Capítulo 2: Hogwarts

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2. Hogwarts

"Aquí tienes, estación de King's Cross. ", gruñó tío Vernon. "¿Adónde tienes que ir?"

Harry lo miró de reojo y se preguntó por qué estaba siendo tan amable.

"Andén nueve y tres cuartos".

"¡No existe tal lugar! ¡JA! Buena suerte para llegar a ninguna parte!"

Los Dursley se rieron y volvieron al coche, dejando a Harry allí solo. O eso creían. Dando gracias a sus estrellas de la suerte por haber encontrado el andén antes de que sus "cariñosos" parientes lo abandonaran, miró con desprecio el vagón de los Dursley que se retiraba y se adentró en la estación. Realmente no podía ganar con aquella gente. Se había librado del apestoso rabo de cerdo de Dudley y seguían actuando así; quizá no debería haberse molestado.

Encontró sin problemas el pilar entre las estaciones nueve y diez, e incluso vio a una bruja y a su hija deslizándose por la puerta oculta. Para su asombro, nadie a su alrededor pareció notar nada extraño. Respiró hondo, cuadró los hombros y se dirigió hacia la barrera. Sus ojos se cerraron a pesar de su esfuerzo por mantenerlos abiertos, aunque los abrió de par en par una vez que dio varios pasos y no chocó contra la pared. Sonrió complacido al ver la plataforma en la que se encontraba. Había una máquina de vapor de color rojo brillante aparcada al lado, y toda ella estaba llena de brujas y magos.

El ruido era increíble: todo el mundo intentaba despedirse, dar consejos de última hora, saludar a los amigos y subir al tren. Mirara donde mirara, había color y movimiento, gatos, búhos y sapos, gente con túnicas y capas, y todo ello cubierto por las nubes de vapor que salían del tren. Era lo más maravilloso que había visto nunca.
Sintió un poco de nostalgia al ver a todas las familias despidiéndose con lágrimas en los ojos. Para él no había nada de eso.
Estaría bien tener un adulto con el que poder contar, pero no parecía estar en sus planes.

Había escrito varias cartas durante el último mes (una vez que había practicado la escritura con pluma). Había sacado más partido a su elegante papel de cartas de lo que jamás se hubiera atrevido a imaginar. Había encontrado los nombres de algunos de los amigos de sus padres en las cosas que le habían dejado: Severus Snape, Remus Lupin, Peter Pettigrew. También había encontrado el nombre completo de su padrino, el hombre que debía criarlo si sus padres no podían: Sirius Black. No se había molestado en escribirle, pues sólo podía suponer que el hombre había muerto en algún momento entre el momento en que sus padres habían escrito sus cartas y el momento en que lo habían dejado con su tía.

Primero había escrito a Severus Snape. Hedwig se había ido unos días después de llevársela, así que debía de vivir bastante lejos. No había recibido respuesta, aunque él le había dicho que esperara a ver si la había. Tampoco había obtenido respuesta de él después. Decepcionado, pero impertérrito -su madre había dicho que se habían distanciado; tal vez él no quería que lo molestaran-, lo intentó con Peter Pettigrew. Hedwig también lo había cogido, pero había vuelto sin respuesta. Tampoco sabía nada de él.

Por último, volvió a intentarlo con Remus Lupin. Hedwig lo había intentado: cogió la carta y voló en círculos durante un rato antes de volver. O el hombre estaba muerto, o escondido de algún modo; no sabía cuál. Por fin había renunciado a encontrar a alguno de los amigos de sus padres. Ayer había enviado su última carta con Hedwig. Sólo era un saludo a Hagrid para que Hedwig tuviera un motivo para dirigirse a Hogwarts.

Le había dicho que se quedara en cuanto le entregaran la nota, que él mismo llegaría enseguida; no tenía sentido que se quedara encerrada en su jaula durante todo el largo viaje en tren.

Lanzó una última mirada melancólica a las familias felices que lo rodeaban y se dirigió al tren. Más le valía encontrar un compartimento.

"¿Te importa si me siento aquí?

A Diferent Beginning ✔Where stories live. Discover now