nineteen.

137 15 2
                                    

JESSE KNIGHT

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

JESSE KNIGHT.

—¿Por dónde quieres empezar? —preguntó Samantha al día siguiente de mi llegada al centro. Había aceptado su tour para no estar solo y no pensar demasiado.

—El comedor —dije—. Me muero de hambre.

—Estaba esperando a que dijeras eso. —Sonrió y me arrastró por los pasillos vacíos.

Persona que se cruzaba en mi camino, persona que me saludaba con una alegre sonrisa. Eso me resultó extraño y al mismo tiempo agradable, pues no todo el mundo tenía ese valor inculcado.

El comedor estaba pintado de color gris, tenía un techo altísimo y tres largas mesas de madera que se encontraban formando un U, frente a una barra con cosas para comer. Samantha me guió hacia esa barra y tomamos sándwiches de jamón y queso y tazas de café. La verdad es que sí se veía apetecible.

—Aquí nos turnamos para hacer los quehaceres —me explicó Samantha mientras tomábamos asiento en la esquina de la mesa del medio—. Como el edificio está compuesto por cuatro alas, los quehaceres se dividen en cuatro. Este mes, por ejemplo, nosotros estamos encargados de la jardinería. Los que están en la cocina y prepararon esto, son los de la cuarta ala. Los de la tercera y segunda, se repartieron el aseo en general.

—Entiendo —dije, dándole un mordisquito a mi sándwich.

—El que no trabaja, no come, eso dicen los fundadores —dijo Samantha—. Hay que esforzarse para obtener lo que queremos, ¿no?

—Hum... Sí.

Seguimos desayunando en silencio. Estaba rico, pero empezaba a sentir de nuevo los síntomas de abstinencia, por lo que tuve que dejar de lado mi sándwich por las ganas de vomitar que me dieron.

Me levanté antes y fui a cambiarme de ropa para hacer ejercicio, corriendo alrededor del edificio. No era el único, afortunadamente, pues sería raro ver a un tipo solo dando vueltas por todas partes. Lo único malo era que no podía escuchar música mientras corría, por lo que solo éramos mis pensamientos y yo.

No podía parar de pensar en Aimee. Necesitaba hablar con ella de alguna forma, saber si había leído mi carta, si había aceptado vivir en mi casa... ¿Cómo estaría de sus quemaduras? ¿Seguiría yendo a terapia? ¿Habrá vuelto a clases ya?

Descubrí un poco de la parte trasera del centro mientras lo rodeaba. Había un invernadero, una cancha con aros de básquetbol y de fútbol, y una fuente en la que se estaban mojando algunos hombres. Ese día de primavera, en Italia, estaba bastante caluroso.

Tras media hora de correr sin parar, volví a mi habitación con la boca seca, bebí agua de la llave con la mano como desesperado, me duché con agua fría y me vestí con algo cómodo. Planeaba quedarme acostado, leyendo El gran Gatsby hasta la noche, cuando Samantha volvió a aparecer ante mí.

Todo lo que merecemos - parte 2Where stories live. Discover now