Cap 33 Que empiece el espectáculo

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No sabía cómo ni cuando había llegado a mi dormitorio tras usar gran parte de mi energía con aquella esfera mágica, que sorprendentemente, había logrado derrumbar al animal, pero un par de minutos después tan solo vi el piso de madera delante de mis ojos, me había desmayado, como supuse que ocurriría alguna vez si usaba más energía de la que debía.

Ahora, yacía en mi cama, con un puñado de capas gracias a las sábanas y mi camiseta negra rasguñada por el estómago, aunque no recuerdo que mordiera en esa parte. Ante la duda, decidí levantar mi camiseta cuidadosamente sin soltar el aire por mis orificios nasales, rezando para mis adentros que no hubiera ninguna cicatriz o rasguñazo... y no lo había.

Tan solo un dibujo extraño de una media luna creciente, encima de un animal bastante característico para nosotras las brujas, el cuervo. Un precioso cuervo pequeño, voloteando justo entre mis pechos y mi ombligo.

Puse un poco de saliva en mi dedo indice, y rápidamente intenté borrarlo de mi vista. Quizá había sido una broma por parte de aquel lobo, el cual ha estado a punto de terminar con mi consciencia... pero no es así. El dibujo no se borraba, parecía un tatuaje, el cual no recordaba haberlo hecho en mi tiempo libre. Al recibir un pinchazo en la cabeza, decidí volver a acostarme en la cama, con la mano derecha cubriendo mis ojos.

Si mis padres descubrieran que tengo un tatuaje, me matarían, estoy segura. Nunca les han gustado, aunque el pequeño tatuaje que lleva Carter en el antebrazo, si parece agradarles. Es una sola palabra en cursiva, Calen. Él mismo dijo su significado, el cual era Orgullo, y sin duda, como anillo al dedo. Ahora, alejando el tatuaje de Carter, debía pensar en el mío, si el suyo tiene algún significado en concreto, el mio también debía tenerlo.

Engatusada en mis pensamientos, miré el techo blanco, una y otra vez, hasta que sentí el aburrimiento tomando control de mí. Debía de aprovechar el día, y que hay mejor que salir a tomar el aire un Sábado por la mañana. Un...Sábado-repetí diez veces como mínimo.-¡Hoy es el día!

Antes de bajar, tomé algo de ropa de más, una bufanda y un par de guantes, ya que las temperaturas habían descendido, pues el invierno estaba a la vuelta de la esquina y aquello no era nada bueno, ya que Frelo suele llenarse de nieve hasta arriba.

-Animal rastrero- gruñí al bajar el último peldaño de escaleras.

Se encontraba tirado en el sofá, con la cabeza hacia arriba y los hombros encogidos, sin ningún tipo de preocupación.

-Buenos días- respondió, algo molesto.

-¿Qué crees que haces?- él me miró confuso-Deberías de estar haciendo algo con tu vida, se supone que debes de ganar la pelea de hoy-

Ladeó nuevamente su cabeza hacia mí, mas una de sus cejas, se arqueó con cierta duda.

-¿Cómo puedes llegar a ser tan estúpida?-

Ante aquellas palabras, decidí acercarme más, mirarlo de arriba a bajo con cierta repugnancia. No lograba entender como alguien como él podía encontrarse en este estado de tranquilidad. Me inquietaba, mucho más que a él.

-Levanta el trasero, nos vamos-

Un par de horas después, llegamos a casa de mi padre, estaba leyendo uno de sus libros favoritos a cerca de la magia oscura, el cual tenía prohibido leer. En realidad, todas las brujas tenemos denegado el acceso a esta clase de libros, pues puede ser demasiado peligroso, much más si se utiliza contra otros.

-Un placer verte de nuevo Ragnok-

Mi padre no dudó ni un segundo en abrazar al chico de mi lado antes que a su propia hija. Parecía mirarlo con deseo, alegría, felicidad... tenía mucha fe en él. Durante el cálido abrazo de ambos, me sentí un poco excluida, aunque no dije nada al percatarme de la mirada del chico, llamado Ragnok. Su mirada astuta anaranjada fue más que suficiente para alejarme de aquellos dos idiotas.

Pacto hostil [ESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now