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Las cosas se habían calmado un poco, fuimos a dejar a la cony y a su casa quedándose con el Jairo quien la acompañaría hasta que el Jere volviera, por qué quiso llevarme a casa, y el Gabo que andaba de chófer pobre chico quizás no habrá dormido nada

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Las cosas se habían calmado un poco, fuimos a dejar a la cony y a su casa quedándose con el Jairo quien la acompañaría hasta que el Jere volviera, por qué quiso llevarme a casa, y el Gabo que andaba de chófer pobre chico quizás no habrá dormido nada.

Estábamos fuera de mi casa y la verdad estaba nerviosa por qué si mis padres estaban demás que me castigarían por haber salido a esas horas. El auto del pailita seguía ahí, quizás aún estaba cuidando al Seba.

- ya Tami, teni que entrar - le escuche decir al Jere.

- ¿Y si me castigan? - Lo mire para llevar mis manos a mis mejillas.

- pues diles que estabas en casa de una compañera haciendo un trabajo - hablo.

- Ya apúrense que quiero irme a dormir - dijo el Gabo.

- yao espérate un poquito - le hablo el Jere.

- ya, mejor entro.

- bien, nos vemos mañana si es que te dejan ir a clases - dijo.

- nos vemos mañana.

Crei que se iría pero el solo se me quedó mirando para luego acercarse y dejar un beso en mi mejilla, me sonrió para luego adentrarse al auto y despedirse con la mano, al igual
que el Gabo, me despedí para luego ver cómo el auto comenzaba a tomar rumbo.

Suspiré para luego colocar la jodida contraseña y adentrarme al sitio, camine por aquel camino de piedra hasta esas escaleras que igual eran de piedra, busque la llave para luego poder haber la puerta. La sala, toda la casa, estaba en silencio y eso me daba miedo.

Escuché unos pasos para luego ver cómo las luces se prendían, era el pailita por lo cual suspiré.

- crei que eran mis padres - mencioné bajo.

- tienes suerte - dijo con los brazos cruzados. Ellos estarán fuera del país por dos semanas, me quedaré con ustedes.

- ¿Ya se fueron, verdad? - lo mire para ver cómo asentía.

Camine hacia el sofá para sentarme, el contrario imitó mi acción para luego mirarme.

- ¿Por qué llegaste tarde? - pregunto.

Estaba con el amor de mi vida.

Mentira, bueno quizás no taaan mentira.

- pues a mi amiga le pasó un pequeño accidente - respondí.

- ¿Que le paso?

- según lo que entendí, se lesionó en tobillo - respondí, de nuevo. Mañana tengo clases ¿Puedo ir a dormir?

- vete a dormir, el Seba ya está durmiendo - dijo para llevar sus manos a sus bolsillos del pantalón.

- buenas noches, Carlitos - sonreí para luego caminar hacia las escaleras.

[...]

- Buenas noches, tamarita - rió para luego buscar su celular.

La mañana ya había llegado por lo cual me levanté gracias a mi linda alarma y al Paila, quien se tiró arriba mío, el Seba ya se encontraba despierto y estaba desayunando.
Me levanté por obligación para darme una corta ducha y poder vestirme.

Tome desayuno junto con el Seba y el Paila, quien nos llevó a nuestros colegios, al llegar al liceo ví que el Jere y el Jairo se encontraban en la entrada.

- hemos llegado a su destino - dijo el Carlos. ¿Te vai a bajar o queri que te baje?

- ya me voy a bajar - hablé para abrir la puerta del auto y salir.

- tu mochila - no me la paso, me la tiro en la cara. Se dice gracias

Lo mire algo molesta para levantar la mochila, este solo se rió para despedirse con la mano e irse. Suspiré para luego voltear y ver como todos los espermatozoides andantes me miraban.

- ¿Que?, ¿Acaso me van a declarar su amor o les debo? - pregunte mientras caminaba hacia la entrada.

- huy alguien amaneció de mal humor - escuché la voz del Jairo.

Lo mire para luego llevar mi vista al Jere que se encontraba mirándome con una sonrisa, me acerque a ellos para saludarlos con un beso en la mejilla a cada uno.

- buenos días - los saludé. ¿La cony está bien? - le pregunte al Jere.

- si, sigue viva - respondió. ¿Dormiste bien?

- Algo, ¿Y tú?.

- bien, aunque la cony no dejo de molestar

Asentí para luego sonreír, no sonreír sonreírle a él a Jere, sentí que alguien toco mi hombro y era el Sayian.

- ¿Podemos hablar? - pregunto.

- ¿Podemos hablar? - pregunto

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¡𝙉𝙤 𝙨𝙤𝙮 𝘾𝙪𝙞𝙘𝙖! | Jere KleinWhere stories live. Discover now