Capítulo 10

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Casi una semana había pasado desde su visita al hospital. Las últimas noticias que había recibido fueron sobre la marcha de Thomas, algo que en el fondo se esperaba, era imposible retenerlo más de unas horas. En esos días la excesiva presencia de William en su vida le había alterado, sospechaba del Shelby, pero sus dudas se disiparon al percatarse de las especiales atenciones que el hombre le regalaba a su amiga. Tendría que estar ciega para no ver cómo la miraba, las pequeñas sonrisas que se le escapaban mientras adoraba en la distancia a la rubia trabajando. La adoración con la que observaba los pequeños bailecitos que daba con el primer sorbo de su té favorito. Las excusas tan falsas que daba para poder entrar en la casa de la mujer y poder entablar conversación con ella, aunque solo fuera por un par de minutos. Incluso las prisas que tenía en la mañana por salir pronto, llegando incluso a aporrear la puerta de Gabriela para despertarla en las mañanas. Cómo le hacía adelantar el paso cada mañana para llegar lo antes posible a la casa de Coline y como buscaba retrasar lo máximo posible su marcha al llegar la tarde.

―Buenos días William ―Gabriela se sorprendió ante la apatía del hombre ―¿Ocurre algo?

―Nada malo, señorita ―Una triste sonrisa apareció en su rostro. ―Escuché como Thomas decía que el Garrison pronto se reabriría.

―¿Thomas ha vuelto?

―Sí, hace dos días.

―Entiendo... ― Gabriela agitó levemente la cabeza ― Perdona, hablabas del Garrison...

―Sí, es solo que si reabre el bar entonces usted...

―¿Temes no ver más a Coline? ―La sorpresa en su rostro se mezclaba con toques de vergüenza. ―He visto cómo la miras ―acarició el brazo del hombre, intentando calmarle mientras le sonreía.

―No quería molestarla, no sabía si usted lo aprobaría.

―Hace un tiempo quizá no, pero te he conocido lo suficiente como para saber que eres un buen hombre.

―¿Entonces puedo...?

―Tienes mi bendición ―La alegría del joven se contagió a la mujer. ―Estoy segura de que ella aceptará encantada.

La mañana era tranquila, Coline organizaba las cuentas tras su escritorio, con la taza de té humeante sobre la mesa. Gabriela se mantenía centrada en el inventario de la despensa, junto con Mindy, quien le recitaba los encargos que llevaban esa semana, las entradas y salidas de productos. El chirriar de la puerta alertó a las tres mujeres, que se tranquilizaron al ver la silueta del Peaky Blinder entrar a la sala. Con una pequeña sonrisa en el rostro, Gabriela agarró el brazo de la pelirroja para sacarla de la estancia, deteniéndose al otro lado de la puerta, escondidas, escuchando atentamente. Mindy estaba apunto de quejarse, pero la pelinegra la mandó callar de un manotazo en el hombro, indicándole con señas que se mantuviera en silencio.

―Buenos días, William.

―Buenos días, señorita Coline.

―Te he dicho mil veces que me llames sólo Coline y por favor, no me trates de usted, me haces sentir mayor.

―Perdona ―Gabriela y Mindy se miraron, conteniendo ambas una risita de ternura. ―Quería preguntarte, si no es molestia, claro... Si querrías...

―Sí... Oh, perdona, no te he dejado terminar ―La voz de Coline temblaba debido a los nervios. ―Ibas a pedirme salir, ¿no?

―No te disculpes, me encanta que hayas aceptado tan rápido ―Una risa relajada salió de entre los labios del hombre. ―Sí, quería invitarte a cenar.

―Me encantaría.

―¿Te parece mañana en la noche?

―Sería perfecto.

VenenoWhere stories live. Discover now