Capítulo 01

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Es 28 de abril del año 2022. Éste dato no tiene importancia para nadie —o quizás sí— pero solo quiero que quede asentado el día que comencé a narrar esta historia. No, no soy quienes piensan que soy. No soy él y tampoco soy ella. Soy yo. La autora. Sentada en mi cama, con un vaso de agua mezclado con terma porque me quedé sin jugo y sintiendo mis piernas calurosas refugiadas debajo de la manta mientras mis manos se congelan lentamente, desde las yemas hasta las palmas. También podría agendar que son las 22:38 hs., pero cuando termine de escribir ésta oración, seguro sean las 22:39. Pero, como les decía, estoy acá porque tengo que contarles una historia y tomé la magnífica decisión de hacerlo desde mi perspectiva porque desde la de mis protagonistas un poco me harté. No porque no los quiera porque éstos que van a conocer son muy amables, amorosos y divertidos, pero se meten en lugares extraños, no controlan sus emociones y terminan internados en una sala kinesiológica después de una pelea, están al límite de perder sus trabajos, no piden permiso para organizar viajes a última hora, no llegan a fin de mes y la mayoría de las veces no saben qué hacer. Porque, les aclaro algo, son todos treintañeros y es más lógico que nunca sepan qué hacer, y mucho menos que lleguen vivos a fin de mes. ¿Ya les dije que crecer es una trampa?

Por favor, volvamos a lo que nos compete. Vamos a involucrarnos en dos mundos opuestos que se atraen porque uno sin el otro tampoco sabe funcionar, aunque se odien. Y ahí aparece el magnetismo. Ellos dos, que forman parte de cada uno de esos mundos, también se van a atraer, pero no son tan distintos, aunque van a decir que sí, pero desde ya les digo que no. Que lo discutan y se enojen, la que sabe soy yo. Por ende, también habrá tensión sexual. Un montón. Demasiada. Casi les diría que envidiable. Obvio que cada uno tiene una familia, discusiones de hermanos, empleos horribles a los que estamos condenados por vivir en éste sistema de mierda pero si tenés un tío que te puede hacer entrar acomodada la vida sonríe, mudanzas —qué horribles son las mudanzas—, pasados, historias de amores que fallaron, amigos desubicados, abrazos de contención y carcajadas que te hacen doler la panza. ¿Pero la tensión sexual? Mamita querida.

Ésta historia también es de amor y si llegamos al final sin que se rompa ese magnetismo, entonces será feliz. Y si también cuando lleguemos al final nos quitamos las dudas de cómo llegar a los treinta sin crisis existenciales, sin dudar de nuestros deseos, sin sentir los mandatos golpeándonos en la nuca y sin tener miedo de tomar decisiones que sabemos que nos van a cambiar la vida —porque muchas veces no las tomamos porque le tememos al cambio— entonces, amigas, las felices también seremos nosotras.

A vos claramente te importa un culo lo que estoy diciendo porque estás muy concentrada en la pantalla de tu computadora. Tecleas rápido, borras rápido, volvés a teclear rápido y volvés a borrar rápido. También te enojas y el aire que largas cuando resoplas te mueve el mechón de pelo negro que te cae por encima de la frente. Estás cansada y querés volver a casa. Por encima de la pantalla de tu computadora ves a Mario. Lo odias a Mario. Siempre ahí, impoluto, usando traje y corbata cuando nadie le presta atención, sonriendo, exagerando la risa frente a los chistes malos de Rodrigo. Abro paréntesis: qué tipo pelotudo, Rodrigo. Cierro paréntesis. Pero Mario sigue ahí, acercándose al jefe para chupar las medias y alardeando el nuevo escritorio que se ganó por haber publicado un artículo futbolístico. Mientras tanto, vos todavía seguís en esa tabla de madera que parece que la trajeron de un asado al que no te invitaron, con la computadora sobre una pila de libros para que esté a la misma altura que tus ojos y sin ningún estante en el que acomodar las plantillas de producción que a veces te exigen desde el canal. Pero también con un caloventor que te mantiene tibios los pies, digamos todo. Todavía seguís sin entender por qué a él le regalaron un escritorio por hablar de fútbol cuando ese mismo día presentaste un artículo sobre el conflicto social que existe con la menstruación y hasta te llevaste a un camarógrafo a un pueblo lejano para filmar un documento de quince minutos que pasaron en el noticiero para el que también trabajas. Ah, pero mejor le hago regalos a Mario por haber hablado del Cholo Simeone. Dejame de joder.

MAGNETISMOWhere stories live. Discover now