Capítulo 2

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— ¡Ah! — Gime aquel hombre. — Que bien lo has hecho, pequeña. — Mi mirada está clavada en el suelo, pero por el rabillo noto como lleva su mano hacia mi cabello para acariciarlo mientras mis lágrimas se juntan todas en mis ojos. 

Pude conocerle el rostro, no parece tan mayor quizás tenga unos treinta años en comparación con mis veintiún. Tiene cicatrices, me atrevo a alegar que su origen es por los enfrentamientos que ha tenido con mi reino. Los darks tiene su fuente de poder gracias a la magia negra, he escuchado que son astutos, pillos, autoritarios y vengativos. 

Pero coinciden con algo en nuestro reino, sus mujeres están recluidas iguales que nosotras. De ellas se conoce solo eso, y al ser los darks más fuertes que los hombres de mi reino no protestan al entregarnos a cambio de no atacarnos.

"Las brujas son enviadas por el dios de la lascivia. Y la lascivia, es solo eso, un momento... Pero que resulta adictivo"

Entonces... ¿Es así como nos tienen? ¿Cómo simples objetos de placer? Siento como se hincha mi corazón de coraje por tantas palabrerías estúpidas que he tenido que calarme toda mi vida y maldigo entre dientes a El Maestro por solo concederle poderes y privilegios a los hombres y dejar a las mujeres como seres obsoletos.

Ignoro la figura masculina que ha caído dormida a mi lado y reparo en la pequeña estancia. Es muy chica, tan solo con una cama, una alfombra de piel y una pequeña chimenea. Aún estoy en la frontera pero siento el frío invernal del Reino Dark.

Mis pies se ordenan solos y mis manos tanteando todo lo posible. Un cuaderno reposa en una esquina en el suelo y lo recojo sacudiendo su polvo en la portada. Como no valoran estos objetos cuando en mis tierras ni leer se nos permite, aprendí gracias a mi madre con los libros infantiles que llegaba a robar cuando se la llevaban los guardias  y siento la bilis al recordar el porqué.

Clasificación de hechizos sanadores.

Era el título de aquel librito café. Lo observé hasta que la idea de llevármelo zurcó mi mente. Con temor reflejado en mis ojos le brindo una hojeada al tipo acostado y oculto el libro entre los trapos que vuelven pesados mi terrible vestido color rosa palo. Es una locura, nunca he robado sin embargo fue como si yo fuera una abeja y el libro la miel y mis ganas de tenerlo crecieran más.

Cuando termino de arreglar mis ropas me enderezco y giro. En ese instante siento mi corazón saltarse tantos latidos y mis pulmones quedar sin aire.

En la pequeña habitación hay alguien.

En la pequeña habitación está una persona.

En la pequeña habitación... se encuentra una señora... y me observa como si me quisiera matar.

Por El Maestro.

Ahora si piensas bien en él, ¿Cierto?

Cállate estúpida consciencia.

NISLAWhere stories live. Discover now