𓆩*𓆪 Te quiero

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La cena en casa de los Yang había sido muy amena, habían conversado acerca de la infancia de los recién casados y los talentos que estos habían desarrollado a lo largo de sus vidas

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La cena en casa de los Yang había sido muy amena, habían conversado acerca de la infancia de los recién casados y los talentos que estos habían desarrollado a lo largo de sus vidas.

Todo había estado tranquilo hasta que la señora Yang sacó el tema de la descendencia a relucir.

—Entonces, ¿cuándo pretenden abrir la fábrica de bebés?

—Mamá —llamó Jeongin con súplica.

—¿Qué? Se supone que para eso era este arreglo. Además, Jeongin no será joven por siempre, tiene que comenzar antes de que su don se deteriore —soltó sin delicadeza, Jeongin bajó su mirada hasta su regazo aguantando las ganas de llorar.

—No se preocupe, señora Yang —Chan entrelazó una de sus manos con la de su esposo—. El don de Jeongin está perfectamente bien. En referencia a "la fábrica de bebés", por el momento está clausurada hasta nuevo aviso, quiero que Jengin y yo disfrutemos nuestro "arreglo".

—Y vaya que lo están disfrutando —interrumpió Changbin con burla—. El otro día fui a la oficina de Chan y los encontré en su escrito...

—Changbin, cállate —interrumpió ahora Chan mirándolo amenazante, Jeongin estaba colorado hasta las orejas.

—Vaya —se rio el Bang mayor—. Por parte de nuestra familia no hay problema si retrasan lo de la descendencia, ese es un tema que solo les incumbe a ustedes. ¿Qué opinas, Yang?

—Lo mismo, quiero que mi hijo se sienta lo más cómodo posible en esta situación —respondió mirando al rubio con cariño—. Si aún no quieren tener hijos, adelante. Me alegro que se lleven bien.

La conversación continuó en paz gracias a que la señora Yang se mordió la lengua para no decir nada más. Todos se dirigieron a la sala y se sentaron en los cómodos sillones de piel, disfrutando una copa de vino y platicando acerca de los cambios administrativos que recientemente se habían incluido para ambas empresas.

—Precioso, ¿por qué no me muestras tu antigua habitación? —susurró Chan en el oído de su esposo al notar al chico un poco aburrido.

—Claro, hyung —contestó sonrojado—. Mamá, papá, llevaré a Hyung a conocer la casa —avisó con voz queda.

Los adultos aceptaron sin prestar mucha atención, solo Changbin le dedicó a su hermano una sonrisa burlona y este le sacó el dedo medio con sutileza para que solo él lo viera.

Jeongin dirigió al pelinegro escaleras arriba, recorrieron un pasillo y se adentraron en una puerta blanca con pinturas de distintas flores.

—¿Tú lo hiciste? —preguntó el mayor admirando la obra.

—No, Hyung. Fue Félix, él realmente tiene grandes habilidades artísticas —presumió a su amigo con orgullo.

Chan sonrió y cerró la puerta tras de él, poniendo el seguro con discreción para que Jeongin no lo notara.

La habitación del menor era sencilla y bonita; una cama grande con muchas almohadas y peluches, las cobijas eran de amarillo pastel al igual que la alfombra, la pintura era beige, había cuadros pintados en lienzo de flores que seguramente Félix le había regalado, un estante con fotografías de Jeongin a lo largo de su infancia y juventud y un escritorio en donde reposaba una computadora. Una de las paredes se encontraba adornada por el ventanal que daba al pequeño balcón, Jeongin se dirigió a él y abrió la puerta para que su esposo mirara todas las plantas que había tanto en el piso como colgadas en la rejilla.

—Me alegro que sigan vivas —Jeongin acarició una de las plantas con felicidad—. Seguramente mis noonas vienen a regarlas todos los días.

—¿Por qué no las llevas a casa? —preguntó el mayor detrás de él.

—No sabía si te gustaban las plantas —contestó con simpleza.

—No tienes por qué preguntar, es nuestra casa, pequeño, puedes hacer con ella lo que quieras.

Jeongin se sonrojó y sonrió haciendo que sus mejillas cerraran sus ojos, una imagen que Chan adoraba.

Acarició las regordetas mejillas con ambas manos y dejó un poco en los abultados labios.

Por alguna razón, el doncel se sintió cohibido, tal vez era la mirada tan intensa de su marido, o tal vez era porque nunca ningún hombre además de su padre y Félix habían estado en su habitación.

El mayor posó sus manos en la delicada cintura y volvió a besarlo, esta vez profundizando el contacto y apretando el cuerpo contra él.

Jeongin llevó sus manos al cuello de su esposo y jadeó cuando éste apretó sus glúteos dirigiéndolo de nuevo a la habitación hasta llegar a su cama.

El pelinegro se separó solo para quitarle la sudadera al menor, Jeongin tenía los labios rojos por el reciente beso y trataba de tapar su pecho con las manos.

—Hyung, nuestros padres están abajo —recordó con vergüenza.

—Tranquilo, pequeño, todos allá abajo deben de tener una idea del por qué subimos —contestó con simpleza acariciando la fina espalda y besando su cuello.

—Yo no sabía que este era tu plan, hyung, eres malo conmigo.

Chan rió entre dientes, un sonido que a Jeongin le encantó y no pudo evitar sonreír. El mayor desabrochó sus pantalones cortos de mezclilla y se agachó para quitarle los converse y las calcetas. Él se deshizo de su camisa y se quedó con los jeans, se quitó los tenis y se acostó en la cama, Jeongin se quedó a un lado de ésta sin saber qué hacer.

—Ven, precioso —pidió Chan mirando como el chico tomaba aire y lo soltaba (tomando valor) y se subió a la cama, Bang lo guió encima de él y volvieron a unir sus labios.

El mayor dirigió sus manos a la tela del bóxer de su esposo y comenzó a bajarlo hasta dejarlo debajo de los respingaditos glúteos, Jeongin tenía sus manitas en el cuello del pelinegro y éste acariciaba su espalda con una mano mientras que con la otra desabrochaba su pantalón y sacaba su erecto miembro del bóxer. Jeongin sintió su dureza rozar con la de su hyung, sacándole un gemido y Chan le instó a que comenzara a mover sus caderas para crear una fricción entre ambos.

—¡Ah! —gimió el rubio sin poder evitar que sus caderas se movieran involuntariamente ante las deliciosas sensaciones que le causaba el vaivén.

El mayor aprovechó que abrió la boca para introducir su lengua y colocar las pálidas manos en las anchas caderas para ayudarle a moverse con más rapidez.

Jeongin apretó los dedos de los pies y se separó de la boca de Bang para esconder su rostro en el huevo entre el cuello y el hombro ajeno, dirigió sus labios a la piel y mordió y chupó para amortiguar los ruidos en su garganta. Chan gruñó al sentir la húmeda boca en su cuello y apretó más el delicado cuerpo contra sí, ambos se vinieron en sus abdómenes con las respiraciones agitadas y una capa de sudor cubriendo sus pieles.

—Te quiero, hyung —susurró quedito con miedo y vergüenza.

—También te quiero, pequeño.

—También te quiero, pequeño

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My Boy¹ ☘ ChanInWhere stories live. Discover now