Los vampiros en la ficción

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No sé por qué, pero en este momento siento deseos de escribir algo sobre vampiros. Quiero decir, un comentario, porque cuentos y novelas de este estilo no me quedan bien.

Los vampiros son figuras que siempre han coqueteado entre lo siniestro y lo erótico, pues diversos autores los han utilizado como pretexto para abordar temas tabúes en épocas pasadas, como la homosexualidad, la bisexualidad y el lesbianismo. Un ejemplo de ello es la novela corta Carmilla, de Joseph Sheridan Le Fanu, en el que se trata el tema de los deseos sexuales lésbicos y la bisexualidad de una manera muy sutil. El personaje que da nombre a la novela está basado en una persona real: Elizabeth Bàthory, más conocida como la “Condesa sangrienta”, una despiadada asesina en serie que sostenía relaciones carnales tanto con hombres como con mujeres. Incluso la archiconocida novela de Drácula, el modelo en el que se inspiraron todos los vampiros que se crearon después, está basado en un cruel guerrero rumano conocido como Vlad El Empalador debido a sus brutales métodos de ejecución durante las batallas.

Pero los vampiros también han sido figuras románticas a través del tiempo y, a pesar de su siniestro origen, la historia de Drácula es el mejor ejemplo de ello.

Aunque los vampiros han ido cambiando a lo largo de la historia, adaptándose a las necesidades literarias de cada época, siempre se han mantenido algunos principios básicos a la hora de crearlos.

En el siglo XXI, algunos autores se han tomado muy en serio el concepto de los vampiros como figuras eróticas y los han transformado en bad boys típicos de cualquier novela adolescente mal redactada, que solo quieren coger y ya está. El único bad boy vampiro que acepto es a Damon, de Diario de un vampiro, porque como personaje tiene algunos matices interesantes.

Ni hablemos de Wattpad. Las novelas “originales”, que son todas lo mismo y ya hasta tienen una categoría aparte para eso. Ni qué decir de los fanfics, sobre todo los de famosos. No entiendo cuál es la manía de transformarlos a todos en vampiros. Michael Jackson, mi vecino vampiro. ¡Que no le gusta ser vampiro! ¡Que le gusta ser hombre lobo, zombie o fantasma! ¿Dónde viste que se vistiera de vampiro? Además, todas esas novelas ocasionan la misma sobredosis de cringe.

No puedo terminar este apartado sin hacer una mención especial a Stephanie Meyer y su magnífica forma de crear literatura. Esta señora quiso “innovar”, ser revolucionaria en sus ideas para construir a un vampiro, y terminó escribiendo algo que mi yo de diez años hubiera hecho mejor. Esto debe haberlo hecho en medio de un delirio alcohólico; porque si no, no me lo explico. Y, si a alguna persona con medio cerebro se le ocurriera decirme: “No, es que por lo menos se atrevió a romper clichés”, yo le contestaría amablemente: “Por favor, vete a bailar Thriller, que ahora pareces un personaje de ese vídeo”. ¡Es que lo de los vampiros no es un cliché! ¡Es un prototipo de personaje que ya estaba creado antes de que tú y yo naciéramos! ¡Es parte de una mitología, como los hombres lobos, las hadas, las brujas y otros tantos! Es como si pusieran a los zombies con piel rosa y dentadura perfecta. ¿Se imaginan a un zombie así? ¡Pues yo tampoco! Los vampiros han adquirido variadas formas en cada obra literaria en que se les representa. No son todos iguales, tienen identidad propia. ¡No era necesario ponerlos a brillar, hacerlos vegetarianos y vírgenes! En lugar de eso, podría haberlos dotado de personalidad y habrían quedado mejor.

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