Capítulo 22

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Nathaniel lo había pensado durante toda la noche. Durante varias noches en realidad. La profunda oscuridad marcada debajo de sus ojos era la prueba irrefutable de ello.

Esa mujer llamada Charlotte Leclair había suplicado, en nombre de Alice, que acudiera a la fiesta de compromiso con el príncipe de Amoris. Se había negado un millón de veces... ¿Qué demonios estaba pensando su exprometida para obligarlo a ver semejante acto? Pero Alice ─según las palabras de Leclair─ insistía incansablemente que ella necesitaba verlo. Incluso había recibido una auténtica invitación en sus manos, dirigida exclusivamente a él.

En ocasiones la señorita Leclair llegaba con dinero, alimentos y todo tipo de regalos para tratar de convencerlo de reunirse con la chica que lo engañó y darle una segunda oportunidad. Y la amiga en común de ambos, Sharon Smith, era aún más entrometida que la misma Charlotte. Mañana y tarde insistía en que algo no andaba bien con Alice, que seguramente aquel acto de traición no era lo que aparentaba, que más bien debería tenía un motivo oculto. Y a diferencia de él, Sharon no dudó ni un minuto en aceptar la invitación a la fiesta, dispuesta a desvelar todos los secretos que la, hasta ahora, prometida del príncipe parecía guardar.

Los días pasaron con lentitud, pero al final llegó el momento de dar su respuesta a Charlotte. El evento estaba a pocas horas de iniciar. Al final, tomó su decisión.

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Charlotte se detuvo frente a la puerta.

Aunque la luz solar aún no iluminaba todo el paisaje, le bastó una breve mirada para comprobar que la madera estaba carcomida. El estómago se le revolvió, pero nunca perdió su porte como la dama educada que era. Más que nunca, debía inspirar confianza, si es que quería que sus planes marcharan a la perfección.

Detrás de ella, los sirvientes cargaban con dos valijas con obsequios para los residentes de aquella casa.

Levantó su mano en un puño, pero antes de golpear la puerta, esta se abrió al instante, revelando el rostro demacrado de Nathaniel Lowell.

-Iré -dijo sin siquiera saludar. Charlotte trató de no demostrar su contento al saber que el primer paso había sido realizado con éxito.

-Agradezco que haya accedido a ver a mi amiga Alice. Le envía estos obsequios a usted y a su hermana-dijo mientras los sirvientes entraban en la casucha con las cajas y valijas-. Por favor, utilícelos el día de hoy. Partiremos en cuanto estén listos.

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El príncipe Castiel jamás se había sentido tan nervioso como aquella mañana. Caminaba por los pasillos, tan rápido como se lo permitían las decenas de mucamas y lacayos que se encontraban corriendo de un lado a otro, ultimando detalles para la gran fiesta que llevaban meses planeando.

Todos y cada uno de ellos dejaban su labor por instantes para proporcionarle la debida reverencia que se le atribuía a los miembros de la familia real, y Castiel respondía que no eran necesarias aquellas formalidades. Lo único que deseaba era que no obstaculizaran su camino para avanzar con mayor rapidez.

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─Señorita Alice, ¿podría contener la respiración una vez más, por favor?

─¿De nuevo?

Melody le respondió con gesto de disculpa al claramente preocupado rostro de Alice. Respiró con fuerza a la vez que sentía su cintura siendo aplastada por los varillas del corsé que la mucama intentaba ajustar. Alrededor de ella, las personas se movían de un lado a otro.

Another CinderellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora