· V e i n t i d ó s ·

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ALAI: ¿Eres de las que subraya y escribe en los libros o te gusta mantenerlos impolutos?

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ALAI: ¿Eres de las que subraya y escribe en los libros o te gusta mantenerlos impolutos?

Leí el mensaje un par de veces con el ceño fruncido. Sabía que existían dos tipos de lectoras: las que marcaban sus libros, y las que los conservaban intactos. Y yo era de las segundas. Solo esperaba que a Alai no se le ocurriese llenar de color los míos. Sí, eran preciosos en las fotos, pero en las de los demás.

Era domingo por la mañana y ya se escuchaba ajetreo en el piso de abajo. Mis padres llevaban despiertos por lo menos un par de horas, pero no me animaba a salir de la cama.

Tarde o temprano tendrás que enfrentarlos, Heejin, me dije a mi misma.

Sabiendo que así era, me animé a salir de la habitación y bajar. Además, tenía hambre.

Mis padres estaban en la sala leyendo, pero cuando me vieron pasar hacia la cocina se levantaron para seguirme.

—Buenos días —saludé.

Tomé un bol de la encimera bajo su atenta mirada y comencé a servirme arroz. A mi lado mi madre levantó la tapa de un sartén donde había tortilla y verduras.

—Toma, es importante desayunar bien.

Terminé de prepararme todo y me senté a la mesa. Papá me había servido té mientras me preparaba todo. Ellos también tomaron lugar, frente a mí, y se me revolvió el estómago. Quizás desayunar no fuese tan buena idea...

Se miraron y supe que esta conversación que estaba a punto de iniciar ya había sido ensayada previamente entre ellos. Al final fue mi madre la que comenzó, pero lo hizo en un tono mucho más pausado y bajo que la noche anterior.

—Hoy que estamos más calmados, tenemos que hablar de lo que pasó ayer.

Tomé un sorbo de mi té, pero quemaba. Sin embargo necesitaba tener las manos entretenidas, así que no solté la taza.

—Heejin, necesito que me contestes con sinceridad —pidió—. ¿Sabes que irte a Los Ángeles sin ni siquiera avisar estuvo mal?

—Yo no...

—Solo contesta a eso, por favor.

Suspiré y bajé la cabeza.

—Sí, sé que estuvo mal.

Mi respuesta pareció genuinamente aliviar a mis padres. Lo sé porque dejaron salir aire contenido y su expresión se relajó.

—Está bien. Ahora, ¿puedes contarnos por qué no lo hiciste?

Me tomé unos segundos en buscar bien mis siguientes palabras. Esto podía salir bien... o terminar desastrosamente mal.

—Supongo que imaginaba la respuesta... Vosotros no podríais venir, porque siempre estáis ocupados con el trabajo, y no querrías dejarme ir sola. Lo que tampoco me gustaba, porque tengo dieciocho años. Quiero poder tomar mis propias decisiones y elegir qué hacer con mi tiempo.

Un Imperfecto FinalWhere stories live. Discover now