ᴄᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ 4

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Apenas escuchó cómo los pequeños empezaban un diálogo sobre el cuento que intentaban leer, Yoongi le preguntó firme a Jimin.

—– ¿Qué te está sucediendo? —– enarcó una ceja un poco hastiado de las pocas palabras y sonrisas sutiles que Jimin le había brindado en las pocas horas de su llegada del trabajo.

Necesita que le dijera el contexto de todas sus acciones.

—– Estoy asustado —– respondió evitando su mirada —– Abrumado, con ganas de salir corriendo de aquí —– confesó esto último ahora sí mirándole fijamente.

Yoongi suspiró y suavizó el tono de voz.

—– ¿Es eso? —– Jimin miró cómo se suavizaba la mirada de su esposo, sabía que se refería a su crisis, por lo que asintió.

—– Adelanté la cita con Leeteuk —– juntó sus manos —– Estoy muy alterado desde esta mañana y el día de hoy no fue el mejor de todos —– se recostó del estante.

—– Te estás sobrecargando mucho, debes cuidar tu salud.

—– Pero tú estás haciendo tu mayor esfuerzo, estás tomando turno completo, te estás exigiendo demasiado —– levantó su mirada —– Me siento inútil sólo trabajando a medio tiempo, mientras tú sales adelante con todo los gastos sobre tus hombros.

—– Amor, esto ya lo discutimos —– dijo Yoongi pacientemente —– No podemos darnos el lujo de contratar a alguien para que cuide a los niños y no vamos a correr el riesgo de internarlos en ninguna parte para que trabajes tiempo completo.

—– Quiero ayudarte, Yoon —– los ojos claros del pelirosa se cristalizaron —– Lo estás haciendo todo solo.

Yoongi se acercó y atrajo a sus brazos al pelirosa.

—– No me molesta trabajar para sustentarlos, para cumplir y aportar al hogar. No me molesta trabajar por ti, por nuestros hijos —– Levantó el rostro del menor, buscó los labios de él suavemente y los besó —– No es una carga trabajar para proveer a mi familia y sé que quieres hacer más, ayudarme y te lo agradezco, pero ya haces un gran trabajo y esfuerzo cuidando a los niños, manteniendo el hogar y trabajando en el restaurante. No digas que eres inútil, estás haciendo un gran y excelente trabajo, cielo.

Jimin se acurrucó en el pecho de Yoongi y dejó salir un llanto silencioso, que poco a poco desataba el nudo en su garganta.

No se sentía recuperado, su mente le creaba muchas interrogantes, pero prefirió disfrutar los besos y las caricias en su cabellera que proporcionaba su muy amado esposo.

Se permitió inhalar el aroma característico de su esposo y rozar su nariz en el blanquecino cuello, acto que hizo sonreír al mayor.

—– Gracias, Yoon —– susurró en su oído.

El mayor se alejó y le sonrió, se acercó a sus labios y Jimin muy gustoso le recibió, sus lenguas se rozaron suavemente, aliviando el estrés, frustración y desesperación que sentía en su cuerpo.

Disfrutaron del contacto de ambos, se necesitaban para disminuir la presión que toda la situación provocaba.

Hasta que ciertos golpecitos en la puerta y dos tiernos niños con ojitos cerrados gritaron.

—– ¡Papás! —– ocasionando que ambos mayores se alejaran ruborizados. Los pequeños rieron ante el susto que se llevaron sus padres —– Estamos esperando por el cuento.

Yoongi miró las mejillas ruborizadas de Jimin y tentado depositó un beso en ellas.

—– Estábamos ocupados —– sonrió ladino —– Vamos, ya estamos listos —– agarró a los niños de la mano quienes lanzaban miradas furtivas de Yoongi a Jimin —– ¿Vienes, amor?

Jimin lo miró y lentamente asintió siguiéndole "Jesucristo, que vergüenza" Los niños reían e internamente Yoongi también lo hacía.

Se estaba encendiendo todo y olvidó el detalle del cuento y los mellizos.

En silencio y con sonrisas y toques cómplices entre los esposos, se colocaron a cada lado de los pequeños que muy felices se acurrucaron a sus padres.

Ambos mayores estaban recostados sobre el espaldar de la cama, mientras que los niños estaban en medio de ellos, cubiertos de pies a cabeza del intenso frío de la noche que buscaba colarse y expectantes por la historia que hoy papá Yoongi les contaría.

El azabache carraspeó e inició con una voz modulada de locutor, el relato del cuento.

—– El invierno es un viejito que tiene una barba blanca, llena de escarcha que le cuelga hasta el suelo —– Tomó una pausa —– Por dónde camina, deja un rastro de hielo que va tapando todo.

Wooyoung señaló el dibujo en el libro del cuento y Jimin sonrió al verlo tan interesado.

Las hojas del libro iban pasando y Jihoon iba cediendo al sueño, muy contrario a Wooyoung que escuchaba animado y señalaba los dibujos preguntando cada detalle.

—– Además —– Jimin volvió a escuchar a su esposo —– Habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera.

Con un hermoso brillo en sus ojos, Wooyoung exclamó.

—– ¡Así como nosotros! —– Y alzó sus manitos, tropezando a Jihoon que refunfuñó —– ¡Jihoon! —– Puchereó al ver a su hermano dormir, con ojitos tristes miró a Jimin —– Papá, Jihoon se durmió.

El pelirosa sonrió —– Puede que esté escuchando con los ojos cerrados.

No muy convencido, Wooyoung pinchó las mejillas abultadas de Jihoon, quien abrió uno de sus ojitos adormilados, provocando que Wooyoung sonriera.

—– Ji, estás despierto —– lo abrazó y miró a papá Yoongi —– Papá sigue, sigue —– El azabache asintió y prosiguió con la lectura.

Muy embelesado y totalmente enamorado de su familia, Jimin observaba la tranquilidad de sus pequeños y el gran trabajo que Yoongi hacía cambiando las voces para añadirle drama al cuento.

Esas sonrisas alegres.

Esas miradas juguetonas.

Esa paz que permanecía en su casa.

El amor que estaba en sus corazones.

Todo eso quería proteger.

Jimin deseaba hacer todo lo que no habían hecho por él.

Recordaba muy poco de sus padres y lo que recordaba, no era precisamente bueno.

Las miradas de decepción, de desprecio y reproche era lo que más eco hacía en su mente.

No lo habían apoyado, muchísimo menos dado una ideal a seguir o la aprobación a sus planes.

Lo habían lanzado a la oscuridad, a que un vacío profundo lo consumiera.

Y allí se sumió y se dejó envolver de ella.

Así fue hasta que conoció a Yoongi, sus días tomaron otros colores más allá del blanco y el negro, sus días dejaron de ser perecederos y poco a poco fue recuperando su sonrisa.

Ahora, quería proteger lo que más amaba, a los causantes de su sonrisa y la razón por la que cada mañana, era una dicha despertar.

sᵒ́ˡᵒ ᴍᵘᵉʳᵉ ᴜⁿᵒ [ʏᵒᵒⁿᴍⁱⁿ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora