✿ 𝟙𝟘 ✿

91 17 102
                                    

Tweek partió el cristal de la ventanilla con sus manos y, cuando por fin ya no había, logramos salir.

Por último salí yo pero un cristal penetró en mi pierna y solté un quejido. Me mantuve un momento en silencio hasta que Yvette deslumbró a unos metros a la asesina, con pistola y machete en manos.

— ¡Shelley, vamos! — gritó Yvette, antes de levantarme en brazos y obligarme a correr con ella y Tweek.

La asesina disparó a todos lados. Incluso cuando nos adentrábamos en la montaña para perderla de vista, ella continuó disparando. Sentí un dolor en la pierna que me hizo caer al piso y Tweek, en un impulso, cogió una roca cercana y la lanzó a la cabeza de la asesina a la distancia. Ella se echó para atrás y cayó, aparentemente inconsciente, al piso.

— ¡Ah! ¡La maté! ¡Ahhh, es demasiada adrenalina! — maldijo Tweek. Mientras tanto, yo soltaba quejidos de dolor por aquella bala que parecía hacerse introducido en mi pierna izquierda. Yvette se agachó y me revisó.

— Shelley, ¿Estás bien? — me preguntó, preocupada. Intenté pararme pero no pude, el dolor era insoportable.

Luego me levantó, rodeó mi brazo en su cuello y, después, me llevó hasta la colina en compañía de Tweek. Nunca había visto este lado preocupado de Yvette Donovan, siempre imaginé que era una perra insoportable.

— Gracias. — le agradecí, y le compartí una dulce sonrisa.

— Lo hago porque yo tampoco quiero morir. — explicó ella — vamos, camina. Te ayudaré a curar tu herida.

Y, para dormir, elegimos un lugar pacífico y rodeado de árboles. La noche estaba helada y no me esperaba que Yvette fuese más que una cara bonita, sabía prender fuego y controlarlo así que hizo una fogata y le dijo a Tweek que se vaya a dormir tranquilo, que no pasará nada.

Increíblemente a Tweek no le costó dormirse ese día. Se durmió con la cabeza apoyada en mi cremallera doblada y mi abrigo como sábana. Por ello, acabé temblando yo.

— ¿Te duele? — me preguntó Yvette, curiosa. Asentí, pero ahora parecía que moría más de frío que de otra cosa — permíteme dar mi abrigo. Lo necesitas más que yo.

Con cuidado se lo sacó y me lo extendió. Sonreí, agradecida. Ella, por su parte, fue a buscar cosas para poder sanar mi pierna.

— Gracias, de veras gracias. — agradecí de nuevo — oye, sé que en el pasado fuimos muy cuestionables, pero... me gustaría hacer las pases contigo.

Yvette volteó y me miró, mientras continuaba buscando algo en su bolso.

— Opino lo mismo. — soltó Yvette — siempre... fui muy brusca contigo. Creo que demasiado, eras bonita pero estabas en esa etapa donde todos somos feos. ¿Recuerdas aún mi etapa de acné?

— Dios, sí. Que asco. — nos reímos al mismo tiempo, y miré a Tweek con una sonrisa. Dormía tan tranquilamente que me sentí tranquila yo — le salvamos la vida a este niño.

Yvette volvió a mirarme. No obstante, solo sonrió un momento y volvió a revisar el bolso.

— Por fortuna siempre llevo el botiquín a mano. — dijo ella, y sacó el botiquín del bolso para posteriormente acercarse a mí e iniciar desinfectando la herida — ya sabes lo que el profesor Garrison siempre dice...

— Es South Park, no sabes que mierda te espera. — comentamos al unísono. Luego, nos reímos e Yvette continuó desinfectando.

— Te queda bien la boca sin tus dientes de lata. — mi sonrisa se desvaneció un poco por la forma en la que lo dijo.

— Puede ser. — solté. Miré hacia la fogata y el fuego intenso y cálido sintiéndose en mis pies heridos pero fríos — siempre me sentí muy acomplejada e imaginé que nadie me querría por mi dentadura. Cuando me la quitaron, me sentí una diosa. Pero tocó que me la sacaran en el peor momento de mi vida.

— Siento lo de tu hermano. — se disculpó Yvette. La miré a los ojos y le volví a sonreír.

— Y yo lo del tuyo. — le respondí. Sin decir más, nos abrazamos y nos quedamos un rato así. Necesitábamos disculparnos de corazón, porque solo así se podía seguir.

Aún así, hay personas que no merecen el perdón de nadie, siquiera de Dios.

Y una de esas personas es la asesina.

— Kahl.

Kyle presionó sus ojos e intentó volver a concentrarse en su sueño, pero era complicado.

— Kahl, contesta, mierda. ¡Kyle!

Kyle se levantó y confrontó a Eric desde su bolsa de dormir. Eric le extendió el glucógeno.

— Te olvidaste de tomarte el azúcar, Kahl. — le explicó. Kyle lanzó el medidor de azúcar a la cara de su compañero de cuarto.

— ¿Por qué no te metes el medidor de azúcar en el culo, Eric? — le escupió el judío a su cara — te odio, maldita sea. ¿Por qué viniste? ¡Dime! ¡¿Qué necesidad tenías de venir?!

— Tus padres me invitaron, no es mi culpa que sean tan hospitalarios. — con frustración, el pelirrojo se levantó y caminó hacia la puerta. El gordo, desde su cama, lo miró.

— ¿A dónde vas? — le preguntó. Kyle suspiró y respondió.

— Lejos de tí. — indicó él — a la habitación de Ike, no jodas.

— No, olvídate. Iré yo. — le dijo Eric.

Entonces cogió la almohada y caminó hacia la puerta. Allí, frente a Kyle, le robó las sábanas y por fin se fue de la habitación.

— ¿Qué? — susurró Kyle.

Su cuarto había quedado totalmente vacío, pero fue en esos momentos en que se sintió mal por su amigo.

Eric era pesado, sí. Era un gordo y un hijo de puta en muchas ocasiones, sí. Pero no dejaba de ser su amigo.

Más prefirió no decirle nada. Su cuarto, (aunque ahora sin sábanas y sin almohada) por fin estaba solo.

Kyle se tumbó en su colchón y lo sintió más blando. Aún más perfecto de lo que él estaba acostumbrado, así que no le costó dormirse automáticamente.

El gordo volvió después de unos minutos y se lo encontró durmiendo. El pelirrojo estaba tan tranquilo y descansando tan bien que babeaba y roncaba por lo relajado que se encontraba. Como aún tenía sábanas y almohada en mano, se acercó y corrió un poco al pelirrojo para que apoyara su cabeza en la almohada y después lo tapó con las sábanas. Finalmente se agachó y se acercó a él. Su mano tocó su cabello y lo acarició.

— No permitiré que el asesino te haga algo, mi pequeño monstruo. — soltó él — descubriré quién es el asesino, y no me importa si tengo que morir por ello.

Para terminar, le dió un beso en la mejilla y después se acostó en la bolsa de dormir que aún Kyle no había quitado.

Todo esto era, como Tweek exclamaba a veces, "¡Ahhh, mucha presión!"

Pero las peleas con su "amigo" Kyle, convertía esa angustia en un sentimiento muchísimo más agradable.

Calma.

Con pasos lentos, Scott Tenorman se fue acercando al "cuerpo" de la asesina.

Él se agachó y quitó el cubrebocas de la cara de ella. Y deslumbró su rostro. Era pálida, tanto que por un momento Scott pensó que estaba muerta hasta que la muchacha empezó a despertar.

— Vendrá conmigo. — explicó el pelirrojo. Cogió a la chica en sus brazos y, aún con ella inconsciente en sus brazos, se percató de algo brilloso que estaba a unos metros — bingo.

El pelirrojo se acercó y cogió lo que se había percatado. Un botón de mi abrigo que con constancia solía usar.

— Muy bien, Shelley Marsh. Con que estamos así. Te tengo en la mira...

Escudo de metal ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora