27 - El torneo

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- Lucerys

Llevaba evitándolo toda la semana, pero el pinchazo en mi pecho al verlo entrar en la arena con su armadura, por más que quise, no pude evitarlo. El nudo de nervios que se había instalado en mi estómago y en mi garganta apenas me dejaban tragar o respirar. Verlo allí abajo hacía querer matarlo con mis propias manos. ¿Por qué tenía que luchar? ¿A quién pretendía impresionar? ¿A mí? ¿O quizás a Baelor que también lo miraba con semblante preocupado, mientras fingía a ojos de la gente ser el marido perfecto para Helaena? Y sabía bien cómo era esa imagen, porque era lo que él llevaba reflejando con Rhaena desde que se prometieron.

Era el último día de fiestas.
Después del torneo, el día culminaría con la última gran cena dando fin a una semana de festejos por el nacimiento de su hija.
Todos estaban en el palco principal excepto Jace, que como siempre que había uno, se había unido a luchar al torneo, seguramente para impresionar a su querida Helaena.
Como si le hiciera falta; ella brillaba cada vez que lo miraba.

Y de pronto se sintió envidioso. Porque él también quería algo así. Y no algo entre las sombras y oculto por vergüenza y por todo lo que podrían decir.

Oculto porque estaba mal visto y porque de seguro más de uno le recriminaría la furia de los siete. Oculto por ser antinatural. Una aberración.
O al menos así era como Daeron los veía; siempre se lo dijo. Él jamás lo pensó, nunca se imaginó como un monstruo que debía ser aceptado, pero por otro lado, tampoco tuvo la valentía de luchar por lo suyo por mucho que se lo repitió a él; porque en el fondo... él también se avergonzaba. Muchísimo de hecho.

Llegó el momento de pedir los favores de las damas. Jace se acercó al palco y pidió el de Helaena bajo la atenta mirada de todos, incluida la de su esposa, que de ser dragón en este momento lo hubiese calcinado. Madre y padre lo miraban queriendo reprenderle pero Jace estaba decidido; la quería a ella y yo... joder lo envidiaba también por eso. Porque siempre lo tuvo claro y porque su determinación era jodidamente envidiable.

Todo comenzó a torcerse cuando Daeron se acercó al palco vecino a pedir el favor de Lyanna Stark. Fruncí mi ceño y apreté mis labios. Miré a Baelor, quien hablaba animosamente con Helaena. ¿Acaso le daba igual? ¿Ahora Daeron iba a cortejar a aquella muchacha? Dioses, unos celos insanos de nuevo se presentaron. Le picaban los ojos y la boca, le picaba la punta de los dedos. Anhelaba con todas sus fuerzas gritar que aquel idiota era suyo.
Pero luego se recordaba lo que escuchó aquella noche y se le pasaban aquellas estúpidas ganas de mandar a la mierda todo por él.

- ¿Estás bien? - preguntó mi tía que de pronto estaba a mi lado.

Había estado tan absorto en mis pensamientos que ni siquiera fui consciente de que el torneo había comenzado y de que Helaena había tomado asiento a mi lado.

- Si si - dije mecánicamente - muy feliz.

- Si, ya te observo.

La miré juntando mi entrecejo.

- Helaena, ¿qué quieres?

- Daeron me ha contado todo - susurró en apenas un arrullo, imposible de que nadie lo escuchase pues incluso me costó a mí.

Estaba seguro que el color abandonó mi rostro cuando uní las palabras en una frase con sentido. Aunque en realidad, carecía del mismo. ¿Daeron... habló con su hermana?

La pureza de la sangre // Lucerys & DaeronWo Geschichten leben. Entdecke jetzt