Capítulo 3: Maldiciones y bendiciones

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A la mañana siguiente ___ fue a por los instrumentos que había pedido, pagando lo justo por ellos y regresando poco después a la posada. Kokichi continuaba durmiendo plácidamente, como quien no se entera de nada, muy a pesar de que estuvo buena parte del día anterior algo paranoico al encontrarse en territorio enemigo. En cierto modo, era gratificante verle dormir con una expresión tan pacífica. Después de los sucesos que había vivido merecía un descanso, tanto física como emocionalmente. Con tal de permitirle descansar unos minutos más, ___ dejó una nota sobre su cama donde advertía al pelimorado que permaneciese en la posada hasta que ella estuviese de vuelta y acto seguido volvió a dejar la posada, esta vez con el fin de comenzar a hacer uso de sus nuevos instrumentos.

La fémina pasó toda la mañana trabajando en múltiples oficios. Fuese en el ámbito médico y hasta en quehaceres hogareños. Esto último no era de su agrado, pues como esclava de una familia noble tuvo que ejercer dichas labores, pero si era por una causa justa, no se negaría a ganar paga extra. Al mediodía ya tenía una buena suma en sus manos y se dispuso a hacer una pausa. Para ese momento ya Kokichi debía estar despierto, así que debía verificar que no se hubiese metido en un problema y hubiese seguido su nota a pie de letra. Fue agradable saber que él hizo caso total de su petición y le esperó pacientemente en aquella pequeña habitación. En el instante en que abrió aquella puerta, el chico se le lanzó encima chillando por el miedo que le supuso haberse quedado solo allí. Había cerrado la ventana y había colocado cerrojo incluso, por su temor a que alguien pudiese intentar matarle, secuestraron o cualquier cosa similar. Después de calmarlo debidamente, ___ le comentó que estuvo trabajando toda la mañana, por lo que no le había despertado al regresar de la herrería.

Ambos bajaron a la recepción de la posada, donde también se hallaba el comedor de la misma, y mientras continuaban su conversación en espera de su orden, llegó a sus oídos una peculiar noticia.

-Supe que anoche los guardias de la puerta este fueron atacados. _habló una señora de mediana edad, no conteniendo mucho el tono de su voz_

-Qué horror, ¿podría tratarse de bandidos? Esos ladrones vulgares últimamente han cobrado fuerza. Ahora que la guerra está en su auge, esos mugrosos no dejan de atacar a los pueblos desprotegidos. _se quejó un señor mayor_

-¡Que Dios nos guarde! _exclamó una jovencita de hebras rubias, juntando sus manos con una mirada de horror en el rostro_ ¿Qué pueden querer de nosotros? No nos queda nada. Vivimos alimentando nos de miedo a morir de hambre y soñamos la muerte por la paranoia que nos supone ser arrasados por los enemigos.

-¡Totalmente! ¡¿Hasta cuando tendremos que padecer este sinvivir?! ¿Pero es que nuestra reina no pretende ayudar a sus pueblerinos?

-¿La reina? ¡La reina! ¡Bah! ¡Qué dirás! La reina hace años que no se deja ver el rostro. Su ministro es quien cubre sus funciones y su consejero es quien dirige a su ejército. Esos dos rufianes no son mejores que nuestros enemigos despiadados. Quitan a los pueblos sus reservas tan duramente trabajadas solo para alimentar a los soldados que comen como cerdos y duermen como perezosos. Nuestro reino está condenado a la hambruna y la miseria. _habló de mal humor el señor mayor_

-¿Pero entonces qué será de nosotros? _habló la joven de hebras rubias_ No tenemos para dar. Si realmente son bandidos los que atacan a nuestros escasos guardias nuestro pueblo está condenado a la masacre a falta de bienes.

-¡Tomarán a las jóvenes! ¡Matarán a los ancianos! ¡Harán de los niños su entretenimiento y de los hombres hambrientos sus mascotas! ¡Ah, si solo la reina supiera el martirio que vive su gente! _exclamó la señora_

-Solo es cuestión de tiempo para que los guardias caigan. Nuestros médicos apenas pueden atender sus heridas. No aguantarán otro ataque...

Luego de aquella última frase las voces callaron y la sala se sumió en silencio y caras largas y deprimentes. ___ miraba disimuladamente al pequeño grupo,.viendo en su conversación algo provechoso. Ahora que contaba con todo lo necesario podía pedir una paga superior a la previa por la atención médica brindada. Después de pagar por la comida, ambos salieron de la posada y caminaron por las calles un rato, notando el mismo ambiente que en la pequeña posada donde se estaban hospedando. Las noticias de que los "bandidos" habían arrasado a los guardias y los habían dejado totalmente abatidos aterrorizaba al pueblo y se lanzaban maldiciones contra la realeza y sus súbditos. Llegados a la puerta este por la cual ellos habían ingresado al pueblo previamente, pudieron apreciar lo terrible que pudo ser aquel campo de batalla. Aún había armas quebradas en el suelo, manchas de sangre y tierra revuelta. No muy lejos encontraron la torre en la cual residían los guardias heridos.

Tras acercarse e ingresar a la torre las quejas de dolor y maldiciones por las heridas les hicieron sentir una presión insoportable. Era algo realmente deprimente ver a tantos heridos maldecir y quejarse esperando la muerte para evitar el sufrimiento. Los escasos médicos corrían de un lado a otro, atendiendo como podían a los heridos.

-¡Necesitamos más vendajes! _exclsmsba uno con prisas mientras terminaba de examinar su uno de los heridos_ ¿Aún no están las medicinas?

-Las heridas son muy profundas,incluso con esto... No creo que el sangrado cese. Las vendas ya no nos ayudan.

Mientras prestaban atención a los médicos apurados y consternados, alguien se acercó a ambos recién llegados. Su primera acción fue la de intentar echarles al estar entorpeciendo el trabajo, pero pronto pudo reconocer a la peli___, a quien había visto el día anterior.

-¡Oh! ¡Eres tú, jovencita! Ayer nos ayudaste mucho. Persona mi rudeza, estamos en un aprieto y no esperamos visitas ya que tenemos todo el espacio cubierto y nos faltan manos ayudantes.

-He escuchado lo que ocurrió la noche anterior en el portón. ¿Son muchos los heridos? _preguntó ___, mirando alrededor_

-Cayeron unos 12 soldados en la confronta. Tres de ellos tienen heridas profundas y nos cuesta poder ayudar. Ya hemos perdido dos vidas...

-En ese caso me sumaré a la causa. Creo poder ayudar con los heridos graves. _aseguró la fémina. Luego de que su conocido se marchase para continuar ayudando, además de dar aviso de su presencia al resto, ___ dijo a Kokichi que simplemente de centrase en ayudar con las medicinas, ya que estaba totalmente pálido al ver las heridas de los soldados que hacían tumbados sobre sábanas en el suelo. Juraría que estaba a punto de desmayarse, era mejor mantenerlo lejos de semejante escenario_

Breaking the mold [Prince/PG!Kokichi Ouma x Plebeian!reader] © RoseSanae55Where stories live. Discover now