5. Instintos

2.8K 322 45
                                    

Importante antes de leer:

Párrafo en letra cursiva: Indica un evento ocurrido en el pasado (flashback).

Párrafo en letra cursiva: Indica un evento ocurrido en el pasado (flashback)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luzu conocía a Quackity.

Lo había visto feliz, entusiasmado, decepcionado, molesto, frustrado. En casi un año de amistad, el castaño había aprendido bastante sobre él. Quackity era una persona con quien era fácil congeniar, platicar se le daba naturalmente y tenía una risa agradable, contagiosa. Pero también podía ser bastante temperamental, lanzando gruñidos y mostrando sus dientes, incluso si solo poseía la dentadura chata de un beta.

Estos arranques de rabia tenían una vida corta, ya que el pelinegro en realidad no guardaba rencor hacia nadie y su ira se disipaba rápidamente. Había presenciado numerosas veces como Rubius empujaba al menor en trampas, le robaba cosas al minar o le lanzaba insultos; pero las respuestas de Quackity se limitaban a bufidos de advertencia, gritos insultantes o a devolver la ofensa en el momento.

Así que esta “ley del hielo” que se aplicaban mutuamente desde hace varios días era algo poco común. Incluso en las contadas ocasiones que el pelinegro le respondía con un tono seco e inesperadamente serio (algo que siempre dejaba a Luzu con un mal sabor de boca), luego se esforzaba en aminorar la tensión, lanzando algún chiste sin gracia o preguntándole algo sin importancia.

Era claro que al menor no le gustaba que las cosas quedaran mal entre ambos.

Entonces, ¿qué lo hacía diferente esta vez? ¿Tal vez el pelinegro estaba esperando a que él se acercara primero?

Pero no podía hacerlo, esta vez no podía acercarse al beta. Cada vez que divisaba al pelinegro por el rabillo del ojo, huía. Cada vez que escuchaba su voz, o reconocía el sonido de sus pasos, tomaba la dirección contraria. No podía decir que ignorarlo de una forma tan tajante y obvia no le doliera, pero es que no tenía la capacidad de entablar una conversación con Quackity normalmente. Ni siquiera de ver su rostro. No ahora.

No después de ver el contenido del cofre que apareció a la entrada de su cabaña, apestando a alfa. No ahora que su instinto parecía haberse vuelto loco, gruñéndole y hostigándolo, culpándolo de su indecisión, mente nunca en silencio.

No le podía caber en la cabeza como tanto había cambiado en un mes.

No le podía caber en la cabeza como tanto había cambiado en un mes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
The Mask  |  Luckity, Omegaverse, Slow BurnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora