.

Pero ahora, sin la presencia de ese chico, la vida se volvía cada vez más como la de antes, cada vez más oscura, aburrida e injusta. No sabe dónde está, no sabe cuándo estará bien y tampoco sabe qué es lo que le pasó. Quizá fue la vida en general, o alguien que dijera que no "estaba bien" para convivir con otras personas, que podría estar loco y debía estar encerrado y medicado. Keiji a veces se pone a pensar en si la gente también lo ve así a él por seguir y creer las palabras de ese chico. Quizá terminen juntos en el mismo lugar, o tal vez nunca más se vuelvan a ver.

A Akaashi ya solo le quedaba aguardar en esa banca, con una adicción nueva que lo ayude a hacer más ligera la espera. Aguardaba toda la tarde hasta que anochecía allí, y después se quedaba hasta que las estrellas salían, sacaba un cigarrillo y lo encendía hasta que ya solo quedaba el cerillo. Después jugaba con su mechero, lo encendía y lo apagaba una y otra vez, como siempre hacia cuando se reunía con Bokuto, esperando hasta que llegara, solo que ahora no lo volvería a hacer. Se dedicaba a sentir el aire entrar y salir de su cuerpo, atravesando su boca, donde la masticaba como si de un chicle se tratase con la esperanza de que perdure el sabor a la nicotina lo más posible. Pero como todo en su vida, desaparecía.

Ahora solo le quedaba la espera interminable y el vacío dentro de él y en su propia cama, donde lo único que podía hacer era seguir contando ovejas hasta que la mañana llegara una vez más y el día se repita nuevamente.

•••

Esta es mi canción favorita, por favor escúchenla que es increíble!

Por favor, la adaptación que le hice a la historia no es precisamente, una relación sana. Hay que tomarse el tiempo para sanar cuando uno no está bien, porque sino sólo se harán peor e incluso le harán mal al otro. La canción no necesariamente dice eso, pero creo que es una manera de percibirla si así lo quieren.

Nos leemos!

Caravana ||HaikyuuWhere stories live. Discover now