Sol Y Sombra (ShikaNaru)

Prólogo

    Prólogo.

    De otro sol y otra sombra.

    Data: Un cierto día.

    Bajo éste árbol de eucalipto que sembramos con nuestras propias manos, estando a mi lado, iniciando el eterno sueño al que voy a seguirte pronto; vinieron a mi mente algunos recuerdos de como metafóricamente me fuiste atrayendo a este amor ingente que nunca quiso apagarse.

    Oh, ¡Vaya! Deberías ver la manera en que esta acartonada mano tiembla con nada más agarrar el bolígrafo. Por fortuna, las letras no quedan torcidas. De otro modo, sería muy molesto reescribir todo de nuevo.

     ¡Mira! Ya estoy desviando el tema, jej.

    ¿Qué me cautivó de tí en realidad?

    Ah, sí, estoy seguro que eso fue.

    Tu sonrisa...

    Una simple sonrisa que hizo derretir mi corazón hasta dejarlo flotando entre nubes de frescura.

    Tu mirada...

    Una brillante mirada que me hizo suspirar al recordar el azul del cielo, donde las aves volaban libres para sentir el viento filtrarse entre sus ligeras plumas.

    Tan magnífico como la divinidad misma, sin un sólo defecto ante mi propia mirada. Tan celestial como las estrellas que nacen entre apretujadas nebulosas de colores. La perfección, para describirte; era la palabra correcta. No había otra manera de verlo, más que con la hermosura que despedía tu presencia y el aura de calidez con que envolvías todo lugar al que llegabas.

    Y yo...

    Yo sólo era un simple mortal que te veía desde lejos, queriendo atraparte entre mis dedos para terminar viendo como escapabas entre éstos, cuan fugaz corriente de aire. Tan rápido, tan lejano. Aún así estaba a tu lado, pero no de la manera en que lo deseaba.

    ¿Podría cambiar la forma en que me veía ante tus celestes ojos?

    ¿Podría algún día, ser la persona que ocupara tus pensamientos?

    Quizá ¿Sentirme envuelto en las brasas de tu amor?

    ¿Probar los labios que me llamaban con desesperación?

    Eras demasiado lejano, así como tan cercano.

    Me sentía como un pequeño niño que estira su brazo hacia el cielo, en medio de la noche estrellada tratando del alcanzar a la luminosa luna. En su lugar, yo trataría de tocar, aunque sea, una esquina del abrazador sol.

    Con tantas metáforas que podría compararte, pero sólo se me ocurrió el sol.

    Si, ese que podría quemarme, tan doloroso hasta la muerte. Las llamas recorrerían mi cuerpo hasta el último milímetro sin dejar un rincón intacto. Ardería entre el dolor y la asfixia; pero no me importaría. No si pudiese disfrutar de la alegría de tenerte entre mis brazos.

  Porque el amor que emerge desde lo más profundo de mi ser, es tan real como las flores o como el agua corriendo en los arroyos y las abejas zumbando en los campos.

    Es tan fuerte como las pequeñas hormigas cargando enormes hojas verdes hacia su hormiguero. Tan poderoso como los rayos en las tormentas de lluvia. Tan mágico que sólo surgió de nada; así, sin previo aviso.

    Estoy seguro de que ese amor que me consume lento, durará para siempre.

    Es por eso que, aquella existencia tan poderosa llamada destino, pudo aprovecharse de lo arrasador de éste amor para permitirme ver tu arrugado rostro con mis cansados y nublados ojos hasta la última exhalación de aire.

     Ah, que egoísta yo, una insignificante sombra, queriendo seguirte a tí, un deslumbrante sol, por la infinidad de lo que pueda considerarse eterno. Pero simplemente, sin tí no puedo existir.

Página 120.

    

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