fourteen.

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JESSE KNIGHT

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JESSE KNIGHT.

Me sentía como en una pesadilla. Jamás había imaginado lo que pasó, lo que me podía pasar.

Me dieron el alta, pero estuve un par de días ocupando un tanque de oxígeno para poder respirar con normalidad; no podía hacerlo por mi cuenta sin tener un ataque de tos cada ciertos minutos.

Por fin mejoré, y tres días más tarde de salir del hospital, hice una visita al despacho de Marcus Jordan en el departamento policial para informarle de que me iba.

Esa misma tarde me subí a un jet privado con Brielle, Nash y Damon.

—¿Cómo estás? —preguntó el pequeño, sentándose a mi lado con un bowl de arándanos sobre el regazo.

—Asustado —contesté.

—¿Y por qué? —inquirió Damon—. ¡Será como ir a la escuelita!

Sonreí genuinamente, porque su inocencia me parecía lo más tierno. Damon apoyó la espalda en el asiento de cuero blanco y suspiró.

—Lo único malo es que —murmuró—... Tu me manqueras!

Me derretí por dentro de ternura. Rodeé sus hombritos con un brazo y lo abracé de lado.

—Tu me manqueras aussi —respondí.

¿Quieres arándonos? —preguntó.

Asentí con la cabeza y él me compartió de sus frutas. Brielle y Nash, en los asientos de al lado, estaban durmiendo, así que nos mantuvimos en silencio, viendo una película en lo que duró el viaje.

Una hora y media más tarde, durante el atardecer, llegamos a Italia, donde un taxi nos llevó hacia la costa de Trieste, una ciudad portuaria.

Nos detuvimos frente a una enorme mansión de tres pisos, cuyas fachadas lucían como la arquitectura renacentista mezclada con la moderna. La gran estructura estaba rodeada de palmeras y se alzaba solitaria en medio de una playa privada, mientras que las olas se agitaban a unos cien metros de la casa.

Afuera había cinco autos estacionados. Reconocí un BMW blanco, un Maserati negro y un Bugatti del mismo color, un Jeep rojo y un Lamborghini amarillo.

Lo normal en el hogar de un mafioso.

Se abrieron dos grandes puertas de roble y un tipo de cabello rojo y vestido de negro salió de la casa con los brazos extendidos y caminando a largas zancadas. Podía palpar el enojo proveniente de Nash y Damon.

Todo lo que merecemos - parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora