CAPÍTULO 71

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Todos hemos oído alguna vez el típico: «Estaban en el momento y lugar equivocados». Lo cierto es que yo nunca había entendido su verdadero significado. ¿Cómo alguien va a estar en el momento y lugar equivocados? Supongo que no entendemos algo realmente hasta que te pasa, hasta que lo vives en primera persona. Cuando sucede, todo lo que se creía cierto deja de ser nítido. Todo lo que se veía blanco comienza a tintarse de gris.

¿Cuál es exactamente el lugar equivocado?

Recuerdo haberme despertado por los gritos de mi madre, sobresaltándome en la cama. Me asomé al otro lado de la habitación y comprobé que mi hermana Uxue seguía durmiendo plácidamente. Los gritos, sin embargo, no cesaban. Eran órdenes y súplicas vociferadas, más concretamente. Escuché golpes resonar en la parte de abajo y me asusté; algo iba muy mal. Mi casa era un lugar tranquilo de costumbre, mis padres nunca discutían. Jamás se gritaban.

Salí de mi cuarto con lentitud, asomándome por encima de la barandilla de la escalera para ver lo que sucedía en la planta de abajo. La puerta de entrada se abrió de golpe y tres hombres trajeados aparecieron en el umbral. Mi madre estaba justo en frente de ellos, el fusil reglamentario de mi padre en alto y la mirada tozuda y decidida, inamovible en su rostro. Les desafiaba a entrar en la casa con los ojos, con la convicción de que haría lo imposible por impedir que entrasen.

Una mamá leona, la había llamado siempre mi hermana pequeña.

—Largo de aquí —exclamó mi padre saliendo de la portezuela que llevaba al sótano.

Uno de los hombres, el que estaba en una esquina del umbral, levantó el arma que colgaba de sus dedos, a su costado. Mi madre no dudó en apretar el gatillo sin inmutarse, haciendo que el cuerpo del hombre saliera despedido hacia atrás.

—Soy el general Mason y tengo protección del ejército español —vociferó mi padre—. No tienen permiso ni autoridad para entrar en esta casa.

—Saqueadlo todo —murmuró otro de los hombres—. A ellos sacadlos y ejecutadlos.

Abrí mucho los ojos, el pánico recorriéndome el cuerpo. Me dispuse a bajar y ayudarlos a impedir que entrasen en nuestro hogar, pero una mirada directa de mi padre, a lo alto de la escalera fue suficiente para impedirme hacerlo. Sus ojos lo decían claramente: huid.

Apreté la mandíbula con fuerza, sintiendo la rabia bullir en mi interior. La impotencia de no poder hacer nada por evitar lo inevitable. «Te quiero» susurré moviendo los labios. «Y a mamá». Él sonrió, con los ojos colmados de lágrimas que sabía que no derramaría cuando se volviesen hacia los soldados que estaban destrozando nuestro hogar.

No me quedé para contemplar lo que sucedería; di media vuelta y corrí hacia mi cuarto, poniendo la cómoda contra la puerta para trancarla. Saqué todas las mantas y sábanas que había guardadas en ella, deshice mi cama para utilizar las que estaban puestas también. Até fuertes nudos entre ellas y até firmemente un extremo a la barra que sostenía las cortinas sobre la ventana. Escuché disparos y el corazón se me aceleró durante unos largos y agonizantes segundos. Me armé de valor, utilizando la rabia y la ira como único motor que impulsaba a mi cuerpo a moverse, y me volví hacia donde descansaba mi hermana.

Para mi sorpresa, estaba despierta y muy callada, el terror brillaba en sus ojos. Eso no hizo más que acrecentar mi ira; me juré a mí misma que no volvería a permitir ver ese terror en sus ojos nunca más si así podía evitarlo.

Me puse el dedo índice sobre los labios para indicarle que hiciera silencio y después señalé la ventana. Unos fuertes golpes resonaron contra la puerta de nuestro cuarto, pero no cedió.

Fuerza (Saga Renegados #1) [YA EN FÍSICO]Where stories live. Discover now