35 - Llegó la guerra

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- Lucerys

Llega un momento en el que las piezas comienzan a encajar con una rapidez formidable. Toda mi vida sintiéndome fuera de lugar, incompleto, buscando encajar pero sin saber bien dónde. Todo este tiempo pensando que lo que me hacía sentir así era la sombra eterna de ser un bastardo con un apellido honorable, cuando justamente lo único que necesitaba entender era que yo, a mi manera, era distinto pero igual. Sólo buscaba sentir el cosquilleo de un primer amor, de un beso deseado, de unas mariposas que vuelan frenéticas por una mirada furtiva.
Tanto tiempo pensando que acabaría encontrando a la mujer que hiciera sentir todo eso, sin entender que no seria exactamente así.

Lo tenía más claro que nunca en su vida. Y sabiendo que tenía el apoyo de su hermana la reina, la fortaleza que sentía era inquebrantable. Indestructible.

Después de la boda de mi hermano Jace con Helaena tenía la constante aprensión en el pecho de que no quería perder un minuto más sin él.

- Hermana... Mi reina - me - Mi rey - se dirigió a Aegon quien lo miraba con el ceño fruncido.

- ¿Qué ocurre, hermano? - aunque algo me decía que Danny ya lo sabía.

- Quiero casarme - y aunque intenté no avergonzarme por mi petición, miré indeciso a Aegon, quien nos miraba con mi pequeña sobrina Nyra entre sus brazos - con Daeron. Renuncio a Marcaderiva; anula mi matrimonio por favor.

Estaba dispuesto a todo por vivir libremente con la única persona que había hecho volar mi corazón y arder mi piel. No estaba dispuesto a esconderme ni un sólo día más. Si los dioses nos consideraban impuros, pues que mirasen para otro lado.

- ¿Pero estás loco? - susurró Aegon mientras dejaba a Nyra en su cuna y se acercaba a nuestra posición - ¿¡cómo vas a renunciar a tu título del señor de las mareas?! No podemos permitir perder ese poder, Danny.

Rodé mis ojos, él parecía no entender que no era au permiso el que estaba solicitando, sino el de la reina. El único que a mí me importaba y el único cuyo peso podía decidir mi futuro.
Mi hermana me miraba seria pero solemne. Sus labios estaban apretados y su ceño fruncido. Se veía dudosa, y la entendía a la perfección. Al fin y al cabo era una decisión difícil pero yo no iba a aceptar un no por respuesta y eso ella también lo sabía. De pronto alzó su dedo en señal de silencio.

En gestos como ese era como tener a madre ante mí.

- No tienes por qué renunciar a nada; ¿quieres tener una segunda nupcia? La tendrás - afirmó dejándome sorprendido - deja que Rhaena se ocupe del trono y vive con Daeron; pero no pierdas tu título.

- ¿Qué dices? - pregunté - yo no... ¿yo puedo hacer eso?

- Eso; ¿él puede? - preguntó Aegon quien se colocó entre nosotros.

- Si la corona lo acepta si; y lo hacemos - puso su mano en mi hombro - quiero que seas feliz hermano, y sé que quien te hace feliz es Daeron. Pero no quiero que renuncies a lo único que te queda. No perderás Marcaderiva.

No puedo explicar la sensación que me abarcó. Abracé a mi hermana como si fuese mi salvavidas. Ni siquiera me di cuenta que había estado conteniendo el aire en mis pulmones todo este tiempo hasta que exhalé en su cuello y sus cabellos volaron con mi suspiro.
Quise correr hacia Daeron pero decidí que quería darle una sorpresa antes. Quizás se lo propusiera debidamente después de la cena que hoy habían sugerido para despedirnos de todos. Helaena y Jace se quedarían a vivir con su hijo y con Baelor en Rocadragón, Rhaena volvería a Mercaderiva y se suponía que conmigo, mientras el resto volverían a Desembarco. Aunque la decisión de mi hermana lo había cambiado todo.

*

Jace y Helaena llegaban tarde y despeinados. Nadie podía culparlos, al fin y al cabo estaban recuperando el tiempo perdido. Daeron colocó su mano levemente sobre mi muslo y a mí me hizo estremecer con su contacto. Aunque no le dirigí la mirada para no delatarnos, decidí seguir con su juego y coloqué mi mano en su muslo muy cercano a su entrepierna. Este tosió el vino que estaba ingiriendo cuando sintió mi roce en respuesta al suyo. Mordí mi labio mientras miraba la comida de mi plato, evitando sonreír. Elevé rápidamente mi vista para ver como Alicent nos miraba con gesto reprobatorio y labios fruncidos.
Enfadada.
Padre también nos miraba solo que alzó levemente su ceja y tomó su copa de vino. Padre siempre conseguía intimidarme aun sin decirme nada más y con una sola mirada.

Todo indicaba que la cena sería tranquila cuando un maestre llegó corriendo al comedor con un mensaje entre sus manos temblorosas. Se reclinó al llegar a la reina y el rey y tras dejarle el pergamino, salió dejando las puertas cerradas. Jace y Danny se miraban imperturbables. Quise descifrar qué querrían decirse pero no lograba entrever qué se tramaban. O que sabían.

Entonces Jace le hizo un leve gesto con la cabeza a mi hermana y esta, tras unos segundos de silencio, lo dijo.

- La guerra a comenzado. Es Borros Baratheon, y viene a por ti, Jace.

Di un sonoro golpe en la mesa poniéndome de pie.

- Por encima de mi cadaver - musité - que se atreva a venir ese sucio Baratheon.

- Luke - susurró Daeron.

- Luke tiene razón - ahora fue Daemon quien se puso de pie frente a mí - si osa tocar un solo pelo de la cabeza de mi hijo, no tendrá manos para tocar ninguno más.

- Tenemos que calmarnos - Danny parecía hablar serenamente pero sabía que estaba tan nerviosa como todos nosotros - y preparar la ofensiva.

Una guerra se avecinaba y para eso nunca se estaba preparado.

La pureza de la sangre // Lucerys & DaeronWhere stories live. Discover now