Prólogo.

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Existe una historia.

Una historia en la que se narra que en la antigüedad existía un hombre malo; pero tan, tan malo que era capaz de masacrar vivos a los desdichados que intentaran algo en su contra.

Iba por el mundo buscando problema tras problema ganándose así el odio y rencor de muchos, pero eso a él solo lo hacía sentir mejor; más grande, fuerte y poderoso.

Él era uno de los hijos de Dios, y se le conocía como Lucifer; el más hermoso de los ángeles del cielo, pero con el corazón más horrendo que existía.

Dios estaba tan decepcionado de él que intentó de todo para que cambiara; pero harto de su actitud, lo envió a unas tierras lejanas, donde le permitiría hacer lo que quisiera con la condición de que cuidara de los que no pudieron desistir a los vientos de la codicia: El infierno.

Viajó por días y días, pero con lo que no contaba es que al llegar, vivió el castigo más severo impartido por aquellas almas que ardían sin parar. 

Deformaron sus hermosas características y fueron reemplazadas por horribles rasgos: cabeza de cabrío y patas de caballo, sin mencionar que el tórax le era consumido por las llamas eternas del infierno; ahora era un ser horrible en su totalidad.

Dios lo había castigado, y no se quedaría de brazos cruzados permitiendo que su propio padre le hiciera tanto daño, así que, enfurecido por lo que habían hecho de él, se prometió a sí mismo arruinar a su hijo preferido, Yūsuf.

Embarcó un viaje en busca de su hermano, donde con éxito condenaba la existencia del mismo a su paso. Las personas comenzaban a dudar de la veracidad de su doctrina, hasta que fue condenado por el entonces rey soberbio, sufriendo así una de las humillaciones y después una de las muertes más dolorosa y lentas que hasta entonces se había visto. Lucifer había logrado su cometido, pero no contaba con lo que su padre haría después.

En un acto de desespero, Dios revivió de entre los muerto a su preciado hijo. Esto se consideraba un acto deplorable y prohibido de su propio régimen... pero ¿quién contra Dios? ya estaba hecho, Yūsuf había revivido.

El horror que sintió Dios padre después de ver que en el cuerpo de su hijo no estaba el ángel bondadoso y justo que esperaba, sino que ahora yacía un ente opuesto a lo que predicaba ser; se había convertido en el peor mal que la humanidad había visto: asesinaba sin compasión a cualquiera tan solo por diversión, profanaba los cuerpos inertes de mujeres que atormentó en vida y se alimentaba de la sangre de los niños que aterrorizaba por las noches cuando nadie más podía verlo.

La madre de Yūsuf también estaba horrorizada de lo que su hijo ahora era capaz de hacer, y con el corazón roto, se acercó a Lucifer pidiéndole entre llanto y súplica que detuviera a su hijo, costara lo que costara.

Lucifer no podía negarse a la petición de la virgen, siendo así, le convocó a un duelo con la excusa de querer probar quién era el más fuerte y poderoso de los dos. Pues ya habían creado una rivalidad entre ellos.

El diablo se llevó la victoria, y a su paso encerró a Yūsuf en el infierno por miles y miles de años. Hasta que un maldito día escapó mientras Lucifer conocía a una hermosa mujer a quién desposaría poco tiempo después.

En compañía de todos aquellos seres que fueron arremetidos o que les habían negado un hogar y ahora servían al rey del infierno, el día de su boda, y con el corazón más noble que alguna vez había mostrado, Lucifer unió los lazos con su nueva reina.

Aunque poco duró su felicidad; y es que esa misma noche, Yūsuf le arrebató la vida a la desafortunada mujer. Lucifer encontró el cuerpo de su esposa descuartizado en medio del mismo altar que los había visto hacerse uno tan solo el día anterior. La sangre de una inocente fue derramada en la casa de Dios.

Al poco tiempo, Lucifer murió de un corazón roto. Su vida había cobrado cierta luz y le fue arrebatada sin piedad; estaba pagando el precio de las vidas que él mismo había tomado y no podía actuar al respecto.

Sus fieles sirvientes se habían quedado sin rey, pero su corazón sin vida fue enterrado en el centro del infierno, permitiendo que las almas que yacían ahí curarán y cuidarán de él hasta que pudiera renacer el próximo soberano de esas tierras.

Siglos enteros tuvieron que pasar para que el rey y la reina regresaran a sus tronos. Reinando con severidad sin dejar de mostrar compasión por los corrompidos.

Para que su historia continuara... hasta que la muerte los vuelva a separar.

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La Flor del Diablo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora